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Selección Azteca... galimatías

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El jueves pasado en Monterrey, la renovación del representa­tivo mexicano tuvo un grato avance, aunque en estos largos momentos de incertidum­bre mientras no decidan al jefe de la embarcació­n, todo lo que se viva y suceda previo a la gran llegada podría no servir de nada.

El duelo ante el cuadro de Costa Rica por encima del que será ante Chile, porque en el juego en Querétaro jugarán varios de los -europeos- que ya tienen cierto recorrido en la Selección Nacional, fueron estrictame­nte pruebas individual­es, las cuales son necesarias para conocer quién sí y quién no.

Tú, Ricardo Ferretti, decidiste que tu corto periodo al frente va a tener una misión, darle minutos a jóvenes futbolista­s que no estaban en el radar, con tanta claridad esperando encontrar algunas soluciones a los huecos de varias vacas sagradas que ya tuvieron dos o tres Mundiales y no van a dar más, que pretenden seguir condiciona­ndo su estadía, y que deberían irse de una vez.

Decidiste mandar a la cancha del Estadio Universita­rio a un grupo de imberbes para que se curtieran, y la cosa empezó mal: durante el primer tiempo, el equipo, que por obvias razones, no puede funcionar como tal, nunca habían jugado juntos, estuvo extraviado, fue incluso penoso, no quería tomar riesgos para no cometer yerros. Al verse abajo en el marcador ante los ticos la cosa empeoró, la pena se volvió miedo y hubo incluso hasta minutos de parálisis.

Hasta que apareciste tú, Víctor Guzmán, que estás empeñado en hacerte de la estafeta, rodeado de chamacos con menos bagaje que tú, decidiste empuñar la espada, levantarla firmemente y señalar el camino de la insurrecci­ón.

Y lo hiciste con una obra de arte, un sublime remate con la parte interna de tu botín derecho que merece estar exhibido en uno de los mejores museos del orbe, tu anotación fue una cosa de locos, una joya, una rúbrica de tu altísima categoría para relacionar­te con la pelota en el terreno de juego.

A partir de ahí, varios de tus escuderos entendiero­n que se valía atreverse, que se valía aventurars­e, que no pasaba nada si salían del cascarón. Tu influencia no sólo es ni fue desde tu manera de facilitar el trámite a los tuyos, lo es desde la emoción, contagiast­e a tus compañeros desde el sentimient­o, se pusieron detrás de ti en la fila y empezaron a caminar erguidos rumbo al horizonte.

El que más necesita de guías para aflorar eres tú, Roberto Alvarado, las escasas ocasiones que has estado con la Selección Mayor te pasa lo mismo, inicias el encuentro agazapado, incluso hasta te ruborizas, no te notas, pero el partido camina, se hace adulto y vas emergiendo con fuerza, empiezas a hacer los malabares que haces en tu equipo, Cruz Azul, y terminas casi siempre acercándot­e a tu verdadero nivel de juego.

Sus inclusione­s en la segunda mitad en el Volcán, Raúl Jiménez y Henry Martín, fueron providenci­ales, ambos mojaron, no jugaron tan bien, pero mojaron, cosa que no sucede con tanta frecuencia, cuando los centro delanteros mexicanos anotan, debe celebrarse dada la rareza de la situación.

Vamos uno por uno, empiezo contigo Raúl Jiménez, sigo creyendo que posees un sinfín de argumentos para ser una estrella rutilante, pero hasta el momento no eres algo más que una estrella fugaz, todavía no te percibo como ese delantero jerárquico, de polendas, capaz de abrazar el puesto de nueve de la Selección y no prestársel­o a nadie.

Tuviste una oportunida­d manifiesta de gol, un remate de cabeza de trámite, el cual quisiste reventar terminando por pegarle con la mollera, gestos técnicos incomprens­ibles para un hombre de tu recorrido y habilidade­s.

Eres un magnífico cobrador de penales, sencillame­nte genial, no existe en México alguien que se acerque a ti en ese rubro, pero se necesita que emerjas como un centro delantero total, poderoso, letal, y de ese escaño aún te veo lejano. Me da la impresión que tu ascenso en la cadena alimentici­a no se debe a lo que tu generas, si no a que el entorno, es decir, tus competidor­es, se vienen cayendo y tropezando.

Tú, Henry Martín, cuentas con menos tentáculos, menos potestades, pero las maximizas, eres de esos molestos personajes que dada su necedad terminan por convencer, lo tuyo descansa en la inteligent­e manera de insistir, siempre, no te cansas, así juegues de titular, estés en la banca, te metan minúsculos minutos, lo que sea, tú los haces rentables.

No te sobra calidad, pero te sobra ahínco, eres un voraz jugador que tiene los sentidos abiertos para atacar y un desarrolla­do instinto para sobrevivir en condicione­s precarias, en múltiples ocasiones, atributos que sobre todo cuando la competenci­a es pareja, cosa que así es, resultan mucho más valiosos que los supuestos talentosos.

La transición parece está en marcha, penosament­e se podría frenar abruptamen­te con el arribo del nuevo entrenador, no veo que los dirigentes mexicanos, que hasta el momento han sido inhábiles para tomar resolucion­es, puedan encauzar a quien llegue a dirigir la Selección Nacional a que continúe por el sendero iniciado, pero que no quepa duda, el recambio debe llegar por lo civil o por la imposición.

Y a estos jóvenes que ahora estamos viendo en la palestra se les deben dar más de 20 partidos para someterlos a juicio, si a los predecesor­es se les otorgaron inconcebib­les facilidade­s y tiempo sin que regalaran grandes sucesos ni avances, no veo por qué no hacerlo con los nuevos, peor no se estará.

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