American BEAUTY
Aerin Lauder, como digna nieta de la fundadora de la marca de cosméticos estadounidense, vive rodeada de belleza. Figurativamente, gracias a su firma homónima de estilo de vida y literalmente, en su glamuroso departamento neoyorquino en el Upper East Side
«De niña siempre quise cortinas, cojines y una mesa cubierta con objetos maravillosos y bowls con dulces. Así no era la casa de mis papás» –Aerin Lauder
Un montón de productos Aerin cohabitan en el hogar de Lauder. Las fragancias y los artículos de belleza están en los baños; los zapatos y accesorios descansan en su vestidor mientras que una selección de lámparas convive junto a las clásicas Tizio de Richard Sapper en los dormitorios de sus hijos. También hay un surtido de sus propios marcos de diseño y tazones de oro escultóricos en la sala que Jacques Grange, el famoso diseñador de interiores francés, remodeló para ella y su familia hace 17 años. Desde entonces, la nieta de Estée Lauder comparte esta casa con su esposo, Eric Zinterhofer, y sus dos hijos adolescentes, Will y Erik. “Recuerdo la primera vez que vi este lugar. Era un día nevado y me enamoré absolutamente de este departamento”, dice ella. “Me encantaron las viejas ventanas de metal y la vista a Park Avenue. Me remitía a la película Somewhere in Time. Era mágico, con tanta luz. Old New York”. Tal vez esa afinidad hacia la estética de tiempos pasados sea la razón por la que Aerin comparte gustos con su abuela. En el vestidor está el mismo papel tapiz Gracie que su predecesora tenía en casa y un tocador con un espejo de cristal Murano que heredó de ella. Este es el retiro de Aerin cuando tiene insomnio. “Me gusta recostarme en el chaise lounge con mi ipad a leer. Mi abuela solía tener un chaise que amaba. Ella quería un lugar en que pudiera relajarse después de que la hubieran peinado, sin arruinarlo”. Estos momentos de soledad tienen mucho, muchísimo valor en la vida de una mujer tan ocupada como ella. “Los uso para despejarme la cabeza y pensar en el día que tengo delante”, confiesa quien inicia todas las jornadas de la misma manera. “Me levanto temprano para llevar a mis perros a caminar y tomar una taza de café. Al volver, me concentro en hacer el desayuno para mi familia y prepararlos para su día. Camino a la oficina donde paso el día en varias reuniones y trabajando en diseños para colecciones próximas. Las tardes las reservo para nuestro tiempo de familia. Entonces, también reviso libros de arte y de diseño en busca de inspiración o es cuando me pongo al corriente con mis amigos”. La diseñadora no tiene tiempo ni para respirar. En un día promedio, para las 11 am ya ha caminado por Central Park (“Es la mejor manera de empezar la mañana”, asegura), alistado y despachado a su familia, checado su mail y hasta asistido a una o dos juntas. Se podría asumir que por las noches apenas tiene energía para mantener los ojos abiertos. Sin embargo, ese es el momento en el que se cuida a sí misma. “Frente a mi tocador me relajo y me desconecto del día”, explica. Pero también es el santuario de su rutina de belleza. “Como diría mi abuela: ‘Sólo tienes una cara, ¡cuídala!’. El cuidado de la piel es súper importante. Mi producto favorito es Advanced Night Repair
de Estée Lauder, siempre lo traigo conmigo y lo uso diario”, recomienda. No sólo la sabiduría de Estée dejó una huella en Aerin, sino también su sensibilidad. “Mi abuela estaba dedicada al estilo. Siempre había una mesa llena de libros y flores, así como un bloc de notas con una pluma en el cuarto de invitados. Era la fusión entre el lujo y la atención al detalle. Y lo hacía parecer fácil”, rememora. Ahora, esa característica resuena en su hogar y en su trabajo. Uno de los mantras detrás de la marca Aerin es “Living beautifully but effortlessly”, una lección que su fundadora heredó y que aprendió a lograr. “Tanto mi madre como mi abuela amaban decorar y me enseñaron la importancia de la consistencia. Eso también resuena en términos de moda. Unos buenos jeans, un blazer, unos pantalones negros y un suéter de cashmere te pueden llevar prácticamente a cualquier lado”, dice categórica. En las casi dos décadas que tiene de vivir aquí, el departamento se mantiene casi idéntico a como lo dejó Grange para ella y su familia, lo que incluye una selección de la notable colección de arte de su padre. Hay una litografía Rothko en la mesa de café y uno auténtico colgado en la pared a pocos metros, justo al lado de un Ed Ruscha. Hay un montón de Ellsworth Kelly (incluyendo una foto de Jack y el Beanstalk que el artista creó para uno de sus hijos como regalo Joyero Beauvais Velvet 2. Portavasos para copas de vino Chocolate Shagreen 3. Hielera Chocolate Shagreen 4. Marco para fotos Catalina de cumpleaños). Los garabatos de gran formato de Cy Twombly en el pasillo están justo frente a un tapiz del siglo XVIII, igualmente majestuoso, proveniente de una coqueta tienda de antigüedades en la amada París de Estée, quien convenientemente tenía una casa cerca. Todos tesoros dignos de un museo, pero si el edificio estuviera en llamas y Aerin sólo pudiera salvar una pieza, ¿cuál escogería? “Probablemente tomaría el Yves Klein”, responde señalando un lienzo que podría describirse como un panel sólido Azul Klein. “El color es una parte de mi ADN y de mi marca. Es el mar y el cielo”. Es fácil entender porque Aerin no se puede imaginar su vida en ningún otro lugar (aunque claro, tiene otra casa en los Hamptons). Vive rodeada del mismo tipo de estilo que Estée defendió y modeló en su imperio: los restos de la Edad Dorada estadounidense refractados a través de una sensibilidad europea de alta costura, Clignancourt y macarons rosa con oro espolvoreado. Ese ambiente inunda a este departamento, en particular con el uso de textiles de animal print que tapizan las sillas y que aparece tanto en los manteles como en los corredores. “Siempre me ha gustado el leopardo”, explica. “Procuro ser consistente pero también tengo tres perros y dos adolescentes y el patrón oculta las manchas”. Práctico y elegante. Como ella y, también, como Estée Lauder.