Vanguardia

MODOS DE LECTURA

- (Redacción de Vanguardia)

Los efectos de la forma Todos usamos géneros literarios cuando escribimos. Y en la literatura los resultados son radicalmen­te distintos según se trate de poesía, novela, fábula o historia. Cada uno de esos géneros tiene sus propias normas, que no se pueden aplicar a cualquier tema. Un relato criminal, por ejemplo, encaja bien en la forma narrativa de una novela, pero no en el formato de un poema romántico.

Por ello el lector aborda lo que lee con distinta expectació­n. Una novela romántica se lee con una expectació­n distinta a como se lee un periódico o un libro de historia, porque cada forma de expresión aborda, a su modo, la realidad. Ejemplos concretos

En la Biblia, como en todo escrito, se usa a veces el lenguaje figurado. Dice, por ejemplo, que la Luna se avergüenza y que las estrellas se alegran; que Dios duerme y se levanta; y que cubre al creyente con sus alas…

Pero sería equivocado entenderlo como se lee, o imaginarse que el cielo tiene puertas con San Pedro de portero, porque la Biblia dice que el Señor le dio las llaves de su Reino (Mateo 16:12,19).

A veces en la Biblia hay cábalas, es decir, menciones de números, que son muy del agrado de los orientales, pero difíciles de comprender por los occidental­es. Un ejemplo claro es la edad de los patriarcas. Con esas cifras tan altas no se quiere precisar un número concreto de años vividos, sino darnos una lección en números sobre la importanci­a de los patriarcas.

En fin, no se pretende aquí proporcion­ar un listado, ni una definición, de todos los géneros literarios presentes en la Biblia, solamente abordar algunos ejemplos con el propósito de que el lector ubique su contenido en el contexto adecuado –y quedarse, quizás, con el deseo de seguir profundiza­ndo en un tema que sea de su interés.

Veamos los ejemplos… Narración didáctica

Tomemos como ejemplo el Libro de Jonás. Se trata de un escrito instructiv­o a partir de una narración muy concreta. Su punto culminante no es la escena del pez, sino el diálogo entre Dios y Jonás al final de la narración.

El Libro de Jonás no es un escrito histórico. Sólo entendiénd­olo como una ‘narración didáctica’ se puede penetrar en la profundida­d de su contenido (enseñar que Dios

Leer es una experienci­a maravillos­a, sobre todo porque a la lectura se le puede extraer mucho más de lo que dice. Por ejemplo, podríamos señalar, sin temor a equivocarn­os, que el platillo favorito de Jesús era ‘el pescado asado con miel silvestre’. Aun cuando esto no se exprese exactament­e de esa manera en ninguna parte de la Biblia.

Es lo que se conoce como una conjetura de ‘no ficción’, lo que quiere decir que lo que estamos expresando no es falso, pero tampoco podemos aseverarlo con toda seguridad. Aclaremos el punto…

Cuando Jesús se presentó ante sus discípulos, después de morir en la cruz, ellos quedaron sobrecogid­os y llenos de temor porque creían ver un espíritu. “Soy yo mismo, tocadme”, les pidió. Y como seguían incrédulos, les dijo: “¿Tenéis aquí algo de comer?”. Y ellos de dieron un trozo de pescado asado y un panal de miel, que Él comió con agrado delante de todos. (Lucas 24:41-43).

Por lo tanto, de este pasaje bíblico podemos derivar que ése —el pescado con miel— era uno de los platillos favoritos del Jesús vivo.

¿Por qué nos podemos tomar esa libertad? Porque la Biblia fue escrita por personas muy diferentes, en tiempos muy distintos. Y, como es natural, cada autor escribió a su modo, según la realidad y la cultura de su época. Es por eso que, para entender el mensaje que la Biblia o cualquier escrito pretenden comunicar, es necesario conocer no sólo las circunstan­cias históricas dentro de las cuales escribió el autor, sino el género literario en el que se inscribe su obra.

No es lo mismo leer un libro de poesía, que uno de historia, una novela o una carta. Ante cada uno de esos géneros asumimos una actitud diferente.

De hecho, sería un error leer una novela como si fuese una historia real; y tomaríamos por ‘loco’ al que quisiera considerar como realidades, los entusiasmo­s vertidos en un poema de amor.

Pues bien, ese error y esa locura la cometemos cuando leemos la Biblia como si todo su contenido estuviera escrito dentro la misma clase de género literario. es muy distinto a nosotros y que su misericord­ia está muy por encima de lo que podemos imaginar).

Narracione­s didácticas son también los Libros de Job y de Rut. Narración histórica

El prendimien­to de Jesús que narra Marcos (14: 43-52) contiene una serie de detalles históricos –todo el hecho en sí es histórico. Sin embargo, el relato trasciende la mera informació­n, porque busca vincular los acontecimi­entos a la fe del creyente.

Se ve el esmero con que se ha trabajado el texto, y la enorme distancia que hay entre un texto como este y la seca enumeració­n sucesiva de varios hechos sin más conexión que la cronología.

Este texto es más que un informe. Es una narración histórica que interpreta los acontecimi­entos y pone en boca de Jesús palabras que permiten dar una explicació­n religiosa del suceso.

Esta ordenación de los hechos y la simultánea interpreta­ción de los mismos caracteriz­a a toda la historia de la Pasión y, más aún, constituye una dimensión esencial de las narracione­s evangélica­s.

El conocimien­to exacto de los hechos, como en una filmación, no nos hubiera mostrado una verdad más profunda del por qué de la Vida y la Muerte de Jesús.

Quisiéramo­s conocer más detalles sobre la vida del nazareno (como aquello de cuál era su platillo favorito), pero esa no es la intención de los Evangelios. Lo que busca su lectura es la vinculació­n teológica de Jesús con su propia existencia. En conclusión

Con este artículo no se pretende examinar todas las formas literarias de la Biblia, sino hacer notar su existencia e importanci­a para un mejor entendimie­nto de los pasajes bíblicos.

Tampoco quiere decir que uno tenga que ser especialis­ta en exégesis para entender la Biblia. Pero sí hay que insistir en que la Biblia no puede interpreta­rse como a cada uno se le antoje, pues en ese caso le hacemos decir lo que de ninguna manera dice o ni siquiera quiere decir.

Pero siempre será beneficios­a cualquier lectura que nos enseñe a profundiza­r en su contenido. De hecho, es imposible entender la Biblia si no se tiene la intención de aprender de ella para mejorar nuestra relación con Dios.

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