BASTÓ CON UN GOLAZO
AMÉRICA FUE SUPERADO POR NECAXA, PERO AÚN ASÍ, RESCATARON EL EMPATE
Necaxa juega mejor contra los mejores, aunque el América, desde su condición de favorito, no lo haya sido.
Los Rayos entendieron que contra las Águilas juega el pasado y que el ayer, a veces, también resuelve el presente, porque Miguel Herrera no sabe lo que es ganarle a los rojiblancos, desde su vuelta al banquillo azulcrema, pero a su equipo de bastó un golazo de Viñas y grandes actuaciones de Ochoa y Valdez para rescatar el invicto.
Siete partidos han bastado para que, desde 2017, se confirmara que el némesis del Piojo viste de rojo y blanco. Cuatro derrotas y tres igualadas, subrayan a los Rayos como una escuadra que, a través de la gestión de este partido, no sólo no fue menos, sino que fue mucho más.
Necaxa fue voraz desde el primer vapor del partido; ya había encontrado la red enemiga con la pericia de Joao, pero el gol fue anulado por posición adelantada. Viñas, caballero con espada templada a fuego de gol, interpretó aquella afronta como mensaje de genuina venganza.
Instantáneamente, se bajó del caballo blanco con el que monta el área y, con dos escalas en la recepción, cortó la portería con el filo dorado de los delanteros que juegan con armadura. Gladiador del área, el uruguayo se bebió la sangre de la anotación con aquel zurdazo provisto de afilada espada de su empeine.
Necaxa era la sombra multiplicada por la opacidad; su pálido inicio de torneo se espejeaba en el campo; se desconcertó y aturdió, ante tanta contundencia rival. Pero después, supo que si había que combatir, habría que hacerlo por los aires, con un Lucas Passerini, que trabajó el partido con pico y pala.
Así, Lucas mandó una indirecta: ‘Por arriba mando yo’. Se lo aclaró a otro gobernador de los vientos, como lo es Bruno Valdez, cuando envió un testarazo que pasó contándole un secreto al palo izquierdo de Ochoa.
Passerini descargó todo el juego directo; fue pateado una y otra vez. Su tobillo derecho recibió dos tarjetas rojas que, precisamente el árbitro Rojas, decidió no ver. Ni en vivo, ni en la confesión con la pantalla.
Pero después, el árbitro que llevaba el silbato decorativamente, porque pitaron los de arriba, marcó, con exceso de ayuda, un penal de Luis Reyes sobre Unai Bilbao. Fue Passerini, quien, subido en un iceberg, cobró con frialdad y con parte interna, hacia la escuadra izquierda, en lo que fue un confirmado golazo de penalti...
Los Rayos ya habían mancillado antes el travesaño rival; habían sido vehementes y convencidos hasta en la manera de abrocharse las agujetas. Valdez había sacado una pelota de la raya. Por un momento, los Rayos fueron el aviso de la tormenta eléctrica.
Y de esa manera, no negociaron el estilo: Lo encontraron, ante el América de un Herrera, que ante el Necaxa, ha sido permanentemente borrado en el tiempo. Y en la cancha...