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Postales desde Japón

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No sé si se han percatado de ello, pero en mi Facebook existen dos tipos de personas: Los que por alguna razón formamos parte de la camada de “Mexicanos en Japón”, y los que se preguntan ¿Por qué diablos hay tantos mexicanos viajando a Japón?

La realidad es que no tengo una respuesta concreta, pero lo que sí puedo afirmar es que aquellos que señalan a Japón como “otro mundo” tienen mucha razón.

Y no lo digo por el tren bala capaz de alcanzar los 320 kilómetros por hora, tampoco por el show de robots, ni mucho menos por todas las aportacion­es que desde hace varias décadas la nación nipona ha hecho al mundo del entretenim­iento y por supuesto, los videojuego­s.

Japón es otro mundo, cuando caminas por la calle y ves que ninguna bicicleta está encadenada y no sólo eso, sino que probableme­nte en alguna banca encuentres unos lentes perfectame­nte acomodados o una chamarra colgada de un árbol. Y no, no es una intervenci­ón de Kusama, sino la tradición de que cuando alguien pierde algo en la calle, el resto de las personas lo colocan en un lugar visible, para que en caso de que el despistado pase de nueva cuenta por esa zona, pueda encontrar los lentes o la chamarra que había perdido.

En cuanto a diversión, les puedo decir que... sí, Japón es otro mundo. Justo esta semana me lancé al concierto de Coldplay en el Tokyo Dome y si uno creía que los conciertos eran lo mismo en todos lados, estábamos equivocado­s. Los japoneses son unos tipos educados y respetuoso­s hasta para divertirse, al punto en el que la euforia que suele desbordars­e en los conciertos en México, contrasta con el silencio absoluto que llena el inmenso Tokyo Dome, con capacidad de 55 mil personas, entre cada canción de Coldplay. Y la verdad es una sensación extraña. No sólo como público, sino supongo también que como músico. ¿Estás tocando ante 55 mil pelados que se saben todas tus canciones, pero que lejos de aplaudir, guardan silencio entre rola y rola?

La salida del concierto es otra de esas cosas que te dejan con la impresión de que en efecto, Japón es otro mundo, pues cuando el concierto termina, la gente se sienta en sus lugares, mientras que el sonido local comienza a organizar la salida sección por sección. Primero los de hasta arriba a la izquierda, después los del centro y posteriorm­ente los de la derecha. Una vez que las escaleras se han liberado, comienzan a desalojar a los más cercanos al escenario, evitando así los empujones y ‘aperreos’ tanto en las salidas como en las estaciones del metro aledañas al recinto.

Vaya, Japón es tan otro mundo que por alguna razón algunos productos cotidianos que tenemos en México como el melón, aquí se puede llegar a cotizar hasta en ¡mil 200 pesos!

Perdón, pero ¿por qué alguien en este mundo quisiera traficar droga, cuando bien podría llenar su maleta de melones y hacerse millonario en Japón?

Mi viaje culmina esta semana, y sólo puedo decir: ¡Arigato, Japón!

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“otro mundo” ¡Tienen razón!
@sopitas Los que consideran que Japón es “otro mundo” ¡Tienen razón!

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