INDIVIDUALISTAS
“Ahora, acercarse, coincidir, abrir las gavetas del corazón, dará miedo y nos hará vulnerables, recelosos”
Por qué nos desgastamos tanto en dar una opinión u otra. No entiendo cómo podemos tener más furia contra quien opina distinto y mucha menor energía para amarnos entre nosotros.
Antes casi todos peleábamos de la misma forma y contra las mismas cosas. Ahora tomamos banderas distintas y nos descalificamos cuando no se comparte la visión del otro.
Entre tumbos, vamos para distintos lados, de distintas formas y no sabemos cuál nos llevará a la meta.
Luchamos creyendo que le haremos un bien al mundo, a nuestra comunidad, a nuestros hijos, pensando que la lucha es para que ellos hereden un mejor planeta.
Pero en estas luchas, lo que hemos logrado es dividirnos. Nos alejamos intelectual y emocionalmente. Levantamos obstáculos entre nuestras opiniones y las de los otros, nuestros prejuicios y los de los demás, entre su discernimiento y el nuestro.
A muchos les gustaría que con esa furia alguien defendiera, alguna vez, sólo una de sus luchas, las privadas, las que nadie conoce, las que se cargan a cuesta, las inconfesables, las que esperan la llegada de un oído amigo, una escucha atenta, unos ojos compasivos, una mente sin juicios, una aceptación sin condiciones.
Pero eso no llegará porque ya nos medimos en el campo de batalla, ya dijimos que luchar por la ecología, el medio ambiente, el cuidado animal, los derechos de los transexuales, la extinción de las especies, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, al aborto seguro, a la libertad para drogarse, para elegir dónde debe construirse un nuevo estadio o el nuevo aeropuerto, o para seleccionar al que podría ser un mejor presidente para el país, es más importante que nosotros mismos. De otra forma no serían peleas o discusiones, sino diálogo.
Cualquiera de esas causas vale más tiempo, esfuerzo y dedicación, que el que merecen los fantasmas, las luchas internas, los miedos, las soledades o las necesidades propias o de los que nos rodean.
En respuesta, quienes podrían ser mejores amigos, amigos entrañables, de esos por los que antes todavía se estaba dispuesto a dar la vida y a pasar parte de ésta disfrutando su compañía, ahora ya no podrán serlo, porque ahora ya sabemos cómo será la descalificación entre unos a otros. Sabemos cómo se tirarán golpes bajos cuando se argumente; cómo se pasará por encima para tener un punto a favor; cómo resultará más importante mantenerse en la postura adoptada, en lugar de bajar la guardia y entender por qué el otro piensa, actúa, o dice lo que dice, para intentar comprender por qué el otro cree en un discurso totalmente diferente. Por tanto, ahora, acercarse, coincidir, abrir las gavetas del corazón, dará miedo y nos hará vulnerables, recelosos.
No entiendo porqué nos afanamos tanto, si al final las decisiones muy posiblemente ya estén pactadas.
Muchos quisieran haber sentido, aunque fuera una vez, ese apoyo incondicional que algunos le ofrecen al presidente electo, en un estado de admiración tal, que, si da el bandazo para el otro lado, igual todo se le perdona y justifica.
Desearían vivir de alguien más, ese estado de excitación en pro de la defensa de tal o cual cosa, para usarlo en la alegría de la anticipación del encuentro con un amigo en el que sólo haya palabras, comprensión, y por qué no, algún buen vino sobre la mesa.