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La presa ofrece un espacio de diversión, primero como atracción arquitectónica, con sus vistas panorámicas desde la carretera que bordea a la estructura y su camino de concreto –en la cima del embalse– por el que pasean centenares de turistas locales y extranjeros.
El lugar es residencia de decenas de personas que viven de las actividades acuáticas o campestres –turismo– que se realizan en el lugar: andar en bicicleta, observación de aves, paseos en botes, pesca, excursionismo, paseos a caballo y natación.
La Ciudad de la Presa del Elefante –incorporada como tal en julio de 1998– ha desarrollado más actividades a lo largo de la semana para acompañar este centenario, entre ellos el despliegue de fuegos artificiales y un concurso de comer pays. Los administradores del embalse también han incluido paseos al interior de esta fortaleza de concreto, donde se pueden observar algunas de las bombas hidráulicas originales que todavía se encuentran en funcionamiento.
La obra hidráulica permitió controlar las inundaciones en la región baja del río Bravo y destinar agua de riego a 178 mil acres de predios agrícolas en Nuevo México y Texas.
Además se creó el lago artificial más grande del estado y por decenios ha constituido centro de reunión para pasear en lancha, pescar e ir de excursión. En febrero de 1905 el Congreso autorizó la construcción de la Presa del Elefante.