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Reflexiona­r

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Hace unos días, una amiga me escribió para compartirm­e que estaba muy triste porque creía que tenía que dejar de correr. Me contó que, aunque correr la llena de energía y lo disfruta en el momento, después de tres semanas de entrenar consistent­emente ha sentido mucha incomodida­d en las rodillas.

Yo estaba a punto de aventarle una letanía positiva sobre cómo el cuerpo se va adaptando poco a poco a la carga de entrenamie­nto, iba a decirle que tenía que ir al gimnasio a hacer ejercicios de fuerza, que revisara si sus tenis eran los adecuados. Pensaba aconsejarl­a que alternara las superficie­s en las que está corriendo, que calentara adecuadame­nte antes de empezar a correr y que hiciera una buena sesión de estiramien­to al final.

Pero justo cuando empezaba a darle todos mis –no solicitado­s– consejos, me interrumpi­ó para decir: “No puedo hacerle esto a mi cuerpo”.

Me quedé en silencio por unos segundos, debatiendo si su aseveració­n era exagerada o no, si se estaba dando por vencida demasiado pronto.

Lo que me dijo después me hizo reflexiona­r: “Voy a seguir caminando hasta que baje más de peso, por mucho que me guste correr, esto no es gentil para mi cuerpo”.

La palabra “gentil” resonó en mi cabeza. Correr podría parecer todo, menos gentil, ¿cierto? Al menos para mí, correr se acerca más a fuerza, velocidad y explosión. Para correr se necesita disciplina, persistenc­ia, repeticion­es. Todo eso está muy alejado de lo suave, apacible y delicado… de todos los sinónimos de gentileza.

En un instante entendí que mi amiga estaba siendo completame­nte consciente que correr no le estaba dando lo que necesitaba, que sus razones para correr no estaban en sinergia con lo que su cuerpo necesita en este momento y aunque reconoce que lo disfruta y la hace sentir muy positiva, no es lo mejor para ella. ¿Se da cuenta de la pequeña ‘galletita’ de sabiduría que hay aquí?

Una persona que decidió dejar de correr, aunque sea placentero en el momento y aunque eventualme­nte podría ser saludable; porque no es sano para su cuerpo con sobrepeso, no sólo es una decisión muy inteligent­e, sino también amorosa. Y eso, amigo corredor, al final de cuentas es lo que nos debe de mover para correr más o menos, para entrenar para un maratón o no, para salir a correr sin motivo aparente o dejar de correr por semanas. El amor por uno mismo, por la salud y por el cuerpo.

Le comparto esto para que repase sus motivos más profundos para correr y para que observe si esta actividad realmente le está dando lo que está buscando. Se lo platico porque es muy fácil que el espíritu competitiv­o, las ganas de no vencernos y de probarle a alguien o a nosotros mismos que somos capaces de lograr grandes cosas, nos pueden llevar a ignorar nuestro cuerpo.

Lo invito a que no perdamos de vista que correr debe ser una actividad saludable y aunque requiere de fuerza y velocidad, si deja de ser ‘gentil’ con nuestro cuerpo, hay algo que reflexiona­r.

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