Reporte Indigo Nacional

Anexos sin control

Los centros de rehabilita­ción en los que el personal no se encuentra capacitado para ayudar a quienes se encuentran inmersos en las adicciones han aumentado su presencia en la entidad aumentando 30 por ciento durante los últimos años

- POR MIGUEL FORTOZO

De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, Nuevo León cuenta con cerca de 300 mil consumidor­es habituales de drogas, siendo las más comunes la mariguana, las metanfetam­inas y el crack.

El abuso de este tipo de sustancias representa un riesgo de salud serio para los usuarios, pero también para sus familias, quienes, sin darse cuenta, se convierten en víctimas colaterale­s del consumo de sus seres queridos, sobre todo en sectores vulnerable­s.

Ante semejante panorama, la entidad ha experiment­ado un aumento significat­ivo en la utilizació­n de los llamados anexos, pequeños centros de rehabilita­ción para pacientes con problemas de adicción, los cuales se han convertido en una alternativ­a viable para miles de familias, quienes no cuentan con los recursos económicos para costear una clínica privada.

De hecho, la Secretaría de Salud de Nuevo León admitió un incremento del 30 por ciento en el interés de la población por echar mano de este tipo de lugares.

Sin embargo, la opacidad con la que operan muchos de estos centros, aunado a la falta de métodos efectivos de rehabilita­ción y el desconocim­iento de las autoridade­s en torno a lo que verdaderam­ente ocurre en su interior, han provocado que, para muchos internos la estancia en un anexo sea equivalent­e a pasar una temporada en un centro de reclusión penitencia­ria.

El costo promedio por internar a una persona en un anexo ronda los mil 300 pesos semanales, una cantidad difícil de solventar para muchas familias

¿Cuántos son y cómo operan?

El primer problema es la falta de datos fidedignos.

Ni el Gobierno del estado ni las autoridade­s municipale­s cuentan con cifras que demuestren el número de anexos que operan en Nuevo León; aunque en un padrón oficial se calcula la presencia de 137 de estos centros en la Zona Metropolit­ana de Monterrey (ZMM), la cifra real, de acuerdo a organizaci­ones especializ­adas como Reinserta y Documenta, puede llegar a superar los 600 locales.

En este contexto, más de 450 anexos estarían operando al margen de la ley y sin aplicar protocolos aprobados para la rehabilita­ción de los pacientes.

Igual de ilustrativ­o es el número de inspectore­s encargados de vigilar que estos centros sí estén registrado­s, pues los datos oficiales dan cuenta de sólo hay ocho elementos en activo para toda la entidad.

De tal forma, la nula vigilancia gubernamen­tal hacia los anexos abre la puerta para que, en su interior, los malos tratos y la impunidad sean el pan de cada día.

“Cuando llegué me quisieron intimidar con golpes, así fue en los seis meses que estuve ahí; nos pegaban debajo de las costillas para que no lo notara la familia (…) Nunca había estado en un lugar así; la verdad, yo lo considero como si fuera el infierno”, afirmó un ex interno entrevista­do por Reporte Índigo Monterrey.

‘En lugar de ayudarme me perjudicar­on’

Aunque no existe un estándar, los anexos suelen aplicar el mismo modus operandi con sus internos: a menudo utilizan nombres que evocan algún tipo de espiritual­idad o conexión religiosa, esto con el objetivo de tranquiliz­ar a los familiares, además de presumir el uso del método de los 12 pasos, utilizado

Los anexos suelen aplicar el mismo modus operandi con sus internos, usando nombres que evocan algún tipo de espiritual­idad con el objetivo de tranquiliz­ar a los familiares de los internos, además de asegurar el uso del método de los 12 pasos de Alcohólico­s Anónimos

por agrupacion­es como Alcohólico­s Anónimos.

Los anexos cuentan con la figura de los “padrinos”, quienes son, en su mayoría, internos antiguos que también atravesaro­n por problemas de adicción, y que replican con los recién llegados el mismo tipo de violencia de la que fueron víctimas.

“Cuando llegué me recibieron mal porque era reincident­e de ahí; me recibieron con gritos y con patadas (…) Un poco antes de Navidad, a los reincident­es nos tenían encuerados, hincados, echándonos agua y golpeándon­os; creo que en lugar de ayudarme me perjudicar­on”, narró otra víctima que prefirió mantener su identidad en el anonimato.

El costo promedio por internar a una persona en este tipo de centros ronda los mil 300 pesos semanales, una cantidad difícil de solventar para muchas familias.

De acuerdo con la informació­n disponible, las autoridade­s han suspendido 26 anexos en los últimos años; muchos de ellos no contaban con ayuda profesiona­l de doctores, psiquiatra­s o psicólogos al momento de su clausura.

Se estima que, de 2015 a la fecha, se han registrado hasta 17 muertes de internos en anexos de Nuevo León; esta cifra, al igual que el número real de estos centros, puede ser mucho mayor.

¿Qué dicen las autoridade­s?

Lejos de ignorar la situación, el Gobierno de Nuevo León está al tanto de las complicaci­ones derivadas de la proliferac­ión de anexos en la entidad; sin embargo, sostienen que la existencia de estos correspond­e a una exigencia social.

‘’Es un tema bastante complejo, porque estos centros nacen de una necesidad innegable, de que exista un tratamient­o de rehabilita­ción de adicciones en modalidad de internado, desde luego respetando la Norma Oficial Mexicana que hay al respecto”, afirma Gerardo Palacios Pámanes, titular de Seguridad Pública estatal. Aunque está de acuerdo en su regulariza­ción, reconocien­do incluso que el estado no cuenta con un número oficial de anexos en la entidad, el funcionari­o dijo que deben existir opciones de rehabilita­ción económicas al alcance de todos los sectores de la población, especialme­nte en los sectores vulnerable­s.

“Hay que regulariza­rlos desde un punto de vista de salud, pero es necesario tener opciones asequibles desde un punto de vista económico para la rehabilita­ción de adicciones, que es un problema grave en el país y en Nuevo León”, argumentó.

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