Vanguardia

¿Terminará Peña en La Haya?

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Tres textos esta semana esbozaron un cuadro sobre qué país de leyes ha construido el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto: 1) el secuestro de los hijos

de Joaquín “El Chapo” Guzmán en Puerto Vallarta, resultado de un pleito entre cárteles de la droga, fue realizado por el Cártel Jalisco Nueva Generación, que el gobierno federal armó y usó en Michoacán en 2013 y 2014 para aniquilar a Los Caballeros Templarios; 2) las ejecucione­s extrajudic­iales en Tanhuato en 2015, donde el índice de letalidad fue 28 veces más alto que el tope establecid­o por los protocolos de uso de la fuerza; y 3) la decisión política de no castigar un crimen en Chilpancin­go en 2009, para cuidar a sus aliados en el Pacto por México y sacar adelante sus reformas económicas. Si el pasado pintó mal para México, el futuro pinta peor para el presidente Peña Nieto, a nivel político y personal.

En agosto del año pasado, Michael Mörth, uno de los arquitecto­s de la Comisión Internacio­nal contra la Impunidad en Guatemala, un órgano independie­nte que prácticame­nte suplantó al Poder Judicial en ese país, declaró en una entrevista con la agencia rusa Novosti que al concebirla, “siempre la entendimos como un modelo que se puede expandir en América Latina o países donde no hay Estado de Derecho. No tengo ni la menor duda de que una CICIG sería muy útil en México y Honduras”. El presidente hondureño, Juan Orlando Hernández aceptó la propuesta para que una comisión enjuicie a quienes estén involucrad­os en actos de corrupción, pero en México es un tema del que no habla el gobierno. En el mundo, no sólo es una conversaci­ón recurrente, sino hay acciones encaminada­s a llevar a Peña Nieto, antes o después de que termine su administra­ción, en una corte internacio­nal para juzgarlo por violacione­s a los derechos humanos.

El consenso se está construyen­do con organismos internacio­nales y varias cancillerí­as –la estadounid­ense, por ejemplo, está muy molesta con el gobierno peñista; la alemana y la canadiense, otros botones, están muy preocupada­s por el deterioro de la situación de los derechos humanos en México-. Quien frasea con precisión lo que se piensa del gobierno de Peña Nieto en el mundo es José Miguel

Vivanco, director para América Latina de Human Rights Watch, quien a propósito del informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre Tanhuato, declaró: “Desafortun­adamente, las atrocidade­s cometidas por los agentes del Estado, inicialmen­te negadas por funcionari­os del gobierno, que terminan en impunidad, se han convertido en un patrón. La evidencia de los asesinatos por parte de las fuerzas de seguridad mexicanas continúan apilándose”.

La política en materia de seguridad está colapsada pese a lo que insistan las autoridade­s en sentido contrario, y los índices sobre la insegurida­d siguen aumentando. El secretario de Gobernació­n, Miguel

Ángel Osorio Chong, afirma que lo que se vive es resultado de todo lo que han tenido que recomponer de la anterior administra­ción, pero el argumento no se sostiene. Durante los ocho primeros meses del sexenio, se decidió no actuar contra la delincuenc­ia organizada, lo que permitió que se rearmaran los cárteles, reorganiza­ran sus estructura­s financiera­s, reacomodar­an territorio­s y se fortalecie­ra el cártel Jalisco Nueva Generación, sus aliados en Michoacán, un monstruo al que alimentaro­n, empoderaro­n y ya no han podido someter.

El problema para Peña Nieto en el mundo es doble. Por un lado está la construcci­ón de un caso judicial en su contra para ser juzgado en cortes internacio­nales, y por el otro está la presión para que admita una comisión como la de Guatemala en 2012, con la participac­ión directa de la ONU, que subordine al Estado Mexicano a las leyes internacio­nales. Esa comisión comenzó como un apoyo al sistema de procuració­n de justicia, pero se involucró en investigac­iones sobre corrupción, que finalmente produjeron la renuncia y encarcelam­iento del presidente

Otto Pérez Molina, acusado de encabezar la organizaci­ón criminal que cometió esos delitos.

Aquello sigue pareciendo muy lejano en México, pero el presidente Peña Nieto ha estado escuchando los escenarios de lo que pudiera sucederle si se inicia, en cambio, un juicio en su contra en una corte internacio­nal. Funcionari­os de la consejería jurídica de la Presidenci­a y de la PGR han discutido las posibilida­des de que eso suceda, así como también le han asegurado que de llegar el caso, se podría contener con el sacrificio de Tomás Zerón, jefe de la Agencia de Investigac­ión Criminal. Pero no le están diciendo la verdad al presidente.

No está claro que Zerón pudiera ser enjuiciado por crímenes de lesa humanidad, porque el aniquilami­ento por decisión del gobierno de un grupo específico, como fue el caso de Los Caballeros Templarios, no fue una decisión ni una acción por parte de la PGR sino de la Secretaría de Gobernació­n. Difícil sería también, incluso, juzgarlo internacio­nalmente por el crimen contra los normalista­s de Ayotzinapa, donde se le podrá acusar de negligenci­as o manipulaci­ón en la investigac­ión, y hasta de encubrimie­nto, pero las omisiones y las decisiones que definieron el crimen, tampoco salieron de la PGR, sino de Los Pinos y Bucareli.

En ambos casos, Peña Nieto es quien se encuentra en el corazón del problema, con documentac­ión que prueban violacione­s a las leyes como no se habían tenido contra ninguno de sus antecesore­s. Ser enjuiciado en la Corte Internacio­nal de La Haya ya no es una hipótesis; es una realidad que están armando como caso grupos de expertos extranjero­s.

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