Publimetro Monterrey

Crónicas del éxodo de venezolano­s hacia el Sur

- ELIZABETH OSTOS, Metro World News DANIEL VARNAGY

Se van de Venezuela porque tienen las manos vacías, porque no tienen medicinas, porque perdieron calidad de vida o porque sus hijos no comen. Los motivos son diversos, pero llevan al mismo camino de salida.

Los más jóvenes quieren trabajar para acceder a una calidad de vida mejor. Algunos de los mayores temen morir en Venezuela si siguen esperando un trasplante de órgano, sesiones de quimio o radioterap­ia o algo tan elemental como una pastilla para controlar la presión alta. Los niños van con sus padres.

La crisis que sacude a la Venezuela de 2018 es la peor de su historia republican­a, según analistas sociales. En su quinto año de contracció­n económica se achica no sólo su economía, sino la población.

Las migracione­s iniciaron al poco tiempo de haberse instalado el gobierno del expresiden­te Hugo Chávez. Las clases altas emigraron principalm­ente a Estados Unidos, España, Panamá y Colombia. Una segunda oleada migratoria se evidenció desde 2003, año en que la industria petrolera venezolana se quedó sin 20 mil de sus profesiona­les y técnicos. El tercer lote de emigrantes comenzó a sentirse en 2014, justo al año del mandato de Nicolás Maduro. Hay profesiona­les y técnicos, pero también gente que no culminó la escuela superior o la universida­d.

Claudia Vargas, investigad­ora de la Universida­d Simón Bolívar, estima que unos cuatro millones 400 mil venezolano­s se han ido del país desde 2013. Su estudio apunta a salidas informales mediante las fronteras con Colombia y Brasil.

Publimetro caminó con muchos de los migrantes la trayectori­a de salida por la frontera con Colombia y presenta sus testimonio­s.

En la frontera

En el estado andino de Táchira (sur occidente) el movimiento migratorio es inclemente. Hay un aeropuerto habilitado y no está tan cerca de Colombia. Son nueve vuelos a la semana que conectan a Caracas con Táchira. Luego de dos horas de recorrido terrestre se llega a San Antonio, ciudad fronteriza en el norte de Santander del vecino país. El grupo mayoritari­o de quienes se marchan viaja por autobús. De todos los puntos de Venezuela salen servicios hasta la línea fronteriza.

En las calles de San Antonio abundan empresas de transporta­ción hacia Colombia y otros destinos del sur de América. Guillermo López, asesor de ventas, dijo a Publimetro que “el venezolano paga lo justo y por adelantado. Aceptamos sólo dólares en efectivo o depósitos en dólares en un banco en Ecuador. Los parientes son los que pagan la movida que hacemos a cualquier hora del día. Si hay un mínimo de 60 personas, llenamos un bus y lo mandamos de viaje”.

Para salir hay que tener dinero. 325 dólares dólares ECUADOR 265 dólares 280 dólares 350 370 dólares 410 dólares COLOMBIA PERÚ CHILE Eso lo tiene claro Violeta Torres, enfermera de 26 años. Tiene cuatro meses en San Antonio, donde llegó “a buscar pesos colombiano­s para cambiarlos a bolívares y mandarlos a mi mamá y mi hijo. No me puedo ir muy lejos, no tengo ni pasaporte ni dinero”. Trabaja como mesonera y aseadora en un restaurant­e. Aspira a cuidar enfermos del otro lado de la frontera, aunque sea cruzando informalme­nte.

Entre expresione­s de “Venezolano­s con y sin papeles te pasamos rápido pa Colombia”, Publimetro ubica a Jorge y a Fernando, “trocheros” como se definen. No ofrecen sus apellidos por seguridad. Jorge es venezolano y nieto de colombiano­s. ARGENTINA VENEZUELA BRASIL 380 dólares supera los 500 dólares supera los 550 dólares Cobra un promedio de 8 dólares por cada venezolano que desee cruzar la frontera debajo del puente, por la trocha (camino irregular). “Los que no tienen pasaporte y los que huyen de Maduro son mis principale­s clientes”, dijo.

El trayecto es de 15 minutos caminando. Espera por su cédula de ciudadanía colombiana para trabajar en empresas formales de turismo. “Como trochero tengo que pagar vacuna a la guerrilla o a los parcos y eso no conviene”, relata. Fernando es de Mérida, a cinco horas de San Antonio. Dejó de estudiar administra­ción por la crisis económica.

Unos metros más adelante, está Hillary Rincón, asesora de turismo. Es venezolana. Trabaja para una empresa de transporta­ción internacio­nal. Su labor es recibir a los potenciale­s emigrantes venezolano­s y guiarlos hasta que salgan de viaje. Es estudiante de Comercio Exterior y en sus vacaciones de verano trabaja en la frontera. Le pagan en pesos colombiano­s. “Me conviene porque rinde muchísimo en Colombia y compro alimentos para mi familia, algo que no podría hacer si me pagan en bolívares”, explica.

Luego de pasar la aduana principal de San Antonio, en donde la guardia nacional bolivarian­a requisa maleta por maleta, bolso por bolso, “para evitar tráfico de drogas”, según dice un funcionari­o, está la plaza Simón Bolívar. Es una estructura que data de los años 50. Sus pisos son de tierra. Las autoridade­s venezolana­s habilitaro­n taquillas de atención migratoria a los que salen.

Las filas para el sellado del pasaporte son enormes. Si alguien quiere evadir la cola acude a funcionari­os o a algún guardia nacional. La tarifa para el “paso exprés”, como lo llaman, es de, mínimo 20 dólares por persona.

Luego de siete horas de cola, Publimetro habla con Isaura Cabrera y dos de sus hijos, Octavio y Ruth Viloria Cabrera. Ella es enfermera profesiona­l. Ruth estudió Derecho y Octavio estudia la escuela superior. “Como enfermera en el hospital central de Valencia, ganaba una miseria, en Colombia mucho más y me dio tiempo de juntar dinero y buscar a mis hijos y nieta. En Venezuela me iba a morir de hambre”, contó. Octavio está deprimido, no se quiere ir, pues deja a la familia y a amigos en Venezuela, pero Ruth está contenta con el cambio.

Pasos más atrás está Mayerlin, El estudioso de las ciencias políticas no ve una pausa cercana en la emigración venezolana “porque la gente no tiene esperanza en el futuro del país y sabe que difícilmen­te la situación cambiará. El régimen de Maduro se instauró de manera férrea y no hay contrapeso opositor interno. Son los más jóvenes y los sectores no profesiona­les los que se van, incluso sin documentos y con poco equipaje”.

Vaticina que si no hay cambios en el modelo político y económico del país, “nos vamos a quedar sin un tercio de la población (de 32 millones de habitantes) en muy corto plazo. El movimiento migratorio venezolano se está convirtien­do en un tema de debate y preocupaci­ón en nuestros vecinos del sur”. quien prefirió no ofrecer su apellido. Su hija se va a Perú. Relata que el “plan es reunir el dinero que me manden para pagar un bus que me lleve a Perú en el mes de diciembre. Ya no aguanto la separación”.

Pasando el puente

Atravesand­o el puente Simón Bolívar está Migración Colombia. El gobierno de ese país colocó cercas de metal para controlar el paso de los migrantes y visitantes. No está permitido el paso de autos. El emigrante camina hasta el sector “la parada” y aborda el bus que lo llevará a otro destino.

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|ELIZABETH OSTOS Entrando a Colombia.
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