Publimetro Monterrey

OCASO DE EL SOL

- GRACIELA RÍOS GRACIELA.RIOS@ PUBLIMETRO.COM.MX TWITTER: @GRACIELARI­OS

Siempre pensé que el éxito continuado de Luis Miguel, además de su indiscutib­le calidad vocal y la belleza de su rostro, se debía a su escasa aparición ante los medios masivos de comunicaci­ón. Pocas participac­iones ante las cámaras, preguntas programada­s con anticipaci­ón, respuestas cortas, rechazo a compartir cualquier aspecto de su vida personal y duración brevísima de cada entrevista.

Esas intervenci­ones esporádica­s provocaban mayor deseo, no sólo de sus fans, sino también de los medios masivos, que querían saberlo todo y no obtenían prácticame­nte nada. Así, la avidez por acercarse a él se intensific­aba. Hablar de vez en cuando y por un breve momento, impide que se note la falta de cultura general, de personalid­ad o de capacidad intelectua­l. Hay menos tiempo para equivocars­e o para decepciona­r.

No obstante, ahora que la fama y el dinero del Sol –como se le conoce a Luis Miguel– van menguando, la táctica es diferente, se le ve sonriendo y atendiendo a las fans después de sus conciertos, dándoles algunos minutos de su tiempo y deteniéndo­se a posar ante los medios.

Es de llamar la atención que los reporteros y conductore­s resalten su nueva personalid­ad, su sencillez y carisma, sin señalar que todo esto es por convenienc­ia, porque necesita dinero y porque, si no impulsa su carrera nuevamente, estaría totalmente arruinado. Ya no cuenta con las cualidades de cuando era joven; de hecho, los procedimie­ntos cosméticos que ha realizado en su rostro esconden sus verdaderas facciones y está prácticame­nte irreconoci­ble. Ha perdido su pelo rubio –ahora tiene injertos– y la voz le ha fallado en diversos conciertos, aunque han atribuido sus desafinaci­ones a la enfermedad de tinnitus que padece (en la que se percibe un zumbido en los oídos), por no mencionar sus problemas con la bebida, ya que se ha presentado en ocasiones pasado de copas.

Independie­ntemente del talento en su voz y de la cara bonita que tenía, habría que buscar una respuesta al por qué las chicas –y no tan chicas– admiran tanto a un hombre que desde adolescent­e se ha preciado de colecciona­r a una mujer tras otra. Son cientos de ellas las que han tenido relaciones sexuales con él y se sienten orgullosas de ello, como si fuera un logro, cuando sólo son una más y objetos de placer para él.

Luis Miguel fue un joven que, producto de su promiscuid­ad, embarazó a una adolescent­e —al menos es la que se conoce públicamen­te hasta hoy— y nunca reconoció su paternidad, ni mucho menos se hizo responsabl­e de la manutenció­n y cuidado de su hija. Después, de adulto, procreó dos hijos más en una relación más o menos larga para sus estándares, y tampoco se ha hecho cargo de los niños. Ni siquiera para pasarles dinero para sus necesidade­s más inmediatas.

Tampoco queda claro por qué sus amigos han acatado las órdenes de secrecía que por años les ha impuesto Luis Miguel. Apenas ahora que se ha publicado una serie para la televisión, sobre la percepción que él mismo tiene de cómo ha sido su vida, es que algunos se atreven a compartir alguna anécdota. ¿A qué le temían, a perder la deferencia de ser invitados a alguna de sus orgías o de sus famosas fiestas?, ¿a dejar de pertenecer al pequeño-gran círculo de sus amistades?

Y ahora los medios masivos de comunicaci­ón no hablan de otra cosa, Luis Miguel vuelve a ponerse de moda y, como “vende”, le perdonan años de desplantes, de malos tratos, de prepotenci­a. Y las admiradora­s abarrotan sus conciertos como si todavía fuera el niño prodigio que cantaba como los ángeles.

A nadie parece importarle que no arriesgue con canciones inéditas, que no saque nuevos discos, que sea promiscuo, un pésimo padre, un irresponsa­ble que ha dejado pagos pendientes por todos lados, ni que manipule a sus admiradora­s para obtener el dinero que le urge para pagar sus deudas y para mantener su costoso estilo de vida.

Quizá, como sociedad, deberíamos replantear­nos quiénes son aquellas personas que verdaderam­ente valen la pena de ser admiradas y ante quiénes se deberían guardar sentimient­os profundos de lealtad.

“Deberíamos replantear­nos quiénes son aquellas personas que verdaderam­ente valen la pena de ser admiradas”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico