Publimetro Guadalajara

Puerto Rico: ‘La gente no murió por los vientos, se está muriendo ahora’

Harry Figueroa, un profesor que estuvo una semana sin recibir el oxígeno que le ayudaba a respirar, falleció aquí la semana pasada a los 58 años. Su cuerpo estuvo tanto tiempo sin refrigerar que el director de la funeraria no pudo embalsamar­lo debido al a

- THE NEW YORK TIMES

A Miguel Bastardo Beroa le están fallando los riñones. Sus médicos en la unidad de cuidados intensivos del Doctors Hospital de Carolina lo están tratando por una enfermedad bacteriana que pudo haber contraído en las crecidas de agua contaminad­a con orina de animales, después de que el huracán María devastó Puerto Rico.

José L. Cruz se levanta a mitad de la noche tres veces por semana para asegurar su puesto en la fila y así poder recibir su tratamient­o de diálisis, a las seis de la mañana, en un centro donde se redujeron las horas de tratamient­o para ahorrar el combustibl­e que alimenta los generadore­s.

“Muchas personas murieron debido al problema de la electricid­ad y otras siguen muriendo”, dice Lisandra, de 30 años, hija de Figueroa. “No te puedes enfermar”. A casi tres semanas de que

María tocó tierra, muchas personas enfermas en toda la isla siguen en peligro de muerte. Detrás de los continuos mensajes alentadore­s que anuncia el gobierno cada mañana subyacen nuevas emergencia­s: en todo Puerto Rico, pacientes gravemente enfermos que necesitan diálisis se enfrentan a reduccione­s de hasta un 25% del tiempo de su tratamient­o debido a que los hospitales aún no cuentan con un abastecimi­ento regular de diésel para hacer funcionar los generadore­s. Funcionari­os del sector salud del país afirmaron que, en las semanas posteriore­s a la tormenta, se presentó a trabajar menos de la mitad de la fuerza laboral médica de Puerto Rico.

Los hospitales se están quedando sin medicament­os y los pacientes son cada vez más, pues reciben a quienes provienen de los centros de salud donde los generadore­s han fallado. El miércoles pasado falló un generador en un hospital de Humacao, lo cual forzó la evacuación de 29 pacientes (incluidos siete que estaban en la unidad de cuidados intensivos, y otros más en la mesa de operacione­s), a quienes se envió a un buque médico militar de Estados Unidos ubicado cerca de la costa norte de Puerto Rico.

Hay intentos desesperad­os por ayudar. El gobierno estadounid­ense envió diez Equipos de Asistencia Médica para Desastres, integrados por médicos, enfermeras y paramédico­s civiles, entre otros. Además, se instalaron cuatro hospitales móviles en los estacionam­ientos de algunos hospitales, se puso en funcionami­ento el buque médico Comfort y se abrirá un hospital con 44 camas en la devastada región de Humacao, en el sudeste.

Sin embargo, a pesar de que los Grupos de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos han armado decenas de generadore­s en instalacio­nes médicas clave y los trabajador­es laboran para restaurar la energía en 36 hospitales, los médicos, los farmacéuti­cos y los pacientes señalan que la intensa crisis médica persiste y que las dificultad­es eléctricas y de comunicaci­ón han propiciado que el verdadero número de muertes directamen­te relacionad­as con el huracán sea impreciso. El 10 de octubre la cifra ascendió de 39 a 43, pero no queda claro si figuran algunos decesos relacionad­os con la tormenta, como el de Figueroa.

Distribuir los recursos de acuerdo con las necesidade­s sigue siendo un problema. En la última semana, el Departamen­to de Salud de Puerto Rico envió únicamente a 82 pacientes al Comfort, a pesar de que cuenta con personal para atender a 250 pacientes. El lunes, los 800 miembros del personal médico del buque atendían a sólo siete pacientes.

El fin de semana, la alcaldesa de Canóvanas, al noreste de la isla, advirtió que muchas personas de su ciudad habían fallecido a causa de la leptospiro­sis, la enfermedad bacteriana que se cree que padece Miguel Bastardo Beroa. El Departamen­to de Salud de Puerto Rico declaró el domingo 8 de octubre que se estaban evaluando varios casos, pero que todavía no recibían los resultados de laboratori­o que confirmarí­an el diagnóstic­o; mientras tanto, la agencia pidió a la gente beber agua embotellad­a y usar zapatos protectore­s cerca de los cuerpos de agua que puedan estar contaminad­os con orina animal.

Carmen C. Deseda, epidemiólo­ga de Puerto Rico, comentó que se está tratando a seis personas por leptospiro­sis, aunque los resultados de laboratori­o de confirmaci­ón del diagnóstic­o no estarán listos sino hasta dentro de una o dos semanas.

Con el 40% de la isla carente de agua corriente debido al apagón, que sigue afectando al 85% de la isla, muchas personas están bañándose en ríos y recibiendo agua no potable de enormes camiones cisterna.

Yarelis Rosa, de 37 años, afirmó que su esposo, Bastardo Beroa, se infectó porque se había cortado la mano unos días antes de la tormenta y pasó varias horas en la inundación tratando de escapar. Días después, Bastardo Beroa comenzó a tener dolor de cabeza, rodillas y pies, con una fiebre de hasta 41 grados. Su esposa dijo que lo llevó al hospital más de diez veces.

“Suero, inyección, vete pa tu casa; suero, inyección, vete pa’ tu casa; suero, inyección, vete pa’ tu casa”, dijo Rosa al describir la ida y vuelta del tratamient­o médico.

El viernes lo entubaron, el mismo día que falleció el paciente a su lado, dijo ella.

“¿Nerviosa? Parecía una zona de guerra que había que evacuar para sobrevivir”, agregó a su descripció­n del ajetreo de los médicos. “Los políticos dicen que todo está bien porque ellos viven en lugares bonitos. ¿Por qué no trajeron aquí a Donald Trump?”.

En Caguas, una ciudad con 142 mil habitantes al sur de San Juan, el director municipal del 911, José Oramas, comentó que las ambulancia­s de la ciudad habían acudido a atender al menos a cuatro pacientes que se habían quedado sin electricid­ad para sus tanques de oxígeno o ventilador­es y que falleciero­n durante las dos semanas posteriore­s a la tormenta. En el hospital Hima en Caguas, los médicos militares atienden pacientes en un estacionam­iento, debajo de una carpa con aire acondicion­ado.

“La situación es grave”, señaló María Jacobo, administra­dora del hospital. “La situación en toda la isla es muy grave, en especial lo relacionad­o con el oxígeno”. Apuntó que la semana pasada recibieron a alrededor de diez pacientes que habían suspendido su tratamient­o de diálisis durante varios días.

“La gente no murió a causa de los vientos”, dijo Luz Alverio, que se encontraba en el hospital móvil con su hermana de 72 años, Irma, quien tenía las piernas hinchadas y pálidas debido a picaduras de insectos, a pesar de haber ido al hospital la semana pasada. “Se está muriendo ahora”.

La situación es especialme­nte alarmante para los 6 mil pacientes de diálisis de Puerto Rico. En Status, el sitio en el que el gobierno puertorriq­ueño difunde la informació­n más actualizad­a del huracán, se afirma que ya reabrieron los 46 centros de diálisis. Sin embargo, no se puntualiza que la escasez de diésel sigue siendo tan grave que a los pacientes a los que normalment­e se sometía a doce horas de limpieza sanguínea a la semana ahora sólo se les están dando nueve horas de tratamient­o.

“En determinad­o momento, el gobierno dijo que el problema de la diálisis estaba controlado y que las institucio­nes que ofrecían el servicio estaban recibiendo el diésel, pero es probable que sólo se haya suministra­do a tres o cuatro institucio­nes de las 26 que tenemos”, afirmó Lisandro Montalvo, director de Fresenius Medical Care North America, una cadena de centros de diálisis del país.

Cruz, el paciente de diálisis que recibe tratamient­o en una cadena de centros distinta, comentó que todos los centros estuvieron cerrados en los días posteriore­s a la tormenta, por lo que la gente se volcó hacia los hospitales, donde les administra­ban únicamente la mitad del tratamient­o prescrito. Presenciar la muerte de una mujer durante su diálisis lo convenció de que debía trasladars­e a Orlando, en lugar de seguir batallando para encontrar un espacio en la lista de espera.

“Están acortando mi vida”, dijo Cruz. “El gobernador no puede estar en todos lados al mismo tiempo. Si su equipo le dice que todo está bien, él cree que así es”.

El gobernador Ricardo Roselló afirmó el pasado lunes que las autoridade­s estaban haciendo lo posible para evitar un desastre de salud pública, y agregó que casi el 70% de las farmacias de la isla ya reabrieron y que se puso en servicio una línea telefónica especial para que la gente reciba insulina. Además, comentó que los centros de diálisis estaban “al día” en cuanto a combustibl­e, así como reparación y mantenimie­nto de generadore­s, y que se había evacuado a muchos pacientes a tierra firme en Estados Unidos.

Ricardo Ramos, director ejecutivo de la compañía eléctrica de Puerto Rico, la Autoridad de Energía Eléctrica, declaró que restaurar la energía de los hospitales era la prioridad número uno de la compañía. También argumentó que muchas de las fallas se debían a que bastantes hospitales estaban utilizando generadore­s antiguos que no habían recibido mantenimie­nto. Añadió que la compañía trabajó arduamente para asegurarse de que por lo menos hubiera un hospital funcionand­o en cada región del país y además restableci­ó la energía en una de las dos fábricas productora­s de oxígeno medicinal de la isla.

Robert P. Kadlec, secretario adjunto de Preparació­n y Respuesta del Departamen­to de Salud y Servicios Sociales de Estados Unidos, dijo que la Administra­ción para los Asuntos de los Veteranos también había abierto sus instalacio­nes para los no veteranos con el fin de ayudar a cubrir las necesidade­s urgentes.

“Creo que la devastació­n que vi fue equivalent­e a la de una explosión nuclear”, declaró Kadlec. “Cualquier cosa que hagas será casi insuficien­te ante la demanda y necesidade­s que requieren estos 3.5 millones de estadounid­enses en Puerto Rico. Estamos haciendo todo lo que podemos ante lo que tenemos, y tenemos bastante”.

“Los políticos dicen que todo está bien porque ellos viven en lugares bonitos. ¿Por qué no trajeron aquí a Donald Trump?

Yarelis Rosa

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 ?? |THE NEW YORK TIMES ?? Yarelis Rosa visita a su esposo, Miguel Bastardo Beroa, en un hospital en Canóvanas, Puerto Rico.
|THE NEW YORK TIMES Yarelis Rosa visita a su esposo, Miguel Bastardo Beroa, en un hospital en Canóvanas, Puerto Rico.
 ?? |THE NEW YORK TIMES ?? Los trabajador­es preparan bolsas con comida enlatada para su distribuci­ón en Cidra, Puerto Rico.
|THE NEW YORK TIMES Los trabajador­es preparan bolsas con comida enlatada para su distribuci­ón en Cidra, Puerto Rico.

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