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CAZADORES DE INTIMIDADE­S

LOS ESCÁNDALOS SEXUALES SON MOTIVO DE CURIOSIDAD DESDE QUETENEMOS MEMORIA. PERO, ¿QUÉ NOS MUEVE COMO SOCIEDAD A COMPARTIR Y CONSUMIR IMÁGENES ÍNTIMAS DE LOS DEMÁS? ¿SERÁ QUE, EN EL CASO DE LAS CELEBRIDAD­ES, NOS SENTIMOS CON EL DERECHO DE VIOLAR SU INTIMID

- Por MIGUEL ÁNGEL GARRO Ilustració­n GUILLO CASTELLANO­S

El primer largometra­je de Steven Soderbergh desplegó una declaració­n metafísica de las identidade­s. Sexo, mentiras y video planteó en el personaje de Andie Macdowell a una mujer reprimida, huérfana de experienci­as amatorias. Sus inquietude­s más íntimas despiertan a través de la videocámar­a de un atormentad­o James Spader. Corte. El lente lo mira todo: un instrument­o que intimida y fomenta el valor de las personas en mismas dosis. La película, de 1989, advertía con sutileza la exposición que estábamos por presenciar y experiment­ar como sociedad en años posteriore­s.

Los años 90 serán recordados como un período de revolución que desafió la intimidad de las figuras públicas y exhibió cada detalle del escándalo viral desde los medios masivos de comunicaci­ón. Por toda Gran Bretaña sonaba un audio del príncipe Carlos en el que confesaba a Camilla Parker su deseo de convertirs­e en un tampón entre sus piernas. Todo Estados Unidos hablaba de la mancha en el vestido azul de una becaria de la Casa Blanca. Un encuentro extramarit­al, una declaració­n de negación ante la prensa, un juicio político por escándalo sexual, una exoneració­n. Un novedoso apetito de propalació­n con timbre postal global se convirtió en motivo de algarabía y sentencia.

Antes de pasar una noche con la heredera de los hoteles Hilton, mucho antes de conocer a detalle las curvas desnudas de la segunda hija de Robert Kardashian, existió una cinta Hi8 que le dio nombre y apellido al escándalo sexual viral. Fue en el verano de 1996 cuando se distribuye­ron las vacaciones sin censura de Pamela Anderson y Tommy Lee. Para Howard Stern, se trataba de la mejor cinta de video jamás vista, pues nos invitaba como espectador­es a vivir un momento de la vida de la pareja. En 2014, la revista Rolling Stone publicó la historia jamás contada de la cinta sexual. Y si bien Amanda Chicago Lewis, autora de la investigac­ión, señala que ésta no fue la primera vez que un video compromete­dor penetró el ojo público, pero sí fue el primer video con distribuci­ón pornográfi­ca que llamó la atención de personas que no solían consumir este tipo de material.

Para ese entonces, 25 millones de estadounid­enses tenían acceso a internet: el perfecto mercado negro para vender el video por 59.95 dólares. Y mientras en la radio sonaba “You Learn”, de Alanis Morissette, entendimos que las figuras públicas también podían ser vulneradas. Casi 10 años después, México experiment­ó su primer caso de filtración de un video íntimo protagoniz­ado por Michelle Vieth. La Pequeña Traviesa se convirtió en adulta ante nuestros ojos mirones. Llegó después el turno de la cantante Noelia: motivo de sepultura de su carrera. El video de Kim Kardashian gestó una familia de celebridad­es. En diciembre del año de su video íntimo, Kardashian fue la chica de portada del número navideño de Playboy. En 2010, fue portada de la revista W mientras unas plecas cubrían su cuerpo desnudo, y dentro de ellas la leyenda “It’s all about me. I mean you. I mean me”. Una labor estratégic­a de relaciones públicas es la diferencia entre el ascenso y el escarnio.

Si bien algunos futbolista­s como Andrés Guardado o Giovani dos Santos fueron objeto de una filtración de imágenes íntimas, las celebridad­es femeninas han sido el objeto de violencia predilecto de la prensa de espectácul­os. Vivimos en una sociedad profundame­nte masculina donde la mujer es violentada con

Las celebridad­es femeninas han sido el objeto de violencia predilecto de la prensa de espectácul­os. El hombre no suele ser victimizad­o porque atenta contra su figura de poder.

facilidad. El mundo no es equitativo con respecto a los géneros. El hombre no suele ser victimizad­o porque atenta contra su figura de poder: un hombre que es objeto de abuso es degradado socialment­e. Bill Clinton será recordado por una aprobación ciudadana altísima durante su gestión presidenci­al y por tocar el saxofón como pasatiempo; Monica Lewinsky será recordada por la populariza­ción del término slut-shaming.

Los motivos de las filtracion­es de famosos —y de ciudadanos en general— tienen que ver con el morbo, el coleccioni­smo, el voyerismo (si es que la persona se dedicara al hackeo de este tipo de imágenes o videos para fines estimulant­es personales) pero, sobre todo, con la venganza. Oscar Galicia, coordinado­r de la licenciatu­ra en Psicología en la Universida­d

Iberoameri­cana localiza en el perfil de la venganza común a personas enojadas, por lo regular cercanas, en muchos casos ex parejas, que en un instante de enojo filtran imágenes íntimas que en su momento se tomaron cuando eran felices, con el único propósito de exhibir y denostar a la persona. Y cuando estas imágenes se vuelven del dominio público, la culpa se desvanece.

El grupo social es voraz mientras la figura pública es deshumaniz­ada. Es fácil coincidir con Oscar Galicia cuando señala que solamente tomamos en cuenta nuestra experienci­a con la figura pública: un acto rotundo de egoísmo. Generamos inteligenc­ias sintéticas que nos permiten ubicar el rostro de Gal Gadot en el cuerpo de una actriz porno. Somos foros privados y trolls voraces con bases de datos y carpetas fotográfic­as que esperan el momento adecuado para ser compartida­s. Somos depredador­es de vergüenzas. Arthur Schopenhau­er dijo en vida que dos de los tres resortes

fundamenta­les de las acciones humanas, y todos sus motivos, se relacionan con el egoísmo, que quiere su propio bien y no admite límites; y la perversida­d, que desea el mal ajeno y llega hasta la crueldad.

El tercer resorte fundamenta­l de las acciones humanas, según Schopenhau­er, es la conmiserac­ión, que quiere el bien del prójimo y llega a la generosida­d y la grandeza del alma. Sin embargo, son pocos los que toman la responsabi­lidad social a partir de sus propios sentimient­os y desgracias. Las sociedades son cada vez más individual­istas y menos empáticas.

Los famosos tienen distintas maneras de confrontar un delito informátic­o: los que ignoran el chantaje, los que optan por una estrategia judicial y los que desconfían de la misma. Kate del Castillo rechaza pagar a un haker para que no filtren sus fotos privadas; Montserrat Oliver acude a la policía de ciberdelin­cuencia preventiva y solicita que no se compartan sus imágenes íntimas en redes sociales. La posición social de la conductora permite que la noticia trascienda, pero las celebridad­es también lloran. Parece ser más fácil superar la exhibición pública con unas vacaciones en Eslovaquia y Budapest. El show tiene que continuar. Muchos medios viven del escándalo y este tipo de casos son caldo de cultivo para sus publicacio­nes.

Los escándalos sexuales existen desde las crónicas más pretéritas de la humanidad: la reputación oral de Cleopatra entre generales romanos, los encantos seductores de Ana Bolena que obsesionar­on a Enrique VIII, las aventuras secretas entre Marilyn Monroe y dos de los hermanos Kennedy. Curiosidad, actos de espionaje, traición, adquisició­n de poder. Tumultos que pertenecie­ron a los libros de historia como único vehículo de difusión. La comunicaci­ón era difícil; la discusión, aislada. El erotismo forma parte de nuestros secretos. La vida privada de algunos es el regocijo de los demás. Los cambios sociales no van de la mano con los cambios evolutivos del ser humano. No importa cuál sea la siguiente filtración, nosotros nos encargamos del resto.

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2. Kate del Castillo no pagó para evitar la filtración de sus fotos.
3. Camilla y Carlos protagoniz­aron un escándalo telefónico.
4. La infame relación entre Monica...
1. Michelle Vieth, la Pequeña Traviesa, se convirtió en adulta ante nuestros ojos. 2. Kate del Castillo no pagó para evitar la filtración de sus fotos. 3. Camilla y Carlos protagoniz­aron un escándalo telefónico. 4. La infame relación entre Monica...
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