AMLO, A UN AÑO DEL TRIUNFO
Tuvieron la oportunidad a lo largo de décadas y no lo hicieron. Ahí están los datos. Creció la violencia, la corrupción, la impunidad. Dejaron un legado de pobreza, polarización social, descrédito, malestar social, una institucionalidad corroída. Desde el poder, gobiernos anteriores arruinaron a México. Eso heredamos. En contraste, desde el 1 de julio de 2018, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha demostrado que hay otra forma de gobernar. Llegó a la presidencia con un triunfo electoral de 30 millones de votos y, a un año, continúa con la mayor aprobación para un mandatario en la historia de México, respaldado por 18 años de trayectoria política previa a su investidura presidencial. El voto fue una oportunidad otorgada, una opción ciudadana. AMLO ha descrito el esfuerzo para arrancar su gobierno con el símil de un “elefante reumático y mañoso que hay que estarlo empujando”. A lo largo de su gestión la lucha contra la corrupción ha sido uno de los bastiones del rumbo de la economía para destinar el flujo de recursos recuperados hacia la política social. Ha transformado el discurso público, la narrativa antes institucional y caduca, con temas que eran tabú. La gran aprobación de la figura presidencial se relaciona con su forma de comunicar cambiando el tono, el ambiente, el sentido del no entendimiento, del acartonamiento y la gomina a favor de la inclusión, la persuasión, la explicación, la apertura, la transparencia. Basta recordar la frase dicha en días recientes: “No tiene mucha ciencia gobernar, la política tiene más que ver con el sentido común, que es, eso sí, el menos común de los sentidos”.