Como un lunar: boleros al estilo de Discos Corason
CD con boleros de la Costa Chica
Patrimonio nacional. En 1956, Álvaro Carrillo tuvo su primer gran éxito con “Amor mío”. Sesenta años después, Discos Corasón reunió a cinco artistas de la Costa Chica de Guerrero, tierra de Álvaro, para grabar una colección de boleros inolvidables y brindarle a la memoria un festín de romance.
El ambicioso proyecto comenzó en Cacahuatepec, lugar de nacimiento de Carrillo. En esa población se dieron cita Fidela Peláez, Las Hermanas García, Chogo Prudente, Los Tres Amuzgos, Pedro Torres, el productor Eduardo Llerenas de Discos Corasón y el ingeniero Salvador Tercero, del estudio Sala de Audio, con quien conversamos sobre el reto que implicó grabar la música de ayer, aplicando la tecnología de hoy, para hacer que el tiempo se detenga en la inmortalidad de una mirada.
Ningunos desconocidos
“Con Mary Farqhuarson y Eduardo tenemos más de veinte años de conocernos. Ha sido una relación muy buena, porque Eduardo es un aventurero de toda la vida”, vuelve Salvador Tercero en el tiempo; “en aquel entonces empezamos con procesos de masterización para grabaciones in-situ, con cinta analógica. Se hacía la transferencia a disco duro en Estudio 19, con el ingeniero Francisco Miranda”, recuerda el ingeniero; “hacíamos masterización digital y así arrancamos, usando un Axis maravilloso”.
Eduardo se volvió asiduo. “Más adelante montamos Sala de Audio y la relación de Mary y Eduardo continuó familiarmente, en un entorno relajado”, Salvador moldea el concepto; “pero con la visión de capturar la esencia de los artistas con los que ellos trabajan”.
Al estilo Sala de Audio. “Desde siempre, lo primero que trabajamos con Mary y Eduardo fue la preproducción. Las sorpresas no se permiten. Imagínate: ¿qué haces?”, documenta el ingeniero; “antes, ellos grababan con máquinas Nagra, que eran grabadoras estéreo para cine y el trabajo era técnicamente limitado, porque lo más que podían tener eran tres micrófonos, pasarlos por un mixer y de ahí, a la Nagra.
La primera vez que hicimos estas salidas (hace veinte años), fuimos a la Sierra de la Huasteca Potosina, grabamos a los Camperos de Valles con una grabadora digital DAT, a dos canales”, contrasta; “pero llevamos un mixer con ocho entradas y ocho micrófonos. En su comunidad, montamos una pequeña cabina, entre paredes de adobe y techos de lámina. Nos íbamos en un coche, con bases, cables y racks”.
La mística del nuevo proyecto
Tenía que ser en Cacahuatepec, el pueblo de Álvaro. “Desgraciadamente, su casa ya está en ruinas, muy abandonada: había goteras y ninguna facilidad”, valora Salvador; “uno de los músicos mencionó a los Estudios Esmeralda, un pequeño cuarto de grabación, rústico (en la casa de un grupo versátil), con espacio de tres por tres metros alfombrado, acondicionamiento de hule espuma (que para nosotros fue una maravilla, porque no tenía reverberación) y una pequeña cabina. Imagínate el calor que teníamos: era una temperatura incontrolable. Nosotros llevamos un sistema portátil de Pro Tools 12, con tarjeta externa Native y una interfaz que nos podía dar los ocho canales que necesitábamos para entrar y salir de una lap top sin problemas”.
Herramientas tecnológicas. “Nos llevamos un rack con dos preamplificadores Amek System 9098 (que son unos maravillosos diseños de Rupert Neve); el Focusrite Red 4Pre (que es de cuatro canales) y dos módulos API The Channel Strip”, revela Salvador Tercero; “la intención era grabar músicos que no tocan con audífonos y que no les podemos decir que vamos a doblar las guitarras; hicimos las voces y corregimos. Lo que capta Discos Corasón es la esencia del momento y fueron grabaciones en vivo, en un espacio controlado de reverberación. Con eso, ya estábamos prácticamente protegidos”.
Registro de lujo. “De microfonía, viajamos con una colección de los mejores condensadores para hacer una buena captura”, expone el ingeniero; “llevamos unos Neumann y para percusión, por supuesto que íbamos con dinámicos Shure SM-57 ( y sus accesorios), además de los AKG 414, que son maravillosos y con los que tuvimos cuidado”, detalla; “porque no se trató de llenar de bulbos y cosas demasiado complicadas. La humedad relativa era muy peligrosa y lo que menos queríamos eran cápsulas que se fueran a colapsar por tanta humedad”.
Cuando regresaron a Sala de Audio
“Fue bastante agradable el hecho de que planteamos la perspectiva panorámica estéreo del trío (más las voces) y funcionó muy bien”, sostiene Salvador Tercero; “la mezcla realmente se procesó muy poco. No tuvimos mayor contaminación externa y fue una forma de recrear lo rústico, lo sencillo y natural, dejándolo ser. Utilizamos procesos de compresión muy básicos. De plug ins de compresión, me gustan los de Avid, porque tienen cosas sencillas, pero muy correctas. También unos Teletronix, que utilizamos en la voz”, reconoce; “la tendencia fue que desde la captura, hiciéramos el trabajo necesario”. Masterizar cinco sentimientos diferentes. “Fue complejo, porque tuvimos a las Hermanas García (unas niñas maravillosas), que cantan muy suavecito y la intención con ellas era de intimidad o de inocencia”, muestra el ingeniero; “y pudimos tener a Chogo Prudente, que canta muy fuerte. Por eso, el rango dinámico general del disco es extremadamente abierto y lo que buscábamos era que la interacción entre los artistas (que están intercalados), fuera homogénea y no se perdiera el sello de cada quién”. La sencillez, el secreto. “Utilizamos un proceso de masterización básico y pasamos los audios por procesadores analógicos”, Salvador ilustra; “tenemos un ecualizador Manley Labs Massive Passive, con el que hicimos un insert analógico en la red. Después usamos unos compresores Manley, para dar un nivel de volumen (o loudness) comercial, pero sin reventar las agujas, para que si estás escuchando un playlist con tracks de otros artistas, que combinen, que compartan; establecimos que el rango dinámico tenía que ser natural y fue un proceso muy complejo; porque era trabajar cada track de forma independiente y después, hacer la homologación de todo. La gran ventaja fue que me tocó hacer los cinco artistas, mezclarlos a todos y en todas las fases trabajé con el mismo productor”.
Como principio
“Lo más importante: si tu productor, el artista y tú (como ingeniero) desde el arranque, tienen la línea clara de lo que están siguiendo, no tiene por qué cambiar”, sonríe Salvador Tercero; “el mastering de reparación, cuando tú haces todo, es autocriticar algo que te quedó mal. ¿Por qué lo voy a corregir? Realmente, era trabajar para que no sucedieran esas cosas. ¿Complicado? Mucho”, resume finalmente Salvador Tercero; “las condiciones eran adversas, pero había que trabajar con la mística del género y los boleros piden que no te salgas de cuadro; que la energía no decaiga”.
Sala de Audio y Discos Corasón, punta de lanza en la música tradicional.
Ilusión sincera.