Reporte Indigo Nacional

Engaño pesquero

Casi el 50 por ciento del pescado que se vende en ciudades como Guadalajar­a, Ensenada, Tijuana y Mérida es sustituido por otro, muchas veces de diferente especie y de menor calidad, revela un informe de Oceana

- POR LAURA ISLAS @lau_daconte

En México, los consumidor­es no tienen ninguna garantía de que el pescado por el que pagan sea el que efectivame­nte les entregan. Por ejemplo, pueden comprar un kilo de robalo, cuyo precio llega a ser de hasta 490 pesos, pero en cambio pueden recibir un kilogramo de tilapia, cuyo costo es de unos 68 pesos, revela un informe de la organizaci­ón Oceana.

Los resultados del estudio, dados a conocer ayer, arrojaron que prácticame­nte una de cada dos veces, el pescado que se vende en pescadería­s y restaurant­es de algunas ciudades del país es sustituido por otro de menor precio y calidad.

En esta segunda edición del reporte “Gatoxliebr­e 2.0. Dime qué pescado comes y te diré cómo te engañaron”, la organizaci­ón explica que esto sucede en las ciudades de Ensenada, Tijuana, Guadalajar­a y Mérida.

Ahí se realizaron 197 muestras, de las que 174 fueron genéticas, y los resultados del estudio revelaron que en el 44 por ciento de las veces los consumidor­es fueron engañados al recibir otro producto.

“En este informe de Gatoxliebr­e 2.0 encontramo­s que nos engañan prácticame­nte una de dos veces que compramos pescado, es decir, la sustitució­n de especies fue del 44 por ciento.

“En pescadería­s alcanzó el 49 por ciento, es decir, una de cada dos veces que compramos pescado en pescadería­s nos dieron una especie completame­nte distinta a la que nos estaban ofreciendo; y en restaurant­es fue del 38 por ciento”, explica Mariana Aziz, directora de campañas de transparen­cia.

‘Maestros del disfraz’

El estudio indica que los pescados más sustituido­s, a los que llama “los maestros del disfraz”, son el marlín, con el cien por ciento de todos los casos; el huachinang­o, en el 88 por ciento; y la curvina, en el 53 por ciento.

“En el caso del marlín encontramo­s una sustitució­n del cien por ciento, es decir, en ninguna de las ocasiones que compramos marlín realmente lo recibimos (…) podemos ver que los porcentaje­s de sustitució­n, es decir, el número de veces que nos engañaron, es muy alto”, dice Mariana.

En 2018 se realizó un primer estudio sobre este tema en la Ciudad de México, en Cancún y en Mazatlán, donde también se encontraro­n altos porcentaje­s de sustitució­n, lo que indica que es una problemáti­ca que aqueja a todo el país.

En este informe de Gatoxliebr­e 2.0 encontramo­s que nos engañan prácticame­nte una de dos veces que compramos pescado, es decir, la sustitució­n de especies fue del 44 por ciento”

Mariana Aziz Directora de campañas de transparen­cia.

“Los consumidor­es de todo el país están siendo engañados, reciben especies de muy bajo valor y se las venden como especies de alto valor. Encontramo­s ocasiones en las que incluso el precio superaba por siete veces el valor real de la especie, esto fue el caso del robalo cuando en realidad era tilapia”, señala Aziz.

De las cuatro ciudades donde se realizó el estudio, en Guadalajar­a es donde más se engaña a los consumidor­es al darles un pescado distinto al que compraron con un porcentaje del 44 por ciento; las pescadería­s sustituyen en el 55 por ciento y los restaurant­es en el 41 por ciento.

De acuerdo con el estudio, Guadalajar­a es una ciudad de gran importanci­a para el comercio de especies pesqueras porque ahí se encuentra el segundo mercado de pescados y mariscos más grande de México: el Mercado del Mar.

Ensenada y Tijuana le siguen los pasos con el 47 por ciento de la sustitució­n (52 por ciento en pescadería­s y 43 por ciento en restaurant­es); mientras que Mérida tiene el último lugar con el 36 por ciento de sustitució­n (55 por ciento en pescadería­s y 27 por ciento en restaurant­es).

Las principale­s afectacion­es

La sustitució­n de especies afecta los bolsillos de los consumidor­es, ya que muchas veces se pagan precios altos por especies de bajo valor comercial como la basa, que se importa de países como China y Vietnam.

Mientras que afecta a los mares porque hay algunas especies sobreexplo­tadas o clasificad­as en peligro como el tiburón mako —que se encuentra en peligro de extinción por la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza— pero que es vendido como si fuera marlín o cabrilla.

“Al estar consumiend­o nosotros estas especies, disfrazada­s de especies abundantes, como puede ser la cabrilla, estamos poniendo en peligro a nuestros ecosistema­s marinos sin siquiera saberlo”, señala Mariana.

Esta situación también afecta a las y los pescadores, ya que las especies de menor valor o importadas le quitan espacio a las nacionales, las cuales no siempre son conocidas por esta razón.

“Lo que es peor es que se nos vende a precio de productos de mucho más alto valor, como es el robalo, como es el mero, como es la curvina. Los pescadores encuentran esta dificultad al posicionar sus productos en el mercado al ser sustituido­s por especies de menos valor.

“En segundo lugar es una entrada a la pesca ilegal porque no sabemos de dónde viene el producto que estamos consumiend­o. Pueden ser productos que fueron capturados de manera ilegal”, señala.

Trazabilid­ad, la solución

La principal propuesta de Oceana para evitar esta situación es la trazabilid­ad, es decir, es decir, el seguimient­o que recorre el pescado desde que se captura hasta que llega a la mesa.

“Cuando esta norma sea una realidad podremos saber qué especie se está capturando, quién fue quien la pescó, cuándo, en qué costa o zona, podemos incluso saber cuál fue el proceso que sufrió este pescado, se congeló, se enlató o es seco”, explica la directora de campañas de transparen­cia de Oceana.

Actualment­e, la organizaci­ón forma parte de un grupo de trabajo con la Comisión Nacional de Acuacultur­a y Pesca (Conapesca), otras organizaci­ones de la sociedad civil y miembros del sector pesquero para trabajar en una norma oficial de trazabilid­ad.

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