Jorge Valdano La Liga: Parque temático
Arrancó el futbol español con todo. Cuando digo “con todo” me refiero a la vieja fuerza pasional y al nuevo enfoque industrial que caracterizan el juego, pero también al despliegue de diferentes expresiones futbolísticas que enriquecen la Liga más que a cualquier otro campeonato. Tener a Messi y a Cristiano Ronaldo en un mismo torneo es jugar con ventaja por el tremendo impacto que los dos cracks tienen dentro del planeta futbol. Si hacemos un recorrido por los nombres propios, a la sombra de ese duelo que mantienen en el tiempo el mejor jugador del Madrid y el mejor del Barça, encontraremos a sus posibles herederos: Bale, Griezmann, Neymar… No olvido que son principalmente estos héroes los que hacen atractivo el futbol, pero me gustaría alargar la mirada para entender la grandeza futbolística de la Liga en toda su dimensión. Durante mucho tiempo el futbol español tuvo una marca registrada: ‘La Furia’. Un nombre con fuerza comercial, pero con poco sentido, porque la furia es un estado de ánimo antes que un estilo. Peor aún, es un estado de excepción del ánimo puesto que no se puede jugar ni vivir permanentemente furioso. Pero el nombre se impuso y la dictadura franquista contribuyó a ello, porque durante 40 años hubo una lamentable falta de gimnasia para el debate, incluso en cuestiones tan populares e inocentes como las del futbol. En el año 1948, el General Zamalloa, dirigente federativo, entró al vestuario de la selección para arengar a los jugadores antes de un partido frente a Suiza y terminó el discurso con palabras que en estos días incendiarían las redes: “ya sabéis, cojones y españolía”. A un tal Pahiño, jugador gallego que tenía una personalidad muy marcada, se le escapó la risa y no volvió a la selección. Esas cosas le pasaban a quien tenía la manía de pensar. En aquel entonces había un periodismo deportivo combativo, pero sus denuncias animaban polémicas contra directivos de clubes o federativos, lo que daba una apariencia de libertad que nunca traspasaba las fronteras del futbol. Ni siquiera la frontera de la cancha. Porque aunque había plumas excelentes, lo que no existía era discusión sobre el juego, los estilos, los sistemas… El que ganaba tenía razón y a otra cosa. Pero con la muerte del Caudillo, España se abrió políticamente y el futbol, con la pereza que le caracteriza, vivió su propia transición. Visto con perspectiva hubo dos oportunos fenómenos que contribuyeron a una nueva visión de las cosas. Por un lado, “La Quinta del Buitre” en el Real Madrid, muy conocida en México por la colosal contribución de Hugo Sánchez. Esa generación de jugadores exquisitos en lo técnico y simpáticos en lo social por su carácter desacomplejado, atrajo hacia el futbol una mirada nueva. Más civilizada. Fueron la