Record

En el nombre del hijo

Futbolista sereno y serio en la cancha. Un hombre que podría contar billetes por montones, pero que no se cansa de lanzar lecciones de valor por el amor a la familia y a la vida

-

Se llamó Leonardo como el gran Da Vinci, aunque claro está, que lo único cercano al gran pintor italiano que tenía su familia era la tienda de pinturas del tío Ivano, sobre la Vía della Palazzina en Viterbo, pueblo ubicado a 68 kilómetros de Roma. Hijo menor de Claudio, trabajador de una compañía de teléfonos y de Dorita, contadora pública en una empresa de calefacció­n, Leonardo era el menor de los Bonucci y vivía admirando a su hermano Riccardo, cuatro años mayor. Avispado, alegre y muy positivo es como lo recuerdan por el pueblo a aquel pequeño que paraba de jugar en la calle al futbol hasta que el grito de la mamma llegaba para regresar a casa y cenar. Estudiante ejemplar con brotes artísticos, Leonardo, en realidad, era todo un dulce en el hogar, menos cuando se trataba de hablar de futbol. Y es que ahí se transformó en el descarriad­o, el testarudo de la pelota, porque mientras todos apoyaban al Inter de Milán, él se hizo fanático de la Juve y aseguraba que jugaría algún día de Bianconeri y con la Nazionale. “Era pequeño y repleto de ilusión. Yo sólo le decía que luchara por cumplir sus sueños, pero que siguiera estudiando”, relató Dorita, para La Repubblica. En el colegio debió soportar el acoso de algunos, debido a que era ligerament­e obeso, motivo que lo empujó aún más a practicar deporte de manera constante. Conforme crecía y su cuerpo se amoldaba a una complexión más delgada, las noches comenzaban a ser un calvario porque las rodillas le molestaban. Ante tanto dolor, el médico determinó que padecía la enfermedad de Osgood-Schaltter, una hinchazón en el cartílago pegado a la tibia que se genera en algunos casos por el exceso de actividad física en la época de crecimient­o. Situación que lo hizo reposar durante cinco meses; sin embargo, nunca declinó su objetivo de seguir ejercitánd­ose y divirtiénd­ose detrás de un balón. A los 13 empezó a jugar en las inferiores del Viterbese como mediocampi­sta ofensivo; cuatro años más tarde ya formaba parte del primer plantel, que participab­a profesiona­lmente en la Serie C. Para ese entonces jugaba de defensa central a pesar de que su técnica era digna para seguir adelante. El Inter lo sedujo pero la única manera para que pudiera seguir con su aventura balompédic­a era si mantenía los estudios universita­rios. Por eso se graduó como contador en Milán, siguiendo los pasos de su madre. Al mismo tiempo el Internazio­nale lo debutó en la máxima categoría para después prestarlo al Treviso, al Pisa y

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico