AMLO el candidato a votar
¿Quién es el adversario más eficaz para Morena? Los «neomorenistas», la amenaza real de la 4T
Se equivocan aquellos que quieren medir la fuerza de Andrés Manuel López Obrador siguiendo las últimas seis elecciones [tres presidenciables y tres intermedias]. Según esa teoría, el «efecto Peje» sólo se fortalece cuando el tabasqueño participa en una campaña por la Presidencia y arrastra un caudal de votos para todos los que lo acompañan en la boleta.
Ponen como ejemplo las elecciones intermedias, donde por más que impulsaba a candidatos acompañándolos en sus mítines, no lograba hacerlos ganar; «el triunfo no se da por ósmosis», decían. Pero valoran mal, pues la posición que López Obrador sobrellevaba antes y la que representa ahora son muy distintas.
Hoy Andrés Manuel es Presidente de la República y, desde esa posición está provisto de un megáfono al que han llamado «la mañanera»; además —y quizá lo más importante— su gobierno ha desplegado un caudal de programas sociales perfectamente delimitados a los abuelitos, mujeres solteras, jóvenes sin oportunidades, gente de campo, que en conjunto hacen una mayoría y representan la base social que lo impulsó a la Presidencia.
En estas elecciones la oposición ve una oportunidad para quitarle a AMLO la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, ganándole a los candidatos de Morena y a la coalición de la que ésta forma parte. Es posible que eso le dé cierta ventaja a los partidos opositores.
Pero, aunque el Presidente no estará en las cédulas electorales, sí será —y lo es ya— el protagonista de una elección que gira en torno a él, aún y no estando su nombre en las boletas. Su presencia es inevitable, esté o no en ellas.
Él estará en la mente de todos los votantes y en el corazón de muchos de ellos, que más que votar por Morena votarán por él. Esta elección, aún sin su nombre, tendrá su sello. En ella se votará por él o contra él: los candidatos.
El postulante en cada uno de los trescientos distritos —como ocurrió en 2018— será él; nadie más que él será el candidato real
—los demás serán candidatos virtuales— que estará en las elecciones federales, muy seguramente también en las gubernamentales y hasta en las delegacionales y municipales.
En estos comicios, el candidato a votar, esté o no en las boletas, es AMLO; nadie más. Para ser más claro: López Obrador será un Messi en una final del Real Madrid. En este proceso electoral que apenas ha iniciado campañas formales para diputados federales, absurdamente el adversario de Morena no es la oposición —un raro pegoste de ideologías sumadas en una alianza llamada «Va por México»—, el verdadero antagonista del lopezobradorismo ¡es el árbitro electoral! Ni el PAN-PRI-PRD unidos en ese frente serán capaz de hacerle un desgaste.
La pregunta es si la coalición «Va por México» es percibida como la oposición más eficaz para disputarle a Morena ese bazar de votos de «los que no quieren que gane el partido del Presidente», o de «los que se encuentran agraviados, arrepentidos y hasta damnificados de la 4T» o de aquellos «que siempre han estado en contra de Morena» o, finalmente, «de quienes votarán por primera vez». Se ve difícil, pues el PAN, PRD y PRI son aún vistos como los responsables del hundimiento de México, especialmente el PRI.
El Instituto Nacional Electoral —que ya se auto incluyó como contendiente, y no es cualquier competidor, ¡es el árbitro!— sí le puede quitar a Morena la mayoría absoluta en el Congreso Federal con las nuevas fórmulas de sobrerrepresentación que aprobó, aunque queda aún pendiente el fallo de los órganos jurisdiccionales.
Lo único que puede marcar diferencia en este proceso —con respecto al del 18— es la elección «paralela» que efectuará el INE, que por lo que se ha dejado ver, a toda costa quiere restarle [tumbarle] diputaciones federales.
Y esa será la «otra elección» que habrá en 2021, donde al parecer con la ayuda del INE la oposición ganaría curules, dada la actitud del árbitro electoral.
Aunque en el campo de las propuestas de opositores y morenos no muestran diferencias y solo ponen en entredicho a los electores, a los que obligan a elegir entre los que aseguran que las cosas van bien y los que niegan que el país funcione, sin agregar los cómos se pueden mejorar o reforzar de uno u otro lado las cosas.
Ante esta disyuntiva el lector pensaría que entonces su voto debería ir hacia los mejores candidatos, los que ofrezcan ideas claras de qué pueden hacer en la Cámara Alta, pero ahí también encontrará otra decepción al observar a políticos reciclados, camaleones que han cambiado de muchos colores, en pocas palabras muchos cartuchos quemados donde es muy difícil a quién irle.
En conclusión, esta elección congregacional no es una competencia de talentos, es una elección entre quienes quieren refrendarle un cheque en blanco al Presidente y los que pretenden frenarlo desde la cámara para que su proyecto no siga avanzando.
Aún ganando las elecciones del 6 de junio, el movimiento fundado por el lopezobradorismo estaría perdiendo a largo plazo al haberlo rodeado de nuevos aliados, la mayoría de ellos priistas metamorfoseados en «neomorenistas».
En la lucha por conservar el control del poder en este segundo tramo de gobierno, Morena sigue rodeándose de «nuevos aliados», en su mayoría priistas, desplazando los vínculos originales con la izquierda, por lo que el resurgimiento del PRI llega de la mano del movimiento que prometió una regeneración Nacional.
Vemos cómo Mario Delgado, quien llegó a la dirigencia necesariamente con autorización del Presidente, recurrió a los peores vicios del más puro priismo: impuso candidaturas por dedazo, premió a amigos, entregó candidaturas a presidencias municipales y hasta gubernaturas sin el menor asomo de respeto a los principios originales del partido.
En Tabasco el secretismo mediante el cual se están escogiendo a quienes serán alcaldes y diputados locales es de un cuño priista indiscutible. Para nadie es secreto que en el estado el PRI crece dentro de Morena, sin competir con ella. El partido ha sido «infiltrado». Cada vez más priistas se vuelven morenos.
Ese transfuguismo o chapulineo está desplazando al lopezobradorismo histórico en Tabasco y en todo el país.
Hay que recordar que cuando el PAN gobernó el país, el PRI lo cercó y cogobernó con él, pero a Morena lo está penetrando, no como partido, sino como un priismo camaleónico que hoy sin recato encabeza fórmulas para presidentes municipales, so pretexto de reclutar a candidatos ganadores.
Ese alineamiento de fuerzas y la recomposición política se dan debido al debilitamiento de Morena, que se enfila hacia la recta final del sexenio, y en ese camino va desplazando a viejos aliados, pero sigue manteniendo ajados adversarios disfrazados adentro.
El riesgo de todo lo que viene sucediendo es que al ganar la elección del 6 de junio con «neomorenistas» no se asegura el triunfo de la Cuarta Transformación, que se impuso como principal postulado combatir a la corrupción. El camino se bifurca.
Las altas expectativas son la clave de todo» SAM WALTON