SORPRENDENTE
Hay algo sumamente atractivo en las cintas de aventuras clásicas: ésas con un macho alfa, un buen número de corretizas y armas, selvas, bichos y una tumba escondida... y sólo un mínimo de efectos especiales, para darle una ayudadita.
Llega una película que retoma algunas de las características antes descritas: Tomb Raider: Las Aventuras de Lara Croft.
Lara (Alicia Vikander) entrena artes marciales mixtas y es una veloz ciclista. Económicamente, la pasa mal, aunque no tendría por qué: es la heredera de una cuantiosa fortuna que le dejó su padre, Lord Richard Croft (Dominic West), desaparecido hace muchos años en un viaje al Japón.
Pero Lara no quiere firmar los papeles que declararían muerto a su progenitor. Cuando lo ve todo perdido, encuentra una pista que la manda al otro lado del mundo. Quiere encontrar a su padre, vivo.
Este relanzamiento de la saga protagonizada por Angelina Jolie hace años, basada en un videojuego, resulta una sorpresa en más de un sentido: más que un vil recalentado de aquélla, oferta algo fresco y ameno.
Se mantiene el ritmo y no hay momentos aburridos. Las secuencias de acción son buenas e incluyen desde naufragios hasta combates aguerridos... todas, adecuadamente montadas.
Afortunado que no se abuse del famoso CGI, la animación por computadora que irónicamente, le resta realismo a tantos filmes.
Y ahí, lo mejor del filme... su heroína; una mujer real, de carne y hueso, que suda, se esfuerza, pelea y es herida. Su desarrollo en la trama hace perfecto sentido con el personaje.
Sobresale también la explicación a ciertos eventos clave en la cinta (sin detalles, para no echar perder nada) que resulta inteligente e ingeniosa.
¿Desventajas? Algunos clichés y un villano (Walton Goggins) que no convence.
Así que aquí hay selva, tumbas, bichos... pero en lugar de macho alfa, una mujer aguerrida. Y ella contribuye mucho, a hacer esta cinta, bastante entretenida.