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'AHORA ESTOY MAS FUERTE' Su 'agresor' desapareci­ó del futbol

A 10 años de perder el ojo izquierdo tras un codazo, Ignacio Schneider afirma que pese a ser doloroso, le dejó un aprendizaj­e

- KARLA UZETA

Hace 10 años la vida de Ignacio Schneider dio un giro inesperado, pues jamás se imaginó que haciendo lo que más amaba le ocurriría lo peor: perder el ojo izquierdo.

“Me enseñó a ser más fuerte y a que no toda la gente es buena y te quiere. Si miro a los costados no hay nadie. Fue un aprendizaj­e para endurecerm­e y saber con quién cuento y con quién no. Lo más doloroso es que un jugador perdió un ojo y sí hubo atenciones, pero en el momento porque vendía, tiempo después ya no hubo nada, nadie volvió a preguntar y no se dieron cuenta de que eso me dolió. No era un jugador, era una persona”, dijo el uruguayo a RÉCORD, quien una década después volvió a hablar con un medio mexicano para compartir cómo vive en Paysandú.

El 7 de septiembre de 2008, cuando al minuto 67 del partido entre Socio Águila y Gallos Blancos, en la entonces llamada Izaías Ramos, defensa brasileño que le causó la lesión a Ignacio Schneider, 'desapareci­ó'. Luego del incidente, el zaguero sudamerica­no permaneció un año más en el futbol mexicano, incluso su último registro en la Federación Mexicana de Futbol fue en 2009, cuando jugó para Xolos de Tijuana, pero aún en la División de Ascenso. Primera A, el defensa americanis­ta Izaías Ramos le dio un codazo y cayó en el césped del Estadio Azteca.

A partir de ahí todo cambió para el uruguayo, quien platicó sobre su vida y cómo el futbol sigue estando presente, pues juega en el Barrio Obrero de

El jugador regresó a su país, donde en 2010 militó para el Club Gremio Recreativo Serrano, y años después apareció en el CS Esportivo también de Brasil y ambos en divisiones que no son profesiona­les; sin embargo, de 2016 a la fecha no hay ningún registro de actividad en ningún equipo de futbol. una división amateur y considera que hace una vida normal.

“Todos los días me lo pregunto, sobre todo cuando me levanto a las seis de la mañana a trabajar o viendo jugadores que conocí, qué habría pasado si siguiera jugando en Querétaro. Ahora estoy repartiend­o agua, salgo muy temprano por toda la ciudad junto a un compañero que maneja y yo bajo los galones donde se necesita. Tengo la meta de comprarme mi casa, pero el futbol sigue. Juego sábados o domingos y por partido me pagan 3 mil pesos uruguayos (mil 745 pesos mexicanos)”.

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