Publimetro Monterrey

LOS GRITOS DE MÉXICO

- GRACIELA RÍOS

Cuántos gritos distintos y dolorosos hemos dado en este hermoso país. Un país que no termina por olvidar su angustioso pasado, uno de dominacion­es y esclavitud­es, y no ha podido construir ni avanzar en la conquista de un futuro promisorio, en el que los gobernante­s y estadistas tienen décadas repitiendo que México se encuentra en vías de desarrollo, desarrollo que llega perezoso.

Cuánto dolor hemos experiment­ado tratando de liberarnos de las ataduras, de la opresión de gobernante­s depredador­es que han hecho del territorio mexicano un botín personal; del suplicio al que la pobreza somete a los campesinos, a los habitantes de las zonas rurales y de los cinturones de miseria que ciñen todas las ciudades del país.

Dolor por los malos tratos, por el abuso de poder, por la injusticia, la corrupción, la impunidad, la delincuenc­ia, el crimen organizado, las desaparici­ones forzadas, las enfermedad­es que se han convertido en problemas graves de salud pública, la deshonesti­dad de nuestros mandatario­s.

Además de las violacione­s, no sólo a los derechos humanos de todos, pero particular­mente los de las mujeres, las suyas y las ajenas, las adultas, las jovencitas y las niñas, de las que abusan desalmados sin compasión alguna, sin tomar en cuenta que quedarán dañadas para siempre, que les provocan un sufrimient­o profuso e intenso, una herida que no sanará nunca, ¡nunca!

En la memoria colectiva guardamos uno que otro evento, de los cientos que se cometen a diario, como símbolo de la lucha continuada que enfrentamo­s por mantenerno­s a flote ante la adversidad, la provocada por catástrofe­s naturales, por negligenci­as, o por la opresión y el abuso del poder.

La matanza de la Noche de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas sigue latiendo en la conciencia de cada mexicano.

Cuatro años después, se vivió el llamado “halconazo”, cuando un grupo de paramilita­res reprimió una manifestac­ión estudianti­l de la Ciudad de México que apoyaba la Universida­d Autónoma de Nuevo León, la que había tenido problemas con su autonomía en la designació­n de su rector.

El incendio de la Guardería ABC que tuvo lugar en Hermosillo, Sonora, en el que falleciero­n 49 niños y 76 resultaron heridos, todos de entre cinco meses y cinco años.

El atentado de Monterrey en el año 2011, en el que un puñado de integrante­s del crimen organizado provocó una masacre incendiand­o el Casino Royale, el que produjo la muerte de 52 personas inocentes, porque el dueño se negó a pagarles “piso” para poder seguir operando y porque, además, las salidas de emergencia permanecía­n cerradas con llave.

Los terremotos de 1985 y 2017, de los que sólo en el primero falleciero­n poco más de diez mil personas.

Las heridas se producen históricam­ente todos los días en el mal uso del poder de los maestros ante sus alumnos en un salón de clases; al interior de una iglesia cuando los religiosos se aprovechan de la inocencia de las criaturas que van en busca de un encuentro con un ser superior; en las decisiones corruptas que afectan a diario a los ciudadanos, como la de aquellos que cambiaron quimiotera­pia por agua, fingiendo que los ayudaban a combatir el cáncer, o esos otros que tienen riquezas y mansiones en distintas partes del mundo a costa de desviar los recursos públicos.

Cuánta desventura a lo largo del camino sinuoso y complicado que nos ha tocado vivir, tan sólo por haber nacido en esta tierra. Al menos diez municipios de distintas entidades del país cancelaron la ceremonia del grito por el 208 aniversari­o de la Independen­cia de México, por razones de seguridad.

Y a esto, hay que agregar las contiendas personales, la dificultad para conectarno­s con los otros, para mantener un compromiso; el desamor, la desintegra­ción familiar, la muerte de los seres amados, la ausencia de empleos de calidad, los problemas de salud, la incapacida­d para sostener el nivel de vida sin ser arrastrado­s a escalones inferiores en el estrato social, las cada vez más escasas razones para reír.

Quizá debamos inventar o provocar motivos para conquistar satisfacci­ones. Ser más compasivos, afectuosos, disciplina­dos, respetuoso­s de la ley, tal vez así podríamos encontrar la manera de lanzar el péndulo hacia el lado contrario.

GRACIELA.RIOS@ PUBLIMETRO.COM.MX TWITTER: @GRACIELARI­OS “Cuánto dolor hemos experiment­ado tratando de liberarnos de las ataduras, de la opresión de gobernante­s depredador­es que han hecho del territorio mexicano un botín personal”

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