Publimetro Guadalajara

Lo que pasa cuando tu selfie se convierte en meme

No todos viven de selfies como Kim Kardashian; una imagen puede terminar siendo una tragedia

- LUZ LANCHEROS ANDREW SELEPAK

Hace cinco años, la gente pasó de ver memes como forever alone a ver a gente como Brian sin Suerte ( Bad Luck Brian) invadir la web, junto a gente como La novia psicópata ( Overly Attached Girlfriend), entre un largo etcétera. Ser memes les cambió la vida a estas personas. De hecho, Brian, que en realidad se llama Kyle Craven, ganó 20 mil dólares en campañas publicitar­ias. Y por su parte, la novia psicópata, llamada Laina Morris, ya tiene más de un millón de suscriptor­es en su propio canal de Youtube. Los dos hicieron un video juntos.

Desde ahí, la imagen real de alguien en memes se popularizó para cimentar carreras o destruir vidas. Porque, mientras gente como Kim Kardashian comenzaba a vivir prácticame­nte de hacerse selfies, otros comenzaban a ser objeto de escarnio público simplement­e por tener la apariencia equivocada (según un criterio bastante discutible) o estar en el momento equivocado. Portales como The Berry, Wal-mart People y Acid Cow, entre muchos otros, mostraban a gente normal en listas como “31 personas que no crees que puedan existir” o “Personas que no deberían tener redes sociales”, etcétera. Por supuesto, los grupos dedicados a los selfies de este tipo pulularon en redes sociales para ser sometidos, con los comentario­s, al juicio del internauta común. Incluso hoy en día sigue pasando: cualquier persona con un selfie que no cumpla ciertos requisitos de gusto puede ver su imagen viralizada e intervenid­a en Photoshop para causar risa momentánea. El problema es que muchos casos han terminado en tragedia y recuerdan que detrás del meme gracioso hay una persona humillada y con su vida hecha pedazos.

Burlarte del otro ya no es divertido

Dani Mathers, ex conejita Playboy, fue condenada a 3 años de libertad condiciona­l por exponer públicamen­te a una anciana de 71 años en un gimnasio de Los Ángeles. Se burló del cuerpo desnudo de la mujer en Snapchat, diciendo: “Si no puedo dejar de ver esto, ustedes tampoco”. Por supuesto, su bodyshamin­g fue condenado en redes sociales y Mathers perdió su trabajo. Su caso, ejemplariz­ante, es uno de los que recienteme­nte han fallado a favor del demandante. De hecho, los padres de Ghyslian Raza y Adam Holland, dos jóvenes que se convirtier­on en memes ( Star Wars Kid y Go Titans One, respectiva­mente) , demandaron y ganaron, ya que los dos tienen discapacid­ad cognitiva. Y así, como ellos, otras personas que se han convertido en memes han luchado para que su imagen no se disemine y acabe con sus vidas incluso fuera de la pantalla, como le pasó a la italiana Tiziana Cantone, que ni siquiera tuvo a la ley de su parte. Su video sexual se difundió por todo el país y ella se convirtió en un meme. Se burlaron de ella y fue acosada hasta el paroxismo. Desesperad­a, demandó a Facebook ya Google, entre otras páginas. De nada le sirvió ganar, pues la siguieron insultando, tuvo que cambiarse de ciudad y el meme siguió apareciend­o. Fuera de eso, tuvo que pagar los costos del juicio: 20 mil euros. Al no poder con tanto, se ahorcó. Tiziana quería el olvido y no l o consiguió. Y si le pasó a ella le puede pasar a cualquiera, incluso a los famosos. Tal y como al frontman de Guns N’ Roses, Axl Rose, quien le reclama a Google que elimine los memes que se burlan de su peso

y que están online desde hace siete años. Rose reclamó por derechos de autor y está metido en un enredo que Internet con su rapidez ha sido lento para resolver: el fotógrafo no tiene los derechos de la imagen, la empresa no la quita de su base de datos y Google no tiene derecho sobre los sitios que reproducen el meme. Y ahí sigue.

Porque eso es lo increíble: aunque Internet lleva más de una década, no tiene regulacion­es que protejan al protagonis­ta de un meme humillante. Los reportes y presión colectiva no siempre funcionan y las leyes se aplican a casos tangibles y no a una herramient­a que traspasa fronteras. Por otro lado, cosas como la difamación, el uso no autorizado de propiedad y la publicació­n de datos privados pueden ser demandable­s. El problema es que todo debe probarse de manera contundent­e y al final, el caso depende de la decisión del juez.

Por eso siempre hay que tener cuidado con lo que se comparte y disemina por Internet. Porque todos pueden reírse, pero muchos olvidan, tras una pantalla, lo que debe sufrir la persona que es el blanco de nuestras burlas.

Metro World News PhD, profesor de la facultad de Periodismo y Comunicaci­ones, Universida­d de Florida.

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