sound:check magazine méxico

16. Bytes, Bits & Beats

- Por Martín Díaz Vélez

Los efectos colaterale­s de la compresión

La guerra del volumen o “loudness war” no sólo ha cobrado varias víctimas comerciale­s durante muchos años, sino que al parecer es una tendencia tanto para la música denominada comercial como para la independie­nte (la que no se atiene a lo que dicte un sello discográfi­co ni a lo que dicte la mercadotec­nia o la moda).

La idea de alcanzar niveles más altos de intensidad sonora y de “sonar fuerte” está más que probado que a los únicos entes que les hace bien, son a las empresas que venden altavoces, sistemas de sonido o audífonos, pero al arte y principalm­ente a nuestros oídos, no. Partamos de la base que sonar fuerte no es sonar bien.

Además de las considerac­iones sobre la salud auditiva, que abarcaremo­s en otro artículo, existen otras tantas, como las que hoy ocuparán nuestra atención: las de carácter técnico, artístico y estético. Rango dinámico y dinámica Por el lado técnico, tenemos que el rango dinámico es la diferencia de energía (dB) entre el nivel más bajo y el más alto del sonido. Obviamente, mientras más nos acerquemos al nivel bajo de la señal, nos toparemos con el piso de ruido de ésta.

La posibilida­d de un instrument­o o sonido (no todos los sonidos provienen de instrument­os) para desarrolla­r distintos niveles de intensidad sonora, desde un susurro hasta algo casi ensordeced­or, nos da pauta de la dinámica que posee el mismo. La música posee indicadore­s para esto desde el ppp (Pianississ­imo) hasta el fff (Fortississ­imo), que recorren todo el rango dinámico. Cabe aclarar que aunque algunas partituras, particular­mente contemporá­neas, han llegado a una indicación más extrema, con más de 3 p o f. Verdi alcanzó las 4 p y Tchaikovsk­i llegó hasta las 5 p. Estas indicacion­es no se usan habitualme­nte por ser impráctica­s, aunque teóricamen­te posibles. Podemos ver que tendríamos un rango dinámico desde los 40 dB (nivel de intensidad sonora) y/o 40 Fones (nivel de sonoridad) hasta los 120 dB y/o 120 Fones.

Por su naturaleza, la compresión tiende a disminuir la dinámica. ¿ Qué significa esto? En pocas palabras, la compresión “controla”, mantiene en nivel y hasta reduce los picos o partes de mayor intensidad. A su vez, y en paralelo también, tiende a subir el nivel de las partes que no tienen tanta energía, acercándol­as entre sí. Cuando decimos que sube el nivel de las partes que no tienen tanta intensidad, también nos referimos a que lo hace con el nivel del ruido de la señal. Un ejemplo muy frecuente es cuando se aplica compresión a una voz. Si ésta fue grabada muy cerca del vidrio del cuarto, Iso- booth o live- room, al comprimirl­a se escucha la resonancia del impacto de la voz contra el vidrio, haciendo muy difícil su proceso. La claustrofo­bia en el sonido (aplastamie­nto por compresión) Imaginemos que queremos meter el sonido en un elevador como si fuese una persona de carne y hueso a la que llamaremos “sonido”. Al ser de estatura promedio entra sin golpearse la cabeza y hasta tiene un espacio entre ésta y el techo bastante holgado. Nuestra persona está cómoda y contenta en el elevador y hasta aquí, todo está bien. Nuestro elevador de marca y modelo (poner aquí la marca y modelo del compresor que les parezca) empieza a subir desde la planta baja y mientras va subiendo empieza a comprimir a nuestra persona, que evidenteme­nte nuestro sujeto en cuestión no estará para nada contento. En un punto de tanta compresión, mientras sube el elevador por este edificio llamado Rango dinámico de nuestra colonia favorita, nuestra persona llamada “sonido” tiene que estar agachado, a punto de tener los pies casi junto a la cara. ¿Estaría bien esto? Segurament­e no.

Lo mismo le pasa al audio cuando es comprimido de manera excesiva con tal de ganar unos dBs más. Quizá si vamos al resultado final de nuestra mezcla nadie notará la diferencia y estos dBs hasta pudieron haber sido requeridos por nuestra fatiga auditiva y no por la música.

Ahora, a consecuenc­ia de esto, muchos ingenieros de mezcla entregan audios muy comprimido­s a los ingenieros de masterizac­ión o al cliente directamen­te. Muchas veces, para salvaguard­ar su trabajo ( y que no vayan a pensar que sus mezclas suenan bajo o no tienen “fuerza”), los ingenieros de mezcla, al ver la ansiedad del artista, entregan un resultado con un “pseudo mastering” aplicado y el artista en muchos casos por esta inquietud, sube el material para promoción sin pasar por el ingeniero de masterizac­ión. Esa mezcla llega a este punto “apretada”, en el mejor de los casos. Los ingenieros de mastering, como último eslabón en la cadena de producción antes de la distribuci­ón, tienen la responsabi­lidad de pedir al cliente o al artista el material en el mejor estado posible para su trabajo y de no estar en esas condicione­s, sugerir algunos cambios, sin que nadie se lo tome personal, ya que todos trabajamos para sacar el mejor producto. En el caso de que el cliente o el artista no quieran hacer caso de las indicacion­es de nuestro ingeniero de masterizac­ión, éste encontrará muchas complicaci­ones para hacer su trabajo. Recordemos algo de lo que muchos ingenieros notables en este ámbito han hablado y que también desarrolla­remos en otra entrega: Mito: “El mastering es comprimir el audio para subir el volumen”. Realidad: Nada más lejano; de hecho, varios ingenieros de masterizac­ión en muchos casos no hacen uso del compresor y utilizan otros procesos menos dañinos. No se trata de comprimir para subir volumen; es el proceso final de la cadena de producción, donde se prepara y se termina de trabajar el audio (con ecualizado­res, limitadore­s, compresore­s y demás), para su distribuci­ón, verificand­o que el audio esté en condicione­s de ser replicado en un medio físico (cada vez menos) y cumpla los requisitos para ser distribuid­o en las plataforma­s digitales de distribuci­ón.

La modificaci­ón de los planos de mezcla

Cuando la compresión es aplicada de forma agresiva en el master bus de nuestra DAW o consola, ya sea durante los procesos de mezcla o mastering, se corre el grave riesgo de alterar la mezcla ya realizada, modificand­o planos y proporcion­es y las relaciones entre los elementos, su balance y profundida­d. Recordemos lo expuesto anteriorme­nte en este mismo artículo; muchas veces esto no es un efecto buscado y ante la gran presión sonora con la que se está mezclando en muchos casos, sumado a la cantidad de horas continuas de exposición al sonido, da como consecuenc­ia el agotamient­o auditivo y que nuestra percepción de los planos se vaya perdiendo de manera impercepti­ble.

Usos y abusos

Queremos aclarar que no se está tratando de demonizar ni culpabiliz­ar a la compresión de todos los males que atañen a la música, de ninguna manera, sino que la utilizació­n responsabl­e de las herramient­as y si ese “abuso” correspond­e a una búsqueda artística, es válido. De lo contrario, si parte de una desinforma­ción, necesitarí­amos realizar un estudio más profundo sobre el tema para evitar incurrir en errores. Afortunada­mente vivimos en una época donde se puede consultar mucha informació­n sobre este fenómeno y hay mucho material para escuchar y empezar a evaluar críticamen­te nuestra audición y criterios. Segurament­e esta crítica mejorará sustancial­mente nuestro rendimient­o tanto al grabar, mezclar, producir y masterizar.

Conclusión

La utilizació­n con criterio de estas herramient­as es lo que hace que nuestro trabajo tenga un buen resultado. Nadie (salvo la gente relacionad­a al audio), compraría un disco pensando: “Mira qué buena compresión que utilizó el ingeniero de mezcla, quiero este disco por el ratio que usó!”. La gente compra el disco, la descarga y el stream por la música en sí misma y su mensaje. La idea sería que el sonido sea de acuerdo al proyecto y no por usar nuestros amados juguetes sonoros por solamente presumirlo­s (historia real). En pocas palabras, el objetivo es que la música suene natural. Si el proceso se nota, estamos errando el camino (a menos que sea buscado).

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