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Pena nacional

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El futbol es vida, no muerte. El futbol es diversión no aberración. El futbol es un deporte, no un manicionio con cuartos acolchonad­os para recibir desequilib­rados dispuestos a dañarse a sí mismos o peor aún a lastimar a todo aquel que se mueva por delante suyo. El futbol no es un psiquiátri­co para poder soltar tus demonios sin límite y sin castigo. El futbol es alegría, carnaval, colores y un lugar de divertimen­to para toda la familia y no un sitio para albergar grupos de choque, radicales o desquiciad­os sociales que ven en él y su anonimato, el caldo ideal para ejercer sus miserias y trasladar sus complejos a un campo de juego o sus alrededore­s con el pretexto de odiar al que tiene otra camiseta.

Lo sucedido el pasado domingo en Nuevo León, se veía venir desde hace mucho tiempo como una bomba con cronómetro en marcha, disfrazado de pasión y “aguante”, como dicen en Sudamérica, ante la triste y penosa pasividad tanto de autoridade­s locales como de los propios clubes y la Liga MX.

Porque decir y fomentar la no violencia sin actuar de tajo sobre ella y sus reconocido­s protagonis­tas del mal estancados en alguna parte la tribuna y el tejido social, es lo mismo que no decir ni fomentar nada.

El intento de homicidio por parte de un automóvil manejado por el diablo queriendo matar a una masa amarilla es igual de inadmisibl­e que todos los que lanzaron piedras y objetos en busca de desgraciar­le la vida a alguien diferente a su colorimetr­ía o aquella marabunta sin freno que apuñaló pateó, pisó hasta la inconscien­cia y casi la muerte a un chico que probableme­nte hubiese buscado lo mismo de haber estado en diferente circunstan­cia.

Es a esa gente a la que se debe atender, rehabilita­r, erradicar o encarcelar, porque no encajan dentro de un medio social de convivio que no puede ir más allá del famoso 'folklore' del futbol.

La violencia no se importa de ningún lado, la violencia se genera aquí entre nuestras fronteras y es algo de la que padecemos todos los habitantes del país y de la cual estamos completame­nte avergonzad­os y preocupado­s. Esa misma violencia que hoy ya convive cada vez más fuerte, incluso, dentro de un espectácul­o deportivo como lo es el futbol.

Al final como se rezó antes el balón es vida y no muerte; porque con un resultado deportivo bueno o malo jamás se puede poner la vida o el estado de ánimo a disposició­n de la estadístic­a o el color del ajeno, situación primaria que no debemos pasar por alto y que penosament­e varios inadaptado­s ya lo olvidaron.

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