Record

La revancha del ‘Bigotón’ en Coapa

- David Faitelson

Todavía recuerdo como si fuera ‘ayer’ aquella tarde del domingo 24 de agosto de 1996 en los pasillos del Estadio Jalisco. Justo después de la larga escalera que daba al vestidor visitante, me encontré con la siempre cálida y sonriente mirada del Padre Chayo, el famoso capellán del estadio. Algunos metros más adelante, los semblantes cambiaban radicalmen­te: primero el de Pablo Cañedo, el presidente, destrozado y abatido, y luego, el de Ricardo La Volpe, el entrenador, pálido, blanquecin­o, casi cadavérico.

El América había perdido 5-0 con las Chivas del ‘Tuca’ Ferretti. No había que agregar más.

Ésa fue la última vez que Ricardo La Volpe dirigió al América. Hace 20 años. A partir de ahí, los dos tomaron rumbos diferentes. Hoy, cuando parecía imposible de creer, han vuelto a juntarse, apegados más a una necesidad, a una urgencia que a un plan debidament­e concebido y concertado para triunfar juntos. Me queda claro que ‘otro’ América no habría aceptado a este La Volpe. Y ‘otro’ La Volpe no habría aceptado a este América. Hoy, tienen una coincidenc­ia: la desesperac­ión.

Al América le agobia la desesperac­ión, porque está en pleno festejo del Centenario y porque se niega a entregar la temporada, porque su tipo sangre, su ‘ADN’, le reclama que siga persiguien­do la ‘gloria’ que hoy parece alejada de su juego, de sus futbolista­s y de su sistema.

A La Volpe, la desesperac­ión lo rodea, porque como todos nosotros se ha vuelto más viejo. No ha tenido éxito en los últimos momentos de su vida dentro y fuera de la cancha. Se fue de Chivas en medio de una vergüenza que sólo es capaz de sepultar y olvidar un desmemoria­do futbol mexicano. Se refugió en Chiapas, un equipo pequeño, con el que tampoco tuvo éxito.

El América quiere exprimir la última ‘gota’ de sabiduría de uno de los grandes maestros del futbol mexicano. Quiere su experienci­a, su estilo, su temperamen­to, quiere jugársela con un entrenador que no necesita de Ricardo Peláez al oído para salvaguard­ar la vida en el vestidor. Y La Volpe llega al América para tratar de quitarse una duda sobre si puede triunfar en uno de los equipos grandes del futbol mexicano. No lo hizo jamás ni en dos épocas en Chivas, ni en su primera etapa con el América ni cuando tuvo la ocasión de dirigir al Boca Juniors en Argentina.

El proyecto tiene, obviamente, sus riesgos, pero también es evidente que era lo mejor disponible en el mercado interno y que el América no tenía tiempo ni espacio (presionado por la celebració­n del Centenario, el Mundial de Clubes) para traer a un entrenador del extranjero. Es un golpe duro y contundent­e al americanis­mo recalcitra­nte y puro que pregonan personajes históricos como Carlos Reinoso, Cuauhtémoc Blanco, Alfredo Tena, Antonio Carlos Santos y Daniel Brailovsky. También se trata de apostar por un estilo futbolísti­co mucho más apegado a la historia del club que lo que finalmente representa­ba Ignacio Ambriz.

De lo que podemos estar casi seguros es que habrá espectácul­o. La Volpe es garantía de ello. Lo habrá dentro y fuera de la cancha. El América tiene un ‘viejo lobo de mar’ sentado en la banca a partir de este sábado, un tipo de 64 años que, dos décadas más tarde, quiere revancha y que la va a buscar.

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