Quién

EL ARTE DE VIVIR

La artista conceptual favorita de Givenchy, la que ha sido portada de revistas de moda y es una cara común en fashion week nos recibe en una casa tan inusual como ella. Éste es el universo de Marina Abramović.

- Por MARZIA NICOLIN Fotos RETO GUNTLI/LIVING INSIDE

N“La casa tiene una energía increíblem­ente pacífica. Es un lugar para ensayar, descansar y pensar entre proyectos” —Marina Abramović

o se sabría qué tipo de casa esperar de una artista de una personalid­ad tan fuerte, pública y controvert­ida. Lo que sí asumimos es que de alguien tan involucrad­a en todas sus creaciones, protagonis­ta de cada actuación que hace, no podía tener un hogar normal. Y sí, Marina Abramović posee una casa ¡en forma de estrella!, aquella que permaneció, sin venderse, muchos años en el mercado. No era deseable, tal vez por su forma, tan vanguardis­ta, ambiciosa, simbólica.

Eso para Marina significab­a sólo una cosa: ése era su lugar. “Crecí en un país comunista”, dice Marina. “En-

tonces la estrella es un símbolo potente para mí. Está en mi certificad­o de nacimiento, estaba en todos mis libros en la escuela. Me tomó alrededor de 30 segundos decidirme a comprar Star House”, dice sobre la propiedad en Malden Bridge, Nueva York.

No todo fue perfecto en el momento de la compra en 2007, de hecho. Había murales pintados en toda la casa y los pisos eran de un pino amarillo granulado que ella odiaba. “Era pesada”, recuerda. Así es como conoció al señor Wedlick, de Nueva York, quien diseñó la casa original de 316 metros cuadrados para un cirujano cardiovasc­ular en la década de los 90, para que él y sus tres hijos adultos pudieran tener un espacio igual y privado. La señora Abramović, que no es conocida por ser evasiva, no dudó: simplement­e llamó y le dejó un mensaje que

decía: “Soy Marina”. Acabo de comprar tu casa estrella y mañana me entregan un sofá. Te necesito aquí”. Fue amor a primera vista: “Me enamoré totalmente. Ella tiene la personalid­ad más ordinaria para alguien que hace un trabajo tan extraordin­ario y controvert­ido “, dice el arquitecto, quien en los meses siguientes trabajó duro en el proyecto. “Marina no señala detalles”, continuó. “Ella sólo te dice una o dos ideas y nunca cambia de opinión: toma una decisión y continúa”. Siguiendo instruccio­nes desnudó la casa, pintó las paredes y los techos blancos. Los pisos fueron reacabados con un sellador llamado Bona Naturale, para suavizar el grano sin agregar brillo. Se eliminaron las columnas que flanqueaba­n algunas entradas.

Hoy, es una casa despojada de cualquier detalle superfluo, muy comunicati­va en su sobriedad y tranquilid­ad. Las espaciosas habitacion­es inundadas de luz natural son el hogar de algunos muebles muy selectos: funcionale­s y cómodos. Como el sofá de Patricia Urquiola, muy querido por Marina, la mesa Cappellini, los muebles firmados por Achille Castiglio- CONTINÚA

EL PODER DE LA MENTE

Marina Abramović puede pasar toda una semana en el bosque que rodea su casa, sin comer, sólo meditando.

Al granero rojo más allá del comedor Abramović le dice con cariño Marlboro red. Actúa como un espacio de práctica y la sede del Instituto Marina Abramović, donde ejecuta ejercicios de conciencia­ción. Sobre la mesa, un par de candiles del siglo XVIII de una iglesia católica en Mallorca, España. Ella que odia lo genérico, disfruta las tiendas de antigüedad­es. “Busco en las de Hudson piezas italianas y francesas originales”.

“Me interesa lo que el cerebro no puede explicar. Hay cosas que la ciencia prueba después de que la espiritual­idad ha practicado durante mucho tiempo” — Marina Abramović

ni, Jasper Morrison e Isamu Noguchi. Lo esencial y nada más. La razón es simple: una persona como Marina, tan constantem­ente expuesta en su trabajo, necesita aislarse en un santuario silencioso, inmerso en la naturaleza catártica e inspirador­a.

La configurac­ión es intrínseca­mente relajante. “Tiene una energía increíblem­ente pacífica. Es un lugar para ensayar, descansar y pensar entre proyectos”, subraya la dueña, que puede pasar largas horas meditando y entrenando para sus desafiante­s actuacione­s. La astucia está en detener todo lo relacionad­o con el trabajo en un espacio fuera de la casa, el espacioso granero rojo brillante, como harían los japoneses, personas racionales por definición. “Tengo dos hangares en la propiedad llenos de cosas de todos mis shows y de mi vida. Los japoneses lo hacen muy bien, tienen grandes espacios de almacenami­ento y constantem­ente cambian su entorno, pueden tener un jarrón que sacan en invierno y otro en verano”.éste está muy lejos de su primer proyecto de decoración, que emprendió a los 14 años, cuando vació el departamen­to de su familia en Belgrado, sacándolo todo menos una cama, una mesa y una silla.

Aunque hay más objetos que entonces, aquí no se permiten pinturas: “No me gusta colgar cuadros en las paredes. Soy una artista y necesito espacio en blanco para pensar”. Todavía hay color, pero en ráfagas discretas, por ejemplo, el naranja del lounge chair de Olivier Mourgue Djinn Relaxer de 1965, concebido como una pieza escultóric­a, el azul cobalto de una chaise longue Bouloum de 1968 o el rojo de un sofá Kazuhide Takahama Suzanne de 1968. El hogar es un lugar para pensar, leer y entretener. De hecho, esta casa sirve también como la sede del Instituto Marina Abramović (MAI) donde realiza “ejercicios de conciencia­ción” que van desde caminar en cámara lenta y sentarse en el bosque con los ojos vendados o contar granos de arroz y meditar dentro de una “cueva de cristal”. Experienci­as poderosas que realmente pueden cambiar personas y percepcion­es.

A casi tres horas de la ciudad de Nueva York y rodeada de hectáreas de vegetación (“Los venados prácticame­nte llegan a la puerta principal”) con un río y todo, la villa es un espacio de vida, puro y tranquilo, donde la creativa puede ir más allá de sus propios límites, fronteras y creencias. Con sus 70 años a cuestas, la vida de la ex yugoslava es una aventura difícil de imaginar. “Mi trabajo es mi vida”, explicó Marina, con sencillez.

SIN PRETENCION­ES

El estudio, el lounge chair de Charles & Ray Eames y la lámpara Akari de Isamu Noguchi para Vitra. “Odio los coffee-table books que no se usan. Sólo guardo los libros que estoy leyendo”.

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La artista aprecia el contacto con la naturaleza, las energías espiritual­es que ciertos sitios naturales y arquitectó­nicos transmiten. Aquí con un cristal de cuarzo, que Abramović cree que irradia energía positiva.
UN TOQUE MÍSTICO La artista aprecia el contacto con la naturaleza, las energías espiritual­es que ciertos sitios naturales y arquitectó­nicos transmiten. Aquí con un cristal de cuarzo, que Abramović cree que irradia energía positiva.
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 ??  ?? EL JUEGO DE LAS SILLAS Marina Abramović aprecia los objetos funcionale­s, el mobiliario básico, la estética minimalist­a y meditativa. Así, en la cocina, hay una lámpara de techo industrial de aluminio y algunos taburetes de fibra de vidrio de los años...
EL JUEGO DE LAS SILLAS Marina Abramović aprecia los objetos funcionale­s, el mobiliario básico, la estética minimalist­a y meditativa. Así, en la cocina, hay una lámpara de techo industrial de aluminio y algunos taburetes de fibra de vidrio de los años...
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 ??  ?? PROPS DE LA VIDA REAL Los libros y objetos de Marina que ha usado en sus performanc­es sobre una mesa de los años 50 diseñada con una base en forma de estrella.
PROPS DE LA VIDA REAL Los libros y objetos de Marina que ha usado en sus performanc­es sobre una mesa de los años 50 diseñada con una base en forma de estrella.
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