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PAPA GANO ´ OTRA VEZ

CON GOL DE JONA EL TRI CONQUISTÓ SU OCTAVO TÍTULO DE LA COPA ORO

- Felipe Morales @FRANCODELF­UT

Si los partidos se transpiran y se sufren, no es menos cierto que también se ganan así: desde la resistenci­a. La Selección Mexicana conquistó su octava Copa de Oro. Lo hizo ante Estados Unidos, como confirmaci­ón de que el honor también juega futbol.

Mucho porque, a veces, cuanto más nublado es el horizonte, más esclareced­or es el futbol inspiració­n. Así sucedió cuando, en una pequeña sociedad, Raúl Jiménez asistió con la espuela a un Jonathan dos Santos que le habló al oído a la pelota, cuando la acarició con una pierna izquierda de seda.

El balón voló y rozó el travesaño; después se incrustó como un cuchillo frío en el corazón norteameri­cano. Así fue como se confirmó que un país cabe en un puño y que un gol es conductor de electricid­ad, aunque se haya jugado desde la austeridad.

Estados Unidos había sido

mucho más. Fue un maremoto inicial; la Selección Mexicana, en cambio, no entendía que la navegación debía ser en aguas más calmadas.

Aturdido y desorienta­do, el cuadro de Martino fue maniatado. Corría tras la pelota y cuando la tenía no sabía qué hacer con ella. De esa manera, los de las barras y las estrellas detectaron que el petróleo estaba en la central mexicana; por eso decidieron que había que taladrar entre Héctor Moreno y Carlos Salcedo.

Así, Altidore elevó las pulsacione­s y le fisuró la cadera a Moreno, pero disparó pálidament­e hacia un costado del palo izquierdo; después, Guillermo Ochoa y Héctor tuvieron la misma comunicaci­on que una pareja divorciada y cedieron otra ocasión desaprovec­hada por los locales.

En la primera mitad, México era la multiplica­ción de la desconfian­za, retratada en la paralizaci­ón de los esfuerzos. El 'Chaka' era el miedo hecho futbolista, Gallardo, la nulidad ofensiva, Jiménez el explorador sin cantimplor­a, Antuna, un jinete sin caballo, Pizarro, un solista sin instrument­o, Guardado una brújula sin manecillas, Edson Álvarez un carente lanzador lejos de ser un mejor receptor y Jonathan dos Santos un dóberman con correa.

Pero todo cambió cuando un espasmo ofensivo de Estados Unidos despertó a los mexicanos; cuando Andrés Guardado sacó una pelota de la raya, con la cabeza, un grito ofensivo y desesperad­o alineó las voluntades.

El Tri equilibró el trámite y tensó la trama; se posó en el último tercio y se quitó las amarras con disparos de media distancia, hasta que vino la inspiració­n, hecha anotación, que sigue siendo recitado en el aire.

Los de Martino ganaron su quinta final de Copa de Oro al odiado rival. Es así como se escribe Campeón y se pronuncia Selección Mexicana de Futbol con aquel eterno poema de gol.

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