DE FUTBOL

El futbol es parte de nuestra cultura. Monterrey es una de las urbes con mayor tradición de los clásicos del balompié. Cuando hay partido Tigres-Rayados es innegable que la ciudad “se para” y que huele a carne asada por cualquier lugar.

Ese espíritu deportivo de emociones humanas tan diversas que pasan de la emoción a la tristeza o de la tristeza al enojo, y así sucesivamente, es cuando nos damos cuenta, lejos de la pasión que genera, de lo susceptibles que somos a pensar que podemos ganar o perder.

Es perder o ganar lo que hace que las emociones se desprendan. Por eso el futbol se parece a la política o a la religión; basta con que defendamos algo con tanta vehemencia que haga que, incluso, se pierdan los límites de la razón y sea tan ensordecedor que no queramos dialogar con nadie.

Pero esta vez, el futbol nos demostró que, más allá de las opiniones o las críticas o las emociones, el trabajo en la cancha es lo que cuenta. Y es la visibilidad de ese trabajo lo que genera resultados, lo que entonces da lugar a otros pensamientos colectivos y que, incluso, rompe paradigmas.

En este Mundial, en el primer partido, el trabajo de un equipo demostró que, pese a esos debates, se puede generar con trabajo arduo el resultado que tuvo la Selección: derrotar al campeón (Alemania). Algo que parecía como imaginación acariciada entre la incredulidad de las personas por suponer que eso no podía suceder. Y pasó.

El futbol entonces nos enseñó una lección importante para cambiar la realidad del país. Se puede diferir de opinión, se vale criticar, pero también podemos creer y cambiar el resultado a partir de, como dice el Chicharito, imaginar más. Esa debe ser la apuesta. Creer que podemos en el futbol como en cualquier otra área de la vida en común.

“Esta vez, el futbol nos demostró que, más allá de las opiniones o las críticas o las emociones, el trabajo en la cancha es lo que cuenta”