Dormía a sus hijas para violarlas
Una de las menores resultó embarazada. Las dos estaban amenazadas de muerte si decían algo.
COMITÁN, CHIAPAS.- Ese día Marco Antonio notó que algo raro estaba pasando en su casa. Su mujer y sus dos hijas desde el día anterior estaban misteriosas.
La cara de muina de su esposa al ir a acostarse lo intimidó y no quiso preguntarle a la cara qué pasaba. En el fondo intuía lo que podría ser, pero se negaba a creer que las niñas lo hubieran acusado. «No podría ser aquello», pensaba.
Trató de dormir, pero al poco tiempo se removía de un lado a otro de la cama. Su mente no lo dejaba en paz. Sabía que nunca debió haber hecho eso. Un padre no puede mancillar su propia carne.
Imaginó el castigo que le esperaría en la cárcel. Era bien sabido que a los violadores de menores los demás reos los menospreciaban, y a la primera oportunidad…
Así estuvo pensando hasta casi llegar la madrugada, después quedó sumido en un profundo sueño que ni sintió cuando a su lado, su compañera se levantó muy de mañana y salió a la calle. Ni siquiera escuchó el ruido de la puerta al cerrarse.
Sólo al despertarse y ver que no había nadie en la casa, no tuvo duda de que había sido descubierto. Sin demora, se alistó e hizo una muda de ropa para salir también por esa puerta de su hogar que nunca debió mancillar.
UNA DE ELLAS ESTÁ EMBARAZADA
La madre y sus dos hijas se armaron de valor y muy temprano se presentaron en la agencia del Ministerio Público para denunciar al esposo y padre por el probable delito de abuso y violación de menores.
En el juzgado, la madre con lágrimas en los ojos y los puños bien cerrados volvió a relatar lo que le habían contado la víspera sus dos hijas. Desde que oyó aquella abominación no dudó ni un segundo en proteger a sus hijas y denunciarlo.
Si las niñas no lo dijeron antes fue porque el padre las tenía amenazadas, explicó. «Si dicen algo, nadie les va a creer, y se las verán conmigo. Les juro que no saldrán con vida de ese cuento», les amenazó el padre la última vez que hizo su fechoría.
La secretaria del impartidor de justicia transcribió la denuncia de hechos presentada por las tres mujeres. Tras una revisión clínica, se descubrió que una de las menores estaba embarazada.
De inmediato, las autoridades policiacas difundieron la imagen del violador para recibir cualquier información sobre su paradero.
Cuando Marco Antonio llega a la casa con la mirada perdida y el cuerpo transpirando el trago que se ha bebido, manda llamar a sus dos pequeñas.
Después de saber que su esposa está afuera haciendo los mandados de la casa, acerca a las niñas dos vasos. Les sirve el refresco de sabor que ha comprado en la tienda de abarrotes.
Antes de dárselos, mete una mano al bolsillo y saca entre los dedos una especie de polvo que desgrana minuciosamente en la bebida.
Las menores de edad no preguntan nada al padre, y beben con confianza y alegría el refresco. Después de que lo acaban se lo saborean con la lengua.
A los pocos minutos empiezan a cabecearse en la silla del comedor. El padre les pide que se recuesten en el cuarto. Las acompaña. Apenas tocan la cama, las dos niñas quedan inconscientes. Marco Antonio, el padre, no sale de la habitación. Se queda dentro.