La discreción de Carolina Martínez
Familiar e institucional. Ecuánime y educada. Fuerte y conciliadora. Todos son adjetivos que, de acuerdo con los que la rodean, definen a la pareja de Ricardo Anaya. Pero basta uno solo para entenderla: discreta.
EDAD 38 años PROFESIÓN Administradora PAREJA Ricardo Anaya
MATRIMONIO 19 de marzo de 2005
Como novelista, acostumbro buscar la mayor cantidad de información sobre mis personajes históricos. De hecho, aunque sean inventados, es necesario conocerlos: su aspecto físico, pasado, gustos, manera de pensar. Pero por más libros y documentos que uno lea, siempre hay espacios en blanco que llenar. Hacer un texto de Carolina Martínez Franco, esposa de Ricardo Anaya, candidato de la coalición Por México al Frente, ha resultado una tarea complicada. Digamos que sobran las preguntas y casi no hay respuestas.
Se ha escrito muy poco sobre esta mujer delgada, atractiva y de expresivos ojos claros. Las notas de los periódicos repiten lo mismo: nació en 1979, es hija de un importante empresario queretano, cuyos antepasados llegaron de España. Sabemos que es madre de los tres hijos de Anaya y que estudió la licenciatura en Administración de Empresas en el Tec de Monterrey, Campus Querétaro. Se tituló y trabajó durante algún tiempo en las empresas de su familia. Para ella, la familia, como institución, es un pilar esencial y ser mamá es su vocación. También es de las afortunadas que no han sufrido problemas económicos: desde pequeña, su padre pudo conseguir y sostener un muy buen nivel de ingresos. Podemos aseverar que Carolina siempre ha pertenecido a una clase social privilegiada.
En su arreglo adivinamos a una mujer discreta, de buen gusto. Es dueña de una sonrisa transparente y sincera que transmite seguridad en sí misma. Y de una mirada alegre y amable, en la que se puede adivinar una tranquila fortaleza. Siempre se ha mantenido tras bambalinas y se nota que es el lugar que prefiere, el que la hace sentir segura. Es una mujer ecuánime, quien construye un entorno de paz, en una casa en donde todo funciona, para que su esposo emprenda la lucha por un país en el que ambos creen y al que le están apostando todo.
Cree en la solidaridad de los mexicanos (que tanto demostramos en el sismo de septiembre) y afirma que hay que luchar contra la corrupción y la desigualdad. Las mamás de la escuela a la que asisten sus hijos afirman que es educada y muy buena persona y el propio Ricardo Anaya la considera una madre cariñosa, amorosa, pero también firme.
Sin embargo, el silencio también es una señal. Con tan poca información resulta difícil suponer qué tipo de primera dama sería. Ella dice que estará en donde pueda ayudar más, cerca de quienes la necesiten, pero todo indica que elegirá el camino de la discreción y mantendrá un perfil mesurado, como Paloma de la Madrid o Cecilia Occelli, guardando un prudente silencio ante el rumor.
Hoy, que está de regreso en México, tras vivir en Estados Unidos, para apoyar a su pareja, cuando es más necesario y de manera más pública, da la impresión de que ella preferiría seguir alejada de las cámaras, pero, repito, su bajo perfil deja mucho a la imaginación, así que tal vez me equivoco.