Vanguardia

‘THE GET DOWN’ MELODRAMA MUSICAL CON ESTILO

Hip-hop, disco, graffiti, el decadente Bronx… Baz Luhrmann ha llegado al Nueva York de finales de los 70 con Netflix

- CARLOS DÍAZ

Baz Luhrmann es mucho de todo. Mucha música y mucha producción, como sacada de una elaborada sesión de fotografía­s para alguna revista de moda. Grandes multitudes, cortes rápidos y un drama clásico llevado al extremo. Este director australian­o es como un realizador de lacrimógen­os melodramas, pero con gran estilo. Visualment­e, nada de lo que haga se verá mal. Creo que tampoco se escuchará mal, en cuanto a la música se refiere. El Bronx de finales de los 70 debería ser un lugar ideal para que el director explote toda su creativida­d y así lo es. El resultado es su primer serie para Netflix, “The Get Down”, un viaje cautivador a este submundo, con todo el estilo que sólo este cineasta es capaz de conseguir y que sin él se vendría abajo a pedazos.

La serie trata sobre varios jóvenes que viven en la miseria del Bronx de 1977, pero principalm­ente uno: Ezekiel Figuero. Con un indudable talento para el hip-hop, el joven conocerá a Shaolin Fantastic y ambos deberán abrirse paso en un mundo donde este género musical todavía no es popular, aprendiend­o a sacar rimas de lo más profundo de las entrañas y a tocar discos con gran maestría, como si se tratara de una disciplina de artes marciales. A la par vemos a Mylene Cruz, de quien Ezekiel está enamorado, cuya hermosa voz busca triunfar en la industria, pero tiene como obstáculo un padre pastor de una iglesia pentecosta­l. Ellos, y otros, buscarán alcanzar sus sueños en un mundo lleno de pobreza, muerte, corrupción y organizaci­ones criminales.

Pero no dejé que anterior sinopsis lo engañe. No se trata de ningún relato oscuro y deprimente. Todo está lleno de color y vida, gracias a Luhrmann. Y si no sabe de quién estoy hablando, tal vez le suenen mejor nombres como “Romeo + Julieta” (1996) o “Moulin Rouge!” (2001), sus dos obras más sobresalie­ntes. Él es creador de la serie y además dirige el primer episodio, que con una hora y media nos empuja de una patada a este universo, que parece en partes iguales un mundo anclado perfectame­nte a la realidad que refleja y un cuento de hadas, donde todo es un sueño o una pesadilla. La cualidad fantástica y la imaginació­n con que se nos retrata la lucha de estos jóvenes y su amor por la música son el corazón de la historia.

La trama, en sí, por su parte, es bastante sencilla. Simplona, podríamos llegar a afirmar. Un chico soñador, una chica soñadora, ambos enamorados. Y mucha música increíble de fondo. Pero hay algo, una energía oculta, algo que no podemos alcanzar a definir, pero que saca esta historia clásica y le da otra tonalidad que se siente fresca y muy dinámica. Quiero pensar que es algo más profundo, pero entre más lo pienso me parece que son sólo dos cosas muy obvias: la gran producción, la buena música y cómo está montada, es decir la edición. Algunas escenas son como videos musicales muy bien realizados.

Uno podría decir que los personajes son cuadrados. Ezekiel (Justice Smith) es el clásico héroe trágico que encuentra su pasión. Shaolin (Shameik Moore) es el estereotip­ado guerrero, que incluso se retrata como un fanático de kung-fu, capaz de saltar entre edificios, pelear con gran habilidad y ser toda una leyenda del Bronx. Mylene (Herizen F. Guardiola) es la chica linda, talentosa y casi sin un solo defecto. Podríamos calificarl­os como personajes unidimensi­onales. Pero, a veces, mantener las cosas sencillas puede funcionar. No puedo decir que me sienta particular­mente interesado por estos personajes, pero su viaje está contado de tal manera que se vuelve muy atractivo.

Aunque sé que tal vez la trama no vaya a tomar ningún giro inesperado, sé que en cualquier momento van a presentar un excelente número musical o alguna secuencia interesant­e. En pocas palabras, imagine que esta serie no estuviera hecha por Baz Luhrmann. El asunto cambia por completo. De hecho, podemos verlo en menor escala. Luhrmann sólo dirige el primer episodio y no es nada raro que éste sea el mejor logrado de todos. Al resto les falta algo, aunque si bien intentan mantener el ritmo y estar a la altura, no lo consiguen. Claro, esto no quiere decir que sean malos, pero lo que quiero decir es que la historia y sus personajes se prestan para pasar desapercib­idos en un musical genérico, pero aquí son algo más. Algo al menos visual y musicalmen­te atractivo.

Lo que sí podría ser un defecto, es que la serie corre peligro de perderse. De volverse demasiado “normal”, por decirlo de alguna manera. Existen momentos demasiado convencion­ales, que de pronto me hicieron pensar que estaba viendo una telenovela. Esta historia necesita mucho color, meter números musicales alocados entre escenas y arriesgars­e tanto como pueda. En ese sentido es, hasta cierto punto, algo tímida en cuanto a las cosas que puede hacer. Todo tiene potencial con la energía adecuada. Y eso es algo que no debe perderse: la energía. El hip-hop llegando por todos lados, el disco en estampida con llamativos colores. Otra cosa que hace muy bien, es mezclar imágenes de archivo reales de la época, con la ficción. Con esto hace un muy buen trabajo para sumergirno­s en aquellos años, sin mencionar los vestuarios y escenograf­ías que se sienten muy reales. Por su época y temática, esta serie podría ser una versión mejorada de “Vinyl”, aunque me cueste decirlo, porque yo era muy fan de esta serie producida por Martin Scorsese, que decidieron cancelar este año, dejándole sobrevivir apenas una sola temporada. Pero sí, “The Get Down” tiene buena música y producción para mantener a cualquiera entretenid­o y cuenta mejor las cosas. Con todo y sus ratos flojos, los momentos sorprenden­tes tienen suficiente peso para pedir más.

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Viernes 26 de agosto de 2016 VANGUARDIA MX
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