NO MATEN LA ESPERANZA
El Tri sigue sin encontrar su identidad y ante Gales dejó muchas dudas de cara a Rusia
No hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. La Selección lo sabe. O lo padece. Juan Carlos Osorio ha diagramado 46 alineaciones distintas. Con la de ayer, muy parecida a una ensalada de ensayos y cambios, Alemania sonríe.
En el equipo mexicano hay cosas que normalmente pasan: Jesús Manuel Corona con sus pies de confeti, que le cuentan una mentira al cuerpo, amaga por derecha y galopa por izquierda.
Héctor Herrera y su falsa lentitud, similar a cuando la vida corría con menos prisa y los vecinos salían a charlar al porche, no tiene esfuerzos sostenidos ni sostiene a todo México; Chicharito se desmarca ante centros de humo, que se esfuman antes de nacer...
Pero lo que más sucede en esta selección es que se otorgan oportunidades apretadas en un puño. A los futbolistas se les invita a una fiesta sin darles la di-rección. O se les avisa el mismo día del evento... Entonces, bajo esa óptica de presurosos méritos, Jesús Molina, que corre un maratón, suda su oportunidad en el Mundial; ante la baja de Néstor Araujo, entonces Hugo Ayala se levanta de la cama hasta con el pecho inflado y la cara alzada, fino en la marca y pulcro en la salida, pero dubitativo en la confianza de saberse elegido; Oswaldo Alanís vive queriendo ser un zurdo cumplidor, ante las dolencias de Héctor Moreno. Y así se consume la vida. Y el tiempo...
Eso es el equipo mexicano: la duda tratando de ser despejada en la improvisada solución. En la confianza de que el futbolista que viene atrás sea igual o mejor que el que siempre ha estado y tal vez no haya podido llegar...
La homogeneización de los esfuerzos es el reto despostillado de Osorio; si el suplente es tan bueno como el titular, habría una utópica esperanza. Como ayer no se encadenaron ni cinco toques seguidos pegados al pasto, el futuro se parece mucho al pasado mundialista...
Erick Gutiérrez es un recurso difuminado en la recuperación de Andrés Guardado; Edson Álvarez no es Carlos Salcedo ni en su potencia ni en su recorrido; Giovani dos Santos es un recuerdo enmarcado entre dos vidrios, recortado por su presente; Jonathan es una brújula con piernas, que le da Norte a los partidos, pero perdido en los laberintos de la inconsistencia...
México es, en consecuencia, todo menos un equipo que se reconozca frente al espejo. Es como saludar a un suegro distinto cada semana. Igual de incómodo.
Cuando algunas selecciones en el mundo hablan futbol desde el progresivo funcionamiento y la casi culminada integración, Osorio tiene mucho de rompecabezas con piezas que no encajan.
Una vez más, la Selección Mexicana no tendrá una segunda oportunidad para generar una buena primera impresión.