Los muertos de María
Cuatrocientas ochenta y siete historias de sufrimiento extremo e inhumano, con nombre y apellido, prueban que muchas de las muertes por el huracán María eran prevenibles y revelan las causas que llevaron a un incremento histórico de la mortalidad en Puerto Rico
El registro de los decesos relacionados con el huracán, documentados por una investigación conjunta del Centro
de Periodismo Investigativo (CPI), Quartz y Prensa Asociada, confirma la magnitud de los daños. La otra lista que existe es la del gobierno de Puerto Rico, que sólo enlista 64 personas fallecidas.
Mientras tanto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien minimizó desde el inicio la magnitud de la catástrofe y glorificó el nivel respuesta, dijo recientemente que el estimado de muertes del gobierno de Puerto Rico, elaborado por George Washington University (GWU), es una invención de los demócratas para hacerlo lucir mal.
“Tres mil personas no murieron en los dos huracanes que azotaron Puerto Rico (Irma y María). Cuando dejé la isla, después de que la tormenta había pasado, tenían entre 6 y 18 muertes. El tiempo pasó y ese estimado no subió mucho. Después, mucho tiempo después, comenzaron a reportar números altos como tres mil. Esto fue obra de los demócratas para hacerme lucir lo peor posible en momentos en que estoy recaudando miles de millones de dólares para reconstruir Puerto Rico. Si una persona murió por cualquier razón, como vejez, súmenlo a la lista. Mala política. ¡Amo a Puerto Rico!”, dijo Trump en Twitter.
El presidente visitó Puerto Rico el 3 de octubre durante unas cuatro horas, casi dos semanas después de la tormenta, y según las estadísticas de mortalidad del Registro Demográfico de Puerto Rico, desde el 6 de septiembre hasta el momento de partida de Trump habían muerto 640 personas adicionales al promedio de muertes durante ese periodo los tres años anteriores.
A un año del ciclón, el riesgo de que la tragedia se repita es real porque los fallos sistémicos en el acceso a los servicios de salud y en la infraestructura, que provocaron la mayoría de las muertes, no han sido corregidos, dijeron expertos entrevistados, y lo admitió el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló.
“¿Cuán preparados estamos para un huracán estilo
María? Pues lo cierto es que si viene un huracán de esa índole vamos a recibir igual, un poquito menor o un poquito mayor de devastación. No hay duda de eso”, dijo Rosselló a preguntas del CPI durante una conferencia de prensa sobre las muertes a finales de agosto.
La debacle en los tres meses que siguieron al huracán fue de tal magnitud que cambió el rostro de la muerte en Puerto Rico, modificando la demografía y las principales causas de defunción en la isla, arrojó la investigación, que incluyó además, un análisis de las bases de datos de mortalidad del Registro Demográfico y de miles de certificados de defunción obtenidos como parte de una demanda de acceso de información lanzada por el CPI.
Según los datos, el segmento en el que más se dispararon las muertes para toda la población, durante los tres meses que siguieron al huracán, fue el de los jóvenes adultos en edad productiva, de 30 a 44 años, donde el aumento porcentual fue desde 23% hasta 39%, en comparación con el promedio de los tres años previos. Esto, en contraste con la percepción generalizada y promovida por el gobierno de que mayormente murieron viejos y personas con condiciones preexistentes. Las muertes entre los viejos mayores de 70 años, aunque fueron más, como lo son regularmente, se incrementaron entre 8% y 10%.
Asimismo, la sepsis, que nunca ha estado entre las 10 principales causas de muerte en Puerto Rico –según las agrupa el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades– se ubicó en la octava posición durante dicho periodo.
Decenas de relatos de familiares de víctimas cuentan cómo personas encamadas y con enfermedades no relacionadas con el huracán, como una úlcera o una carie, terminaron muriendo de sepsis por las temperaturas y condiciones insalubres que imperaban en los hospitales, así como por la falta de tratamientos.
Entre ellos Ramona González Muñoz, quien murió a sus 59 años después de que desarrolló úlceras en su hogar y le negaran tratamiento en tres hospitales, según sus familiares. La mujer, quien estaba encamada hacía dos años porque sufría de una enfermedad degenerativa del cerebro, desarrolló las úlceras tras el huracán al no poderse prender el aire acondicionado de su habitación por la falta de electricidad. Fue llevada a hospitales de San Juan en dos ocasiones para que la curaran y fue admitida, pero en las dos instancias fue dada de alta sin ser tratada porque las instituciones no daban abasto con el hacinamiento que enfrentaban.
Desesperados, el 19 de octubre sus familiares trataron de ingresarla en el USNS Comfort, el barco hospital que la Marina de Estados Unidos trajo a Puerto Rico en respuesta a la emergencia, pero se encontraron con un proceso complicado de admisión que requería que los pacientes fueran referidos a través del principal hospital público de Puerto Rico, el Centro Médico.
Al día siguiente Ramona murió en el Hospital Presbiteriano Ashford en Condado.
Otras causas de muerte que registraron aumentos significativos, de 20% a 45%, fueron neumonitis debido a sólidos y líquidos, hipertensión primaria y enfermedad renal, neumonía e influenza, y enfermedades respiratorias, de Alzheimer y del corazón. Los suicidios, que quedan agrupados bajo una categoría denominada “otras causas”, registraron de forma individual un incremento de un 43.9%.
Entre los adultos jóvenes de 30 a 44 años, las causas apuntan a accidentes y ataques cardíacos, según una revisión de los certificados de defunción y los detalles arrojados por el registro CPI-QZAP. Una quinta parte de estas muertes se hallan aún bajo investigación.
“Son muertes que se pudieron haber evitado”, opinó la doctora Cruz María Nazario, epidemióloga y catedrática del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico y una de las investigadoras del estudio de mortalidad de GWU.
El doctor Irwin Redlener, director del Centro Nacional para la Preparación para Desastres de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Columbia en Nueva York, coincidió en que las muertes pudieron haberse prevenido con una mejor preparación y respuesta a la emergencia.
Sostuvo que la respuesta al desastre de los gobiernos de Puerto Rico y de Estados Unidos fue en extremo fallida, aunque en muchos casos había condiciones preexistentes que afectan la mortalidad y la resiliencia, como lo son el alto nivel de pobreza, la falta de acceso a servicios de salud en Puerto Rico y la ausencia de preparación adecuada para enfrentar la tormenta.
Nazario explicó que en la población general llama particularmente la atención el incremento en las categorías de sepsis y de neumonía e influenza, ya que no corresponden a enfermedades o diagnósticos que las personas tenían antes del huracán, sino a circunstancias que surgieron por el colapso total del sistema de salud de Puerto Rico y que, en principio, son prevenibles.
“Esas dos enfermedades han servido como causas de muerte centinela que debemos seguir utilizando en eventos futuros porque nos dan una idea bien rápida de que hay un problema que hay que atender urgentemente”, afirmó.
En el caso de enfermedades crónicas, como son las respiratorias y las renales, Naza-
rio enfatizó que la mayoría de los pacientes vive si recibe sus medicamentos y tratamientos de mantenimiento, lo que dejó de ocurrir por semanas y meses tras la tormenta, según relataron familiares de víctimas a la alianza CPI-QZ-AP.
En decenas de casos los familiares de las víctimas atribuyen la muerte a falta de diálisis, insulina u oxígeno. En total 300 personas de la muestra murieron de enfermedades crónicas, como diabetes, cáncer y Alzheimer.
Ese fue el caso de Orlando López Martínez. El hombre de 48 años, se dializaba desde 2014 como resultado de la diabetes que desarrolló a los 11 años. Tras el azote de María, perdió al menos cuatro tratamientos porque el centro Atlantis en Aguadilla, donde recibía cuatro horas y media de diálisis, tres veces a la semana, cerró sus puertas. Cuando reabrió, lo hizo racionando servicios porque no tenía suficiente combustible y agua, así es que López empezó a recibir sólo dos horas de diálisis por sesión.
López murió el 10 de octubre. La causa oficial de muerte anotada en su certificado de defunción fue ataque al corazón producido por enfermedad renal. No dice nada del huracán María o la falta de tratamiento.
“En esos días después del huracán se veía pálido y amarillo, se veía muy mal”, dijo Lady Diana Torres, la madre de Paola, la hija de 10 años que López dejó atrás.
Mientras tanto, Paola trata de procesar la repentina muerte de su papá. No hablaba mucho del tema hasta que su escuela trajo a una trabajadora social para que conversara con los niños que habían perdido familiares tras la tormenta.
“La trabajadora social habló con ella y con otros que habían pasado por lo mismo. Y luego todos hablaron con ella y lloró tanto y tanto”, contó en llanto su madre.
Este tipo de información cualitativa y detallada provista por los familiares de los fallecidos al CPI, qz.com y AP, conocida como “autopsias verbales”, es de gran importancia, destacó la experta, porque es la única fuente de información que existe sobre los mecanismos que dispararon las causas clínicas de muerte que documenta el Registro Demográfico y que van a la médula de la relación del alza en muertes con circunstancias disparadas por el huracán, como demuestra el caso de López.
Entre ellas, falta de oxígeno, electricidad y abastos de agua en hospitales y clínicas de tratamientos como diálisis y quimioterapias, problemas en las comunicaciones y transportación de emergencia, ansiedad y depresión, y toda suerte de accidentes vinculados con labores de manejo del desastre y carencias de servicios básicos, como luz en los hogares y semáforos en las carreteras. Asimismo, el registro de casos CPI-QZ-AP, los informes de muertes por accidentes vinculados al huracán duplican en proporción los registrados en la población general.
A tres semanas del huracán, Saúl Pabey Martínez, de 27 años, murió tratando de conectar el hogar de un amigo al sistema eléctrico en Peñuelas. El plan era subirse a un poste de electricidad para tomar corriente, pero Martínez se electrocutó y cayó.
Una semana después, Juan Gabriel Valentín Fuentes fue a la casa de su jefe, Ramón Edwin Colón, a cortar un árbol que María derribó en el patio. Una de las ramas le cayó encima y se le enterró en el corazón.
“Condiciones crónicas, que son manejables, pueden volverse mortales muy rápidamente sin el cuidado adecuado”, explicó el doctor Redlener de Columbia.
Tomando esto en consideración, las muertes en Puerto Rico eran predecibles, ya que las farmacias estaban cerradas, y la cadena de abasto colapsó, dijo Redlener.
“Es una situación muy peligrosa”, sostuvo.
A un año de María, esta situación prevalece.