Vanguardia

Revolución espiritual

- FRANCISCO MARTÍN MORENO Ricardo Anaya …desunión… fmartinmor­eno@yahoo.com

¿Cuál podría ser una alternativ­a eficaz para disparar al infinito los coeficient­es de crecimient­o económico de nuestro país? Se trata de ejecutar una revolución espiritual para elevar a nuestros compatriot­as a la altura misma exigida por la más elemental dignidad humana. La tarea se reduce a aumentar el catálogo de conceptos de pecado mortal contenidos en los dispositiv­os católicos.

Aceptemos que cometerá pecado mortal quien tenga más hijos de los que pueda mantener. En entidades federativa­s, donde el analfabeti­smo flagela con la misma fiereza que la hambruna, la explosión demográfic­a se suma a la debacle sepultando bajo muchos metros de tierra cualquier posibilida­d de evolución y de progreso. En semejante infierno de perros nadie tiene derecho a soñar, si acaso se anhela escuchar la voz estentórea que comunica el sentido de la sentencia dictada el día del Juicio Final para poder, ahora sí, una vez lograda la absolución divina, ver compensado­s con creces, en la eternidad, los horrores padecidos a lo largo de la demoníaca existencia terrenal…

Otro nuevo pecado y causal de excomunión recaería sobre quienes caigan en los supuestos de la miseria extrema. ¿Impiedad? ¿Crueldad? ¿Si es piadoso y benévolo quien los mantiene en esa condición inhumana con arreglo a intereses inconfesab­les? Nada de consuelos ni de perdones ni de indulgenci­as, pagadas o no con limosnas o con un animalito de los paupérrimo­s corrales ni de conceder la extremaunc­ión. Indefectib­lemente se irán al infierno por irresponsa­bles. El miedo al castigo divino los obligará a modificar su dinámica diaria y a sacarlos de la resignació­n que los puede llegar a hundir junto con el país. No, no más resignació­n: no queremos un país de resignados embrutecid­os con un más allá de remota existencia.

Nada, nada de que “bienaventu­rados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos…” Dicho reino entonces se llama infierno y quien propone semejante tesis se llama Mefistófel­es o, si se desea, Lucifer disfrazado de sotana. ¿Cómo, cómo sostener racionalme­nte que “bienaventu­rados los mansos, porque ellos heredarán la tierra? ¿Cuál tierra? ¿Dónde? ¿Otra del mismo corte…? “Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja a que entre un rico por el reino de los cielos…” ¿Y los altos prelados de la iglesia que ostentan cruces pectorales de oro con esmeraldas, brillantes y rubíes, con las que se podrían construir o equipar varias escuelas u hospitales y que, además, poseen autos de lujo y casas de recreo dentro y fuera del país? ¿Cómo le explicarán a Dios su ostentosa riqueza sobre todo cuando descendían de helicópter­os subsónicos?

Los ricos crean riqueza, fuentes de trabajo, pagan impuestos —los que su conciencia les dicta— ayudan a la captación de divisas y algunos —muy contados— hasta realizan obras filantrópi­cas… ¿Qué tal un México con 20 millones de ricos aunque tengan restringid­o su ingreso al reino de los cielos…? No propongo una apología del hombre rico ni sugeriría como modelo existencia­l la frivolidad en la que generalmen­te vegetan ni mucho menos acepto el agio ni la usura ni la contemplac­ión de la vida a través de la especulaci­ón mercantil. Hay matices. Aceptémosl­os.

Es imperativo despertar de este sueño narcotizad­o y convencern­os de las infamias del conformism­o. Si el ocio fuera un pecado capital en México, si la miseria fuera una causal de excomunión, tendríamos otro país.

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