¿POR QUÉ NO PUEDO CAMBIAR?
¿Por qué soy así? ¿Por qué reacciono de esta manera? ¿Por qué no puedo cambiar? Preguntas como éstas son algunas de las preguntas que me hacía. Me llevó un tiempo entender que la obediencia no se trataba de sólo hacer o no hacer, sino de examinar las motivaciones de mi corazón. Identificar nuestros ídolos suele ser difícil porque pensamos que “no son cosas malas”, pero la realidad es que, cuanto mejores son, más probable es que esperemos que puedan suplir nuestras necesidades y anhelos más profundos. Anhelos que sólo Dios puede satisfacer.
Estas son algunas de las cosas que aprendí:
1. DIOS ES TODO LO QUE SIEMPRE HEMOS QUERIDO.
Siempre hay cosas en las que invertimos para obtener alegría, plenitud, y paz que sólo Dios nos puede dar. Hasta que lo único que tengamos sea Jesús, no nos daremos cuenta de que Él es lo único que necesitamos. Dios, en su gracia, muchas veces nos permite ver ésto al quitarnos o restringirnos aquellas cosas en las que buscamos satisfacción.
2. EL ROMANCE NO LO ES TODO.
¡Con cuánta facilidad convertimos el amor romántico en un dios falso! La cultura nos empuja a colocar en la pareja toda nuestra esperanza y felicidad.
3. MI AMOR POR EL DINERO ES AMOR POR ESTE MUNDO.
Preferimos amar y atesorar aquello que en el presente nos ofrece el sentimiento de poder, estabilidad, y seguridad. Cuando queremos tener mucho dinero para controlar las cosas, quiere decir que buscamos la seguridad en esta vida, y no tenemos la vista en la eternidad junto a Cristo Jesús.
4. EL ÉXITO JAMÁS PODRÁ SALVARME.
Uno de los precursores del ídolo del éxito es el miedo. Miedo a ser nadie, a fallar, a ser rechazado, a no encajar. La falsa sensación de seguridad es el resultado de endiosar a nuestros éxitos.
5. LOS ÍDOLOS TIENEN INCONTABLES FORMAS.
Podemos crear un ídolo de la precisión doctrinal, el éxito en el ministerio, la cantidad de discípulos, y de la rectitud moral. Ésto conduce a la arrogancia.