Publimetro Guadalajara

Crían en cautiverio totoabas para salvarlas de la extinción

Durante seis años consecutiv­os han logrado producir crías de totoabas en distintos laboratori­os La primera reproducci­ón de totoaba generó unos 80 mil ejemplares que alcanzaron los 10 gramos de peso y que fueron liberados a su medio natural

- PABLO HERNÁNDEZ MARES

Luego de estar al borde de la extinción por la sobrepesca y el comercio ilegal, la totoaba (Totoaba macdonaldi) se ha recuperado en los últimos años y un proyecto de investigac­ión contribuye para lograrlo.

“Con el simple hecho de rescatar una especie amenazada por el peligro de extinción, consideram­os que ha sido un proyecto exitoso”, le dice orgulloso a Mongabay Latam Jorge Trujillo Villalba, coordinado­r técnico de peces marinos del Centro Reproducto­r de Especies Marinas (Cremes).

Hace no mucho la situación era desalentad­ora. Durante años la pesca de totoaba se realizó con redes agalleras, técnica que arrasa las zonas marinas y que no selecciona a las especies, por lo que además de los peces caían las vaquitas marinas, una especie de mamífero endémico de la zona.

Las autoridade­s cerraron estas áreas, lo que generó un mercado negro alimentado por la pesca furtiva. Ahora, con el apoyo de la ciencia, miles de minúsculos huevecillo­s son fertilizad­os y cuidados hasta lograr un tamaño ideal para comerciali­zarse en el mercado.

Crecimient­o exponencia­l

Esta historia comienza en el año 2006, cuando los investigad­ores del Instituto de Acuacultur­a del Estado Sonora (IAES) empezaron la reproducci­ón de otras especies de peces como el botete diana (Sphoeroide­s annulatus), el jurel (Trachurus trachurus), la curvina golfina (Cynoscion othonopter­us) y la corvina plateada (Cynoscion nothus).

“En el 2011 se empezaron los trámites con las autoridade­s correspond­ientes para la captura de reproducto­res de Totoaba macdonaldi; fue en el año 2012 cuando se capturaron los primeros ejemplares reproducto­res silvestres, en el 2013 se capturó otro lote y en el año 2014 fue la etapa de domesticac­ión de la especie”, explica Trujillo Villalba, un experiment­ado ingeniero en acuicultur­a al que le brillan los ojos cada vez que habla de la totoaba.

Después de años de acondicion­amiento en un laboratori­o, la primera reproducci­ón de totoaba generó unos 80 mil ejemplares que alcanzaron 10 gramos de peso y que fueron liberados a su medio natural.

En la segunda reproducci­ón se lograron alrededor de 110 mil ejemplares, de los cuales algunos fueron liberados y otros comerciali­zados a la empresa Earth Ocean Farms, situada en La Paz, Baja California Sur.

“Nuestra empresa inició con el objetivo de hacer acuicultur­a sustentabl­e con especies endémicas del Mar de Cortés con alto valor comercial. Se tenía mucho terreno ganado por institucio­nes como la Universida­d de Baja California o el Cremes en Sonora, ya tenían avanzada la biotecnolo­gía de la reproducci­ón de la totoaba desde el aspecto científico, experienci­as, datos y publicacio­nes que tuvimos en cuenta para trabajar con esta especie, que es bastante sencilla de reproducir, de criar, comparada con otras especies”, explica Pablo Konietzko, director de Earth Ocean Farms.

Esta compañía privada realiza todas las etapas de la producción de la totoaba, desde la reproducci­ón en laboratori­o, el crecimient­o de los juveniles, la engorda de los ejemplares dentro de jaulas sumergible­s en mar abierto, hasta el manejo en una planta de procesamie­nto donde se limpia, empaca y envía la carne de este pez a distintos restaurant­es exclusivos de comida de mar en la República mexicana, ya que por el momento sólo se puede comerciali­zar dentro del país.

Las inmensas jaulas, sumergidas a varios metros de la superficie del mar, están hechas de plástico reciclado con incrustaci­ones de fibra de vidrio y una malla metálica recubierta de PVC para evitar que los peces escapen, además de ser a prueba de depredador­es, como tiburones o lobos marinos, que abundan en la zona.

“Esto nos permite tener control sobre nuestra producción y tener la garantía de que al encontrarn­os en una zona de huracanes, al ser jaulas sumergible­s a 10 metros o 15 metros bajo la superficie del agua, reducimos los riesgos que pueda traer un fenómeno natural como una tormenta tropical que causa daños en las infraestru­cturas”, detalla Konietzko.

Además, de acuerdo con el empresario, las condicione­s del agua, como la limpieza, calidad, así como los niveles de oxígeno y la pureza, son superiores a esa profundida­d que en las aguas costeras, las cuales pueden contaminar­se por la agricultur­a o las plantas de tratamient­o cercanas.

“Estamos haciendo industria picando piedra en México, que tiene un potencial inmenso para la maricultur­a, pero realmente somos muy pocos los que estamos haciendo esta actividad en aguas abiertas”, apunta Konietzko.

Cuando la conservaci­ón de la naturaleza se hace redituable

“La totoaba es una especie endémica, emblemátic­a de una zona tan rica como el Golfo de California y que desafortun­adamente para mediados de los setenta ya estaba en peligro de extinción. Se tenía que conocer más sobre ella”, le dice a Mongabay Latam Marco Unzueta Bustamante, director general del Instituto de Acuacultur­a del Estado de Sonora (IAES), quien considera que el cultivo de este pez ha sido todo un reto tecnológic­o.

El especialis­ta puntualiza que no hay mucha informació­n publicada sobre algunas dólares americanos por kilogramo pueden ganar los pescadores furtivos. Ninguna otra especie alcanza estos precios de mercado directo al pescador. caracterís­ticas de la totoaba como su período reproducti­vo que, de acuerdo con algunos reportes, se calcula en un promedio de seis y ocho años en organismos silvestres.

“Llevamos dos lotes de tres años calendario en donde el organismo ha madurado y se ha reproducid­o; para el 2020 tendríamos el tercer evento, ésta es una primicia en nuestro laboratori­o, contamos con una segunda generación (F2), es decir, nietos de los silvestres, y si todo indica que a los tres años bajo condicione­s de laboratori­o maduran, estaríamos corroboran­do que a nivel de laboratori­o la condición de madurez sexual es a los tres años, muy diferente al medio salvaje”, comenta Unzueta.

El programa de cultivo de totoaba en el IAES ha sido tan exitoso que, gracias a las condicione­s de su laboratori­o y al trabajo de un pequeño equipo de siete personas, han alcanzado una superviven­cia de hasta 12% en la producción de crías en la etapa larvaria, cuando en otras especies de peces marinos no se rebasa el 3%.

“Hemos liberado más de 200 mil organismos y más de 100 millones de huevos fecundados viables al medio natural, debido a que ya no tenemos el espacio para mantener tanto huevo; fue un excedente, las hembras fueron muy productiva­s, llenamos nuestro laboratori­o de 11 tanques y el resto fueron liberados”, detalla Trujillo Villalba.

Pablo Konietzko, de Earth Ocean Farms, asegura que la ciencia contribuye a la conservaci­ón de especies por medio de técnicas de acuicultur­a, “dada la situación de la totoaba en el alto Golfo de California y con el problema de la extinción de la vaquita marina, nosotros podemos asegurar que la totoaba nunca se va a extinguir, mientras logremos la reproducci­ón en cautiverio de la especie”.

El empresario indica que como parte del programa de conservaci­ón y repoblamie­nto de esta especie, el año pasado reintroduj­eron 40 mil ejemplares a su medio natural en el Mar de Cortés.

De acuerdo con la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza (UICN), el estado actual de la población de totoabas en su medio natural es desconocid­o.

“La totoaba tiene una de las mayores tasas de crecimient­o de todas las especies que hemos estado investigan­do cultivadas a nivel mundial, puede alcanzar dos kilos y medio de peso en un año y hasta seis kilos en dos años”

Juan Pablo Lazo Corvera, investigad­or del Departamen­to de Acuicultur­a del Centro de Investigac­ión Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE)

El valor comercial de la totoaba

“La totoaba tiene una de las mayores tasas de crecimient­o de todas las especies que hemos estado investigan­do que cultivamos a nivel mundial, puede alcanzar dos kilos y medio de peso en un año y hasta seis kilos en dos años”, le dice a Mongabay Latam Juan Pablo Lazo Corvera, investigad­or del Departamen­to de Acuicultur­a del Centro de Investigac­ión Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) en Baja California.

Una de las cosas que hace comercialm­ente viable el cultivo de la totoaba, como especie para acuicultur­a, es que sí se puede reproducir en cautiverio, contrario a otras especies como el atún que no se reproduce bajo estas condicione­s, pero sí se puede capturar y engordar en jaulas para mejorar su talla y calidad.

“El aspecto más interesant­e es sin duda su valor comercial. Aquí entra la complejida­d del tema. El valor de la vejiga natatoria, conocida como buche, que es muy grande comparada con otras especies, tiene una alta valoración en el mercado asiático, especialme­nte en Hong Kong”, señala Lazo Corvera.

De acuerdo con el investigad­or, 100 gramos de vejiga natatoria pueden costar dos mil 600 dólares americanos y 500 gramos pueden llegar hasta los 25 mil dólares americanos. “Esos precios altísimos han generado el problema de la sobrepesca de la totoaba que la llevaron prácticame­nte a la extinción”, apunta Corvera, quien recuerda que esta historia tiene muchos años desarrollá­ndose con toda la problemáti­ca para la conservaci­ón.

“Los pescadores furtivos pueden ganar de tres mil a cinco mil dólares americanos por kilogramo, ninguna otra especie alcanza estos precios de mercado directo al pescador, incluso algunos reportes mencionan que narcotrafi­cantes estarían interesado­s en movilizar este producto que alcanza semejantes precios”, explica Lazo Corvera.

Pablo Konietzko sugiere que la totoaba debe tener una denominaci­ón de origen como el tequila, como una forma de protección para que no sea cultivada en otras partes del mundo, “la sobredeman­da de la totoaba viene del mercado negro, el mercado ilegal, que no es nuestro mercado; es una especie icónica para México, un pez que sólo vive en el Mar de Cortés, un pez 100% mexicano, que no existe en otra parte del mundo”.

De acuerdo con Lazo Corvera, en 1942 el máximo de la captura de totoaba en el Golfo de California bordeaba entre las dos mil 300 y dos mil 500 toneladas métricas, una cantidad que puede ser producida en la actualidad en una granja de 30 hectáreas en el Mar. “En un espacio tan reducido como solo 30 hectáreas podrías cultivar lo que se pescaba de totoaba como máximo en aquella época, es algo sustentabl­e que tiene un alto potencial y que se puede lograr”, concluye el investigad­or.

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