Premian su trayectoria y valor periodístico
Acompañamos a la periodista Alma Guillermoprieto a recibir el premio Princesa de Asturias a la Comunicación y Humanidades en una emotiva ceremonia en el teatro Campoamor de Oviedo.
LA PERIODISTA MEXICANA ALMA GUILLERMOPRIETO RECIBIÓ DE MANOS DEL REY FELIPE VI EL PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE LA COMUNICACIÓN Y HUMANIDADES EN UNA EMOTIVA CEREMONIA EN EL TEATRO CAMPOAMOR DE OVIEDO. ANTES DE ESE DÍA, ALMA VIVIÓ UNA DE LAS SEMANAS MÁS ESPECIALES DE SU VIDA. QUIÉN ESTUVO PRESENTE.
Desde el domingo que aterrizó en Oviedo, Alma no paró. Salió del auto oficial acompañada por una banda de gaitas asturianas que le dio la bienvenida al hotel Reconquista, centro neurálgico de los premios Princesa de Asturias. Faltaban cinco días para el día grande de audiencia y entrega del galardón de mano de los reyes de España, así que, incansable, exprimió cada segundo. Se reunió con alumnos de secundaria, con periodistas noveles, con miembros de 116 círculos de lectura llegados de diferentes puntos del país, fue a firmar libros a la centenaria Librería Cervantes y atendió a sus colegas de profesión, además de a sus amigos llegados de México y Estados Unidos que quisieron estar cerca de ella en esos días tan especiales.
Todo comenzó el 3 de mayo de 2018, cuando el jurado de los premios anunció que esta periodista mexicana era la ganadora en la categoría de Comunicación y Humanidades. Nació en la Ciudad de México hace 69 años, pero Alma Guillermoprieto Paniagua voló muy joven a Nueva York a estudiar danza en la academia de la célebre bailarina Martha Graham. Tras años de esfuerzo, terminó dando clases de danza en Cuba. Fue en La Habana cuando, de un día para otro, comenzó en el oficio periodístico, informando de masacres, revoluciones, tragedias, penas y alegrías de Nicaragua, El Salvador, Perú, México y otros países de Latinoamérica desde los años 80 hasta la fecha. Se había convertido en periodista freelance, escribiendo magistrales crónicas y reportajes para The Guardian, The Washington Post, Newsweek, The New Yorker, National Geographic o The New York Review of Books. Luego vendrían sus siete libros publicados en inglés y en español.
“Por su larga trayectoria profesional, su profundo conocimiento de la compleja realidad de Iberoamérica, que ha transmitido con enorme coraje también en el ámbito de la comunicación anglosajona”, fueron los motivos del jurado para concederle uno de los galardones más importantes del mundo. De hecho, en la categoría de Comunicación y Humanidades, Alma es la tercera mujer –junto a la fotógrafa Annie Leibovitz y la filósofa María Zambrano– que lo recibe en los 38 años de vida de estos premios.
CARA A CARA CON LOS REYES
Después de disfrutar de Oviedo, “una ciudad tan hermosa y hospitalaria”, de su gente y su gastronomía –visitando los famosos restaurantes Bocamar, Casa Gervasio y Gato Negro–, llegó el día grande para Alma Guillermoprieto. La mañana del viernes 19 de octubre, en el hotel Reconquista, uno de los más antiguos de España –el edificio es de 1752–, era un ir y venir de personajes. A su primer hall iban llegando personalidades para asistir a la audiencia con Felipe VI y Letizia, quienes también hicieron del hotel su residencia oficial durante tres días. Por ahí pasaron la reina Sofía, políticos, escritores y empresarios vinculados a la Fundación Princesa de Asturias, entre ellos, los mexicanos Antonio Suárez y su hija Fernanda, Carlos Casanueva junto a su hija Carmen y Eva María Garza Lagüera y su esposo José Antonio Fernández Carbajal, quien llevaba un libro de Alma – Desde el país de nunca jamás, una selección de los reportajes más importantes de la periodista–, para que se lo autografiara.
No era el primer encuentro de Alma con la pareja real. La noche anterior, después del tradicional concierto que se celebra la víspera de los premios y en medio de estrictas medidas de seguridad, los reyes y los premiados cenaron de forma privada en un edificio muy singular llamado “la lonja de Trascorrales”. De la cena “top secret”, como la definieron los periodistas locales, sólo sabemos que, como todos los años, fue preparada por los chefs con estrella Michelin del Principado de Asturias. La primera audiencia oficial fue en el salón Covadonga del hotel, antigua capilla de planta octogonal, donde los reyes le entregaron a Alma y a los demás la insignia de oro de los premios. Acto seguido se celebró un coctel al que fueron convidados también los acompañantes de Alma, la periodista Karen de Young –editora del Washington Post y premio Pulitzer 2002– y los arquitectos mexicanos Walter González Lutzenkirchen, su esposa Teresa Ojeda, Jorge Calvillo Unna y su esposa Lorena Méndez. “Nos conocimos en Nicaragua cuando ella trabajaba para The Guardian. Somos grandes amigas. Se merece este premio”, nos comentó Karen después de comer.
UN APLAUSO ETERNO
El momento culmen de ese gran día fue la imponente ceremonia de los premios Princesa de Asturias. Las gaitas volvieron a sonar en el Reconquista y en el Teatro Campoamor, engalanado para la ocasión. Entre aplausos (y la tradicional manifestación antimonárquica de todos los años), Alma posó a la entrada del teatro, siguiendo su estilo con un vestido color índigo y un chal rojo con flores. Dentro esperaban 1,300 invitados. Entró la reina Sofía, luego los reyes, sonó el himno nacional y uno a uno fueron subiendo al escenario los galardonados: el director de cine Martin Scorsese, los alpinistas Krzysztof Wielicki y Reinhold Messner, la oceanógrafa Sylvia A. Earle, el filósofo Michael J. Sandel, el biólogo Svante Pääbo y los representantes de la ONG Amref Health África.
Y entonces tocó el turno del discurso de la mexicana, visiblemente emocionada. “Desde ese mismo día del anuncio del premio supe también que en mi caso no me tocaba cargar yo sola con este galardón, sino que se me daba como reportera que soy, una entre muchos”, dijo Alma a los presentes con una voz pausada. Así habló de periodistas, de su importancia en el mundo y, con la voz entrecortada, se acordó de uno en concreto, del periodista sinaloense Javier Valdez, asesinado en 2017. “Habían matado a mi valiente, inclaudicable amigo, Javier. Fue como si apagaran la luz del mundo. Estos asesinatos, siempre impunes, matan no sólo a la víctima, sino a todos los que la rodean, y claro, esa es también la intención. Matan a uno para intimidar a todos”, denunció Alma ante la atenta mirada de Felipe VI y de Letizia (antes periodista). “Agradezco a mi oficio estos 40 años de vida, a mis colegas —los reporteros de a pie, y en particular a mis atribulados colegas en Venezuela, Nicaragua, México, a quienes admiro tanto— y a ustedes por escuchar. Gracias, majestades”, concluyó. El aplauso fue mayúsculo, eterno. Martin Scorsese, sentado a su lado, no paró de celebrarlo.
SU MAMÁ, SU INSPIRACIÓN
Periodista valiente, curtida en mil batallas, justo antes de recoger su premio, Alma nos confesó de dónde le vino su amor por las letras. “Mi madre [Lita Paniagua, de origen guatemalteco] era una mujer talentosísima que nunca hizo la carrera que hubiese querido hacer entre otras cosas porque era tímida. Siempre quiso ser escritora y escribió de hecho durante años. Tuvo una columna en la revista Kena, se llamaba “Ecos de Nueva York”. Ella era muy feliz. Cuando volvió a vivir a México siguió con “Ecos de México”. Eran columnas muy bonitas y yo creo que, si comparas una columna de ella y un texto mío, ves muy clara su influencia, esa fue su herencia”.
Junto a su madre, Alma vivió años de penurias y muchos sacrificios en Nueva York, persiguiendo su sueño de ser bailarina profesional, como describe en su libro La Habana en un espejo. ¿Qué queda de aquellos sueños? “¡Sigo bailando! pero en las fiestas”, dice entre risas, aunque en realidad nunca se ha desligado del todo del mundo artístico pues es parte del consejo asesor del Center for Ballet and the Arts (CBA) de Nueva York. “Tengo una relación institucional con el CBA y es delicioso poder estar entre bailarines y coreógrafos”. Después de una semana que cerró con broche de oro con la entrega de este galardón –dotado de 50 mil euros y una estatua de Joan Miró–, Alma volvió a Colombia, lugar en que vive actualmente, aunque Nueva York también la espera. Y es que, después de vivir en tantos lados, Alma cree que “América Latina es un gran país”. Eso sí, a México lo tiene siempre presente. ¿Hay esperanza para nuestro país?, le preguntamos antes de despedirnos. “¡Siempre! Aunque eso no quiere decir que vaya a ser fácil”.