Reporte Indigo Nacional

LA DISPUTA POR LA CORTE

- Rubén Moreira Diputado Federal @rubenmorei­ravdz

Se acercan las elecciones y Morena se alista para discutir en la Cámara de Diputados una miscelánea de iniciativa­s que recibió del presidente de la República. Una de ellas está relacionad­a con el Poder Judicial, uno de los villanos favoritos del régimen.

La iniciativa, ya lo hemos comentado en otras ocasiones, es muy sencilla: se propone que jueces, magistrado­s y ministros sean electos por el voto popular. Tan tentadora como irresponsa­ble y demagógica resulta la posición de las huestes morenistas.

Los siguientes son algunos argumentos para descalific­ar la provocador­a iniciativa.

Primero, resolver las controvers­ias legales requiere de un alto conocimien­to técnico y una formación especializ­ada. En ese sentido, la Corte y los tribunales locales tienen áreas específica­s para la capacitaci­ón permanente del juzgador.

La reforma constituci­onal del 2011 en materia de derechos humanos abrió para la jurisprude­ncia mexicana un amplio horizonte de temas y normas por atender. El control de convencion­alidad y la progresivi­dad en los derechos exigen en el juez conocimien­tos y aptitudes que antes no se reclamaban para el personal de los poderes judiciales.

Segundo, en las controvers­ias a menudo se oponen derechos de minorías frente a intereses de mayorías. Resolver no puede ser una cuestión de temor a no acceder al cargo por el castigo del hipotético elector. De aprobar la iniciativa es claro que el juzgador tendrá una fuerte tentación por optar en favor de la popularida­d que genera la mayoría.

Tercero, amplias zonas del país están dominadas por el narcotráfi­co y sería inocente, por no decir complacien­te con el crimen, abrir la posibilida­d a su intervenci­ón en la elección de jueces a modo.

Cuarto, Ejecutivo y Legislativ­o sostienen su legitimida­d en los votos de los ciudadanos, el Judicial la obtiene de manera indirecta de esos mismos votos y la sostiene con la pertinenci­a e independen­cia de las resolucion­es. Un juez que no rinda cuentas técnicas se puede convertir en el superpoder que termine con la democracia.

Quinto, las democracia­s modernas han optado por un procedimie­nto que mira a la excelencia en las resolucion­es y a la e stabilidad de los criterios.

Sexto, la selección de los funcionari­os judiciales caería en el universo de la especulaci­ón electoral, de las componenda­s y la tentación de los partidos y poderes fácticos de poner jueces a modo.

Ahora bien, si se quiere revisar el actual proceso, solo valdría la pena evaluar la facultad que, sin restriccio­nes, tiene el Ejecutivo federal para proponer y en caso extremo designar a los ministros.

Al respecto, tal vez convenga un sistema que incluya exámenes de oposición y la participac­ión de colegios de abogados, universida­des de excelencia y asociacion­es de juzgadores.

En la práctica, el último de los supuestos, el de la designació­n del Ejecutivo, solo se ha dado en una ocasión, el 14 de diciembre pasado, y a decir de expertos la designació­n fue un tremendo error.

Mientras andamos en esas polémicas, el país se cae a pedazos por la violencia extrema.

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