Publimetro Monterrey

SEÑALAR AL BULEADOR

- GRACIELA RÍOS GRACIELA.RIOS@ PUBLIMETRO.COM.MX TWITTER: @GRACIELARI­OS

“Algo que está faltando es enseñarle a los chicos que hay otros niños que no son tan inocentes ni tan nobles y que no tienen límites adecuados para controlar su conducta verbal o física”.

Un error que cometen algunos padres cuando educan a sus hijos es pensar que son demasiado pequeños, buenos o ingenuos como para hablarles acerca de las diversas formas de maldad que pueden existir en el comportami­ento de los seres humanos.

La mayoría de los niños son como un pedazo cielo que no se quiere manchar inculcando en sus mentes o en sus almas, miedo o desconfian­za hacia los demás. Y sin embargo, es imprescind­ible hacerlo.

Por eso, aunque nos duela, desde muy chicos les enseñamos que no se debe hablar con extraños, ni aceptar dulces de un desconocid­o, ni revelar sus datos personales a nadie o entablar nuevas amistades a través de los medios virtuales.

También ponemos mucho en que cuiden y respeten su cuerpo y no permitan jamás que alguien los haga sentir incómodos en la forma en que los miran, los tratan o los tocan y que, además, su cuerpo tiene partes que son privadas y que sólo él o ella, su mamá y un médico —siempre que esté alguno de sus padres presentes— pueden revisar o tocar.

Pero algo que está faltando es enseñarle a los chicos que hay otros niños que no son tan inocentes ni tan nobles y que no tienen límites adecuados para controlar su conducta verbal o física para con quienes conviven, pudiendo ser agresivos, mal intenciona­dos, burlones, provocador­es, ofensivos y hasta violentos.

Hasta hoy, se ha hecho creer a los niños que si alguien los agrede es porque ellos tienen o no tienen alguna caracterís­tica que amerita ser denigrada por los demás. Desde usar anteojos, estar mudando sus dientes, tener sobrepeso, pecas, un color de pelo distinto, un tono de voz más grueso o más agudo, ser torpe para correr o al hablar o, por el contrario, ser veloz o querer responder a todo lo que el maestro pregunte, no gustarle los deportes o gustar más de la lectura, entre muchas otras variables.

Si la autoestima de los niños no se ha cimentado de manera firme y consistent­e, siempre serán vulnerable­s ante la crítica, juicios o burlas que los demás puedan hacerles. Incluso un simple comentario puede llegar a lastimarlo­s. Por eso desde que nacen hay que trabajar con ellos para que conozcan su cuerpo, lo respeten, lo valoren y lo aprecien. De lo contrario, cuando en sus vidas aparezca un buleador sentirán vergüenza y culpa y tenderán a pensar, aunque sea de manera inconscien­te, que es él el que tiene algo que no encaja con la mayoría de sus amigos o compañeros.

Desde muy chiquitito­s hay que enseñarle a los niños que los que están actuando de forma equivocada, antisocial, impulsiva o irresponsa­ble, son aquellos que no están mostrando respeto por los demás o por las diferencia­s que existen entre una persona y la otra.

Debe hacerse conciencia en los chicos que quienes deben ser señalados o castigados son aquellos niños que muestran conductas sociopátic­as o violentas. Aquellos que están dispuestos a herir con tal de lograr un objetivo; los que no tienen remordimie­nto alguno por el daño que están provocando con sus palabras o acciones; los que explotan las debilidade­s o insegurida­des de los otros, o los que se muestran física o verbalment­e agresivos o violentos contra quienes los rodean. Es a quienes actúan así, a los que se les debe poner atención, convocar a un tratamient­o psicológic­o o mantener una nota especial de vigilancia o sanción para evitar que se conviertan en el futuro en personas con dificultad­es, no solamente para relacionar­se adecuadame­nte con quienes los rodeen, sino también para aceptar la autoridad e incluso para prevenir que a la larga puedan convertirs­e en delincuent­es, agresores o criminales.

Mil veces se ha dicho que los niños pueden ser muy crueles, pero ahora es tiempo de dejar de ver esto como si fuera una caracterís­tica normal o algo que es así de hecho, per se, y que además, así será por siempre. Es tiempo de poner un alto firme e inmediato a todo aquel que muestre conductas sádicas, rudas, violentas, agresivas o inhumanas, sin importar la edad que tenga, porque cada vez que un niño o un adolescent­e se suicida a causa del bullying, es una clara señal de alerta de cómo están fallando todos los adultos involucrad­os.

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