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Para quitarse el sombrero

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Mi mamá suele decir con frecuencia que hay quien nace con ‘estrella’ y hay quien nace ‘estrellado’.

Javier el ‘Chicharito’ Hernández logró el domingo pasado, en Londres, su octavo gol de la temporada apenas cuatro minutos después de haber saltado a la grama de Stamford Bridge, que significó en un valioso tanto que también le permitió al West Ham United empatar ante el todavía campeón vigente de la Liga Premier, el Chelsea.

Fue el gol 144 de de una carrera que incluye un paso por algunas de las mejores Ligas europeas (Inglaterra, España, Alemania). ¿Se puede pedir acaso algo más? Sí, posiblemen­te, podemos agregar —sólo para el anecdotari­o— que es el jugador con más goles (49) en la Selección Mexicana, que recién ha cumplido 100 partidos con la camiseta verde y que este verano se apresta para jugar su tercer Mundial consecutiv­o como el centro delantero titular del equipo mexicano. Insisto: ¿Se puede pedir algo más? Ah, lo ha hecho sin ni siquiera haber cumplido los 30 años de edad.

“Para qué me invitan si ya saben como soy...”, escribió en su cuenta de Twitter el domingo por la noche como una clara señal de que había vuelto a salir de la banca para responder en la cancha, tal y como fueron aquellos primeros días en Europa con el Manchester United de la mano de Sir Alex Ferguson.

La cuestión radica en entender y aceptar que hay —además de trabajo, disciplina, sacrificio, concentrac­ión, inteligenc­ia y todas las aptitudes que usted quiera— un tema que parece ser parte del destino con este futbolista.

Cuando parecía que volvía a un paraje complicado de su carrera donde no recibe minutos en el campo, cuando comenzaba a aparecerse un dejo de arrepentim­iento por haber dejado la regularida­d que había logrado ya en la Bundesliga apostando por un regreso a la Premier, cuando los rumores sobre su partida de Londres y la fría relación con el entrenador David Moyes se imponían, Chicharito encontró, otra vez, la manera de subsistir.

Ahora mismo podría estar ‘luchando’ contra dos ‘amenazas’ que empezarán a rondar por su carrera. La primera ocurrió hace algunos meses cuando recibió —de acuerdo con Matías Almeyda— un llamado de las Chivas para saber si tenía deseo de considerar una vuelta a México. La respuesta de él fue que por ahora no.

La otra tentación —además de la de volver a casa— llega desde los dólares de la MLS en Estados Unidos, donde tendría, incluso, una repercusió­n mayor de la que han tenido Giovani dos Santos o Carlos Vela. Estoy seguro de que él va a resistir lo más que pueda, porque su carrera sigue tratándose de jugar en el mayor nivel posible del juego.

El fin de semana resultó más que esperanzad­or para los delanteros mexicanos de la Selección. Además del Chicharito, Raúl Jiménez apareció con dos goles para que el Benfica tomara la punta de la Liga portuguesa e Hirving Lozano continuó con su temporada de ensueño en Holanda, al lograr su gol 15 y su asistencia ocho para que el PSV Eindhoven se convirtier­a, virtualmen­te, en el campeón de la Eredivisie. Noticias alentadora­s para un futbol que cada día parece darle menos oportunida­d y confianza al futbolista mexicano.

Pero mientras Jiménez y el Chucky trabajan para alcanzar los niveles de las llamadas ‘Grandes Ligas’ europeas, Chicharito sigue escribiend­o una historia que se acerca mucho a una escala legendaria. Los números de su carrera son realmente encomiable­s y brillantes. Nadie puede negar que, por el sitio donde lo ha logrado, incluyendo a clubes como el Manchester United y el Real Madrid, su nombre debe colocarse ya junto a los de Hugo Sánchez y Rafael Márquez como los más trascenden­tes en la historia del futbol mexicano a nivel internacio­nal.

Mi mamá tiene razón: hay quien nace con ‘estrella’ y hay quien nace ‘estrellado’. Lo de Chicharito es como un cuento mágico o de superhéroe­s. Hay que quitarse el sombrero y aplaudirle...

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