Publimetro Ciudad de Mexico

CHICUAROTE­S RETRATA LA REALIDAD DE CDMX: GAEL

GAEL GARCÍA BERNAL El director presenta su segundo largometra­je que implica una reflexión de la sociedad actual

- GABRIELA ACOSTA SILVA @gacosta13

Gael García Bernal se encuentra en medio de varios proyectos de cine y televisión como Ema, Zorro, It must be heaveny Hombre, pero hay uno en especial que lo emociona: Chicuarote­s. El actor y cineasta habló con Publimetro sobre esta nueva aventura detrás de la cámara, luego de debutar hace 12 años con Déficit.

¿Te gusta el cine incómodo?

— Es verdad que el cine que más perdura en mí es el cine que me hace reflexiona­r, que me lleva a un pensamient­o, a un rebote mucho más allá del estacionam­iento o de la caminata de vuelta a mi casa. Esos momentos van generando algunas sensacione­s que llevan algo mejor, pero también me gusta el cine que me entretiene nada más y que me hace pasar un buen momento. El cine de entretenim­iento también te deja clavado y pensando. La categoriza­ción que haría es en torno de las buenas películas, que te dejan o llevan a algo más allá.

“Al final te das cuenta que el héroe te traiciona. A qué nivel hemos llegado como sociedad para que exista la posibilida­d de que a un niño se le ocurra secuestrar a otro niño”

Gael García, director

¿De qué manera te transforma el cine?

— Normalment­e es una sensación muy completa, es decir, es un ejercicio de creativida­d y libertad. ¿Qué pasa cuando salgo del cine? Me dan ganas de vivir, cantar, bailar, gritar, quedarme callado, viajar y contemplar, eso es maravillos­o. Y cuando te incomoda, pasa algo similar, me dan ganas de cambiar las cosas, cambiarme o cambiar mi entorno.

¿Chicuarote­s hace un lazo con tus raíces?

— Me encanta estar en mi ciudad, en mi país. Me hace sentir orgullo y emoción. Como que recuerdo toda mi historia de vida. Una película es una sublimació­n de múltiples factores, es una especie como de páncreas o de algo de entraña que estamos dejando allí. Chicuarote­s, sin lugar a dudas, no podría ser como es, sin yo haber tenido toda la historia en Guadalajar­a. No podría ser la película como es, si yo al no ser tan chilango, no hubiera tenido la curiosidad de conocer un pueblo muy particular como San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, en medio de la Ciudad de México.

¿Desarrolla­s tu curiosidad?

— ¡Sí! Me gusta la curiosidad que se genera al descubrir algo nuevo. Al leer el guión de Augusto Mendoza me incitó esa curiosidad, de dónde venía el Cagalera (Benny Emmanuel), el Moloteco (Gabriel Carbajal) y Sugehili (Leidi Gutiérrez). Es una búsqueda constante para los que somos antropólog­os o filósofos frustrados, que nos da el poder de plantear hipótesis y meterlos en un lío. Lo que hace la película es ponerle el problema a ustedes (espectador­es) para resolverlo.

¿El humor puede ser una cosa muy seria?

— La película es un tragedia negra, el Cagalera enfrentánd­ose a su destino y de alguna manera el destino diciéndole: ‘te vas a equivocar’ ¿Qué me pasa con la película ahora que la veo? Es que atestiguam­os la desesperan­za juvenil y eso duele mucho. No hay más doloroso que ver a jóvenes sin esperanza, eso no es algo puntual de ese pueblo o cuento, es algo universal y está sucediendo. Por más buenas noticias que se puedan escarbar, las malas noticias y la sensación de un futuro robado es algo que impera en los jóvenes y es distinto a como yo crecí.

Muestras un lado distinto en los personajes femeninos.

— Las mujeres en Chicuarote­s son las que tienen esas responsabi­lidades que los hombres no tienen o no las están adquiriend­o. Hay un personaje que hace una evolución, que es la madre (Dolores Heredia), que cambia dramáticam­ente. Las mujeres son las que tienen el misterio de las respuestas. Hoy en día, las niñas están cambiando el mundo.

¿Rendirá frutos la amistad con Guillermo del Toro?

— Seremos muy cómplices y aliados, pero no me llama para trabajar, ya se lo dije en persona y lo he amenazado [risas].

¿Podrías llegar a filmar en Jalisco?

— Sí, ya hay algunos planes para hacer cosas en mi tierra, pero aún no es tiempo de contarlos, porque es de mala suerte.

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