PAPA GANO ´ OTRA VEZ
CON GOL DE JONA EL TRI CONQUISTÓ SU OCTAVO TÍTULO DE LA COPA ORO
Si los partidos se transpiran y se sufren, no es menos cierto que también se ganan así: desde la resistencia. La Selección Mexicana conquistó su octava Copa de Oro. Lo hizo ante Estados Unidos, como confirmación de que el honor también juega futbol.
Mucho porque, a veces, cuanto más nublado es el horizonte, más esclarecedor es el futbol inspiración. Así sucedió cuando, en una pequeña sociedad, Raúl Jiménez asistió con la espuela a un Jonathan dos Santos que le habló al oído a la pelota, cuando la acarició con una pierna izquierda de seda.
El balón voló y rozó el travesaño; después se incrustó como un cuchillo frío en el corazón norteamericano. Así fue como se confirmó que un país cabe en un puño y que un gol es conductor de electricidad, aunque se haya jugado desde la austeridad.
Estados Unidos había sido
mucho más. Fue un maremoto inicial; la Selección Mexicana, en cambio, no entendía que la navegación debía ser en aguas más calmadas.
Aturdido y desorientado, el cuadro de Martino fue maniatado. Corría tras la pelota y cuando la tenía no sabía qué hacer con ella. De esa manera, los de las barras y las estrellas detectaron que el petróleo estaba en la central mexicana; por eso decidieron que había que taladrar entre Héctor Moreno y Carlos Salcedo.
Así, Altidore elevó las pulsaciones y le fisuró la cadera a Moreno, pero disparó pálidamente hacia un costado del palo izquierdo; después, Guillermo Ochoa y Héctor tuvieron la misma comunicacion que una pareja divorciada y cedieron otra ocasión desaprovechada por los locales.
En la primera mitad, México era la multiplicación de la desconfianza, retratada en la paralización de los esfuerzos. El 'Chaka' era el miedo hecho futbolista, Gallardo, la nulidad ofensiva, Jiménez el explorador sin cantimplora, Antuna, un jinete sin caballo, Pizarro, un solista sin instrumento, Guardado una brújula sin manecillas, Edson Álvarez un carente lanzador lejos de ser un mejor receptor y Jonathan dos Santos un dóberman con correa.
Pero todo cambió cuando un espasmo ofensivo de Estados Unidos despertó a los mexicanos; cuando Andrés Guardado sacó una pelota de la raya, con la cabeza, un grito ofensivo y desesperado alineó las voluntades.
El Tri equilibró el trámite y tensó la trama; se posó en el último tercio y se quitó las amarras con disparos de media distancia, hasta que vino la inspiración, hecha anotación, que sigue siendo recitado en el aire.
Los de Martino ganaron su quinta final de Copa de Oro al odiado rival. Es así como se escribe Campeón y se pronuncia Selección Mexicana de Futbol con aquel eterno poema de gol.