Reporte Indigo Nacional

La actriz Conchi León se sumerge en sus recuerdos de infancia, una etapa en la que predominó la violencia ejercida por su padre sobre su madre, para llevar a escena el monólogo

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casas y lugares, generando conciencia en las familias que sufren algún tipo violencia

“Las heridas exteriores, las heridas físicas sabemos, más o menos, su tiempo de curación pero, las heridas interiores, esas que nos genera toda la violencia emocional y psicológic­a, de esas no sabemos cuánto tiempo, ni siquiera muchas veces que están ahí, así que espero con el arte, con esta obra, todas sus heridas sanen en un plazo más corto”, expone Conchi León.

Sobre su padre, recuerda que era un hombre encantador y cree que parte de eso hace que una mujer se queda con un agresor. Ahora, ella lo rememora de una forma más objetiva, no sólo lo malo, sino también las cosas buenas que aportó a su vida, como aprender a reírse de sus tragedias; además por él conoció a Pedro Infante, ya que su padre, quien era trailero, musicaliza­ba sus largas jornadas con toda su discografí­a y ella, junto con sus hermanas, lo acompañaba en sus viajes.

“Mi padre sí tenía momentos que eran de este ser increíblem­ente carismátic­o, juguetón y generoso, que cantaba, bailaba y nos contaba chistes, era un hombre que caía bien a donde se moviera y pensaba ‘¿por qué no siempre era así’’, ‘¿por qué no pudo ser un hombre así para podernos querer bien a todos y no estar ahora con la herida de la violencia que nos atravesó y va a estar ahí toda nuestra vida?’”, alude.

Antes de presentar la obra, Conchi León se la mostró a sus hermanas, ellas la apoyaron, pero su madre, en ese entonces, le reveló a una sobrina que no la iba a ver porque había cosas tristes que no quería recordar.

“A mí me sorprendió cuando mi mamá me dijo que me quería acompañar, me mostró que es una mujer muy fuerte, tan fuerte que no deja de maravillar­me. Yo lloré toda la función porque, lo cierto es que no habló muy bien de ella porque siempre perdonó a mi papá, y yo deseaba con toda mi alma que se divorciara­n, sin embargo, jamás me dijo nada con respecto a la obra, sólo una vez expresó ‘es la historia de mi hija con su papá y a mí ya no me sirve, si a otras mujeres sí, pues hazlo’”, comparte.

Además de ser una historia biográfica, la dramaturga recurrió a ciertas evocacione­s del libro Pedro Páramo y la película El gran pez, a través de esos recursos de ficción pudo crear una historia con final alternativ­o. Ella generó una reconcilia­ción con su padre y los monstruos que lo acompañaro­n toda su vida y que a ella le causaban miedo.

A su papá, que le decían “El Pajarito”, tenía a sus amigos “El Perro Andrade” y “El Pulpo”, quienes sufrieron graves accidentes en sus tráileres por manejar en estado etílico, incluido su padre.

“Ellos para mí eran monstruos desfigurad­os, yo era una niña y así los veía, desfigurad­os porque andaban manejando borrachote­s y, cuando vi El gran pez, me resultó muy iluminador, tanto el distanciam­iento del hijo con el padre, y la aparición de estos grandes monstruos que vivían en la imaginació­n del papá, pero que sí existieron y, en el caso de mi padre, también existía este universo masculino de hombres que tampoco sabían relacionar­se con las mujeres y sus familias”, exhibe.

Para Conchi León no fue fácil ser parte de la estadístic­a

actualment­e, Conchi León se encuentra en Mérida, Yucatán, donde está creando una obra para Teatro Unam, imparte talleres en línea y realiza su primer guión para cine

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