¿QUÉ HAY DE “MALO” EN PIROPEAR?
En estos días se lanzó una campaña llamada #metoo #yotambien para compartir los casos de acoso y abuso sexual a los que nos hemos enfrentado como mujeres.
Resulta increíble que en la búsqueda, más de una historia es sobre el acoso callejero. Aunque para algunas personas, incluyendo las propias mujeres, esto puede resultar una exageración, lo cierto es que para la gran mayoría de las mujeres que transitan en la calle, les incomoda, les altera la tranquilidad e incluso las expone a riesgos junto con incertidumbre de lo que significa su seguridad en la calle.
Pero, ¿las calles no son seguras ni para hombres ni para mujeres? Es la primera objeción que, de hecho, he discutido con mis alumnos.
Por supuesto que en este momento, en esta ciudad al norte como en otras del país, las calles resultan peligrosas para ambos géneros. Sin embargo, si pusiéramos una medida a cada percepción de esos riesgos, nos daríamos cuenta que jamás será la misma sensación ser o ver a una mujer sola en la noche que ver o ser un hombre solo caminando por la noche en la calle. Ese simple indicador nos abre un poco más el panorama para entender que las calles suelen ser más peligrosas para las mujeres que para los hombres.
Por eso mismo, en todo el mundo cada día se suman más voces visibles sobre este problema público, denuncias, quejas, debates.
No es algo simple o una nimiedad superficial el intentar analizar por qué se ha convertido en uno de los grandes focos de atención de los últimos años. Haciendo, precisamente, que comencemos a replantearnos no la seguridad en sí misma, sino el estar tomando en cuenta o no las necesidades de las mujeres en el espacio público y en el diseño de la ciudad.
Empezando por lo más complejo, confrontando esa dificultad y resolviendo lo que hoy es un obstáculo para andar seguras solas en la calle sin temor a que te pase nada, es que podríamos encontrar las formas más creativas para ofrecer mayores garantías de respeto a la integridad, la vida, la dignidad y el valor de las mujeres.
Empatía es una palabra que necesitamos para lograr que suceda. No podemos vivir en un mundo que ve como algo exagerado que una mujer, además de objeto sexual, se sienta vulnerable o en peligro.
¿Qué hay de “malo” en decirle un piropo a alguien en la calle? No escribiré la respuesta, pero argumentado lo anterior, hay que pensar dos veces antes de exponer, solapar o minimizar la vulnerabilidad de las mujeres en la calle.
“Jamás será la misma sensación ser o ver a una mujer sola en la noche que ver o ser un hombre solo caminando por la noche en la calle”