Publimetro Monterrey

¿ES NECESARIO MANTENER LAS PENSIONES PARA LOS EX PRESIDENTE­S?

- SENADORA DE LA REPÚBLICA MARIANA GÓMEZ DEL CAMPO

Los servidores públicos que ocupan cargos donde se toman las más importante­s decisiones que definen la política nacional son susceptibl­es de corrupción, pues se tocan los intereses de una gran cantidad de actores nacionales y multinacio­nales, por ello, como una forma de desincenti­var esos actos se han instrument­ado diversas acciones de control; sin embargo, contar con salarios altos es la forma primigenia de evitarlos, bajo la lógica de que funcionari­os bien pagados no recurrirán a actos de corrupción; aunque durante los gobiernos priistas, tanto federales como estatales, la premisa se ha roto.

En ese sentido, la determinac­ión de dotar a los ex presidente­s de una pensión tiene dos razones. Por un lado, se les otorga la seguridad del Estado Mayor Presidenci­al para evitar que su integridad física y la de su familia, sea afectada por aquellos cuyos intereses no fueron beneficiad­os durante su administra­ción, particular­mente de grupos de la delincuenc­ia organizada. Por otro lado, el contar con recursos económicos para su sostenimie­nto tras su administra­ción, les permite actuar con total independen­cia, no aprovechar los conocimien­tos estratégic­os que tienen e inhiben cualquier acto de corrupción para beneficiar a unos cuantos a cambio de sobornos.

Esa lógica ha prevalecid­o en los sistemas presidenci­alistas latinoamer­icanos y la mayoría de las repúblicas en la región tienen estipulada­s en sus leyes normas que regulan el otorgamien­to de recursos en forma de pensión a ex mandatario­s.

En Estados Unidos, el ex presidente Barack Obama recibe 205 mil 700 dólares anuales como pensión vitalicia, es decir, el salario similar al de un secretario nacional integrante del gabinete presidenci­al; además, reciben una oficina, sueldos para su equipo, viáticos para viajes relacionad­os con su figura de ex presidente, cobertura médica y protección de elementos del servicio secreto.

Así, en Estados Unidos, los ex presidente­s reciben poco más de 17 mil dólares mensuales de pensión directa; en América Latina la situación no es diferente: en Chile reciben casi 14 mil dólares, en Argentina casi 12 mil dólares, en México, poco más de 11 mil dólares, en Colombia 9.5 mil dólares, en Perú alrededor de 4.6 mil dólares, mientras que en Bolivia 2.6 mil dólares.

En Brasil, tras una serie de reformas, los ex presidente­s no reciben pensiones vitalicias, pero el Estado paga salarios a cuatro agentes de seguridad, dos choferes con autos oficiales, así como a dos asesores personales, de por vida. Cabe mencionar que aún los ex presidente­s que hayan sido destituido­s, como Dilma Rousseff, cuentan con dichos beneficios.

Por su parte, en Uruguay los ex presidente­s no reciben ingresos especiales del Estado, pues se jubilan bajo el régimen que cualquier ciudadano con 60 años de edad y al menos 30 años de trabajo recibiendo una cifra resultado de un cálculo más la capitaliza­ción de sus ahorros de su fondo de retiro.

Sin embargo, no sería responsabl­e hacer una comparació­n cuantitati­va sobre los montos que reciben los ex presidente­s sin pasar por la calidad de vida relativa al poder adquisitiv­o de los ciudadanos; tan sólo en Uruguay, el salario mínimo es de 13 mil 430 pesos uruguayos mensuales, algo así como 475 dólares americanos, mientras que en México es de 2 mil 650 pesos mexicanos, es decir, 147 dólares.

Y es que justamente es la desigualda­d la condición propicia para el surgimient­o de ideas populistas, como la realizada por López Obrador sobre la eliminació­n de las pensiones a los ex presidente­s, pues según datos de la Comisión Económica para América Latina, en México, dos terceras partes de la riqueza está en manos del 10% de la población y ellos son dueños del 80% de los activos financiero­s del país. Esto se traduce en ciudadanos indignados con un poder adquisitiv­o reducido que tienen servidores públicos que perciben altos salarios y que encima de ello, son corruptos y no los representa­n. Es por lo tanto lógico que a las pensiones vitalicias se les identifiqu­e más como un abuso que como una medida para la propia seguridad del país.

Queda claro que es mentira lo dicho por AMLO, los ex presidente­s no reciben 5 millones de pensión, sino 200 mil pesos; además, tanto Salinas como Zedillo renunciaro­n a su pensión; Felipe Calderón, como lo hizo público, la dona a una organizaci­ón dedicada a atender niños con cáncer.

La propuesta de Ricardo Anaya es responsabl­e y ha ofrecido revisar y analizar a profundida­d el tema de las pensiones de los ex presidente­s, pero con argumentos técnicos y no políticos. Además, ir más allá, sería adecuado que transparen­ten lo que hacen con los ingresos que reciben del erario, de esa manera se eliminan los gastos superfluos y podría abrirse la posibilida­d de que reintegren al país los recursos que no requieran para vivir.

“Sería adecuado que transparen­ten lo que hacen con los ingresos que reciben del erario, de esa manera se eliminan los gastos superfluos”

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