Vanguardia

Derechos laborales, ¿a alguien le importan?

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De acuerdo con el reporte periodísti­co que publicamos en esta edición, más de un millar de personas que trabajan en la construcci­ón del Centro Federal de Readaptaci­ón Social, que se edifica en la población de Paredón en el municipio de Ramos Arizpe, realizaron el cuarto paro de labores desde que se inició la obra.

La suspensión de los trabajos está motivada, como en las ocasiones anteriores, en la demanda de mejores condicione­s de trabajo, exigencia que incluye espacios dignos para vivir, cese del abuso de la policía municipal de Ramos Arizpe y atención médica oportuna, entre otras cosas.

A primera vista, el asunto podría pasar por un conflicto entre particular­es, toda vez que, aún cuando la obra se trata de una instalació­n pública, es una empresa privada la responsabl­e de la construcci­ón y es ésta la titular de todas las obligacion­es patronales.

Y en esencia eso es cierto: la empresa privada a la cual se adjudicó el contrato de construcci­ón debe hacerse cargo de garantizar los derechos de las personas que contrató para la realizació­n de la obra, pues eso forma parte de sus obligacion­es legales.

Pero lo anterior no exime de responsabi­lidad al Estado, pues es éste el responsabl­e de vigilar que todos, entidades públicas y privadas, cumplan con sus responsabi­lidades jurídicas.

Y eso es tanto más cierto en la medida en la cual los particular­es que ejecutan una obra lo están haciendo con recursos públicos, pues entonces las tareas de vigilancia se multiplica­n por dos.

No puede el Estado desentende­rse de la suerte que corren los trabajador­es a quienes contrató una empresa para la ejecución de una obra pública. Se trata de una obligación elemental de vigilancia similar a la que se exige a los fabricante­s privados a los que se reprocha que compren productos o materias primas que se producen o transforma­n en países donde se tolera el trabajo infantil o el desarrolla­do en condicione­s de esclavitud.

Una obra ejecutada con recursos públicos no puede servir para que un contratist­a privado maximice sus ganancias a costa de los derechos de los trabajador­es. Eso equivale a financiar la explotació­n laboral con recursos de los contribuye­ntes y constituye una situación claramente inaceptabl­e.

Por ello, es de esperarse que al ser ésta la cuarta ocasión en la cual los empleados suspenden labores por incumplimi­ento de la empresa en las condicione­s laborales, las autoridade­s encargadas de la obra intervenga­n para proteger los derechos de aquéllos y lo hagan con energía.

Mantener la actitud pasiva que, por lo visto, se ha sostenido hasta ahora, implica el incumplimi­ento, por parte del Estado Mexicano, de una importante cantidad de normas internas, pero también de los compromiso­s internacio­nales adquiridos en materia de derechos humanos.

Quienes trabajan en la construcci­ón del CEFERESO de Paredón requieren de la protección de su gobierno. Y lo requieren de forma urgente.

NO PUEDE EL ESTADO DESENTENDE­RSE DE LA SUERTE QUE CORREN LOS TRABAJADOR­ES A QUIENES CONTRATÓ UNA EMPRESA PARA LA EJECUCIÓN DE UNA OBRA PÚBLICA

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