Vanguardia

ELLOS AÚN TIENEN UNA VIDA PARA RECORDAR

La vida de Elenita mejoró significat­ivamente cuando empezó a tomar las terapias en la Clínica de la Memoria del CEAM

- SANDRA NAAL

Poco a poco han ido recordando hechos trascenden­tales.

“Yo andaba en el tráiler, me iba sola en carretera, dejaba mercancía de 300 toneladas, no me daba miedo, manejaba muy bien, incluso hasta mejor que otros de los compañeros que se dedicaban a eso, me estacionab­a con mucha facilidad, nunca tuve un accidente, aunque algunos choferes me molestaban, yo no le daba importanci­a, yo seguí con eso porque me gustaba, siempre quise ser trailera, hasta que lo conseguí”, recuerda Elenita.

Otras de las anécdotas que cuenta Elenita es cuando un policía la detuvo en carretera, se aproximó al tráiler y vio que ella era mujer, le dijo “¿y dónde está el chofer?”, a lo que ella le respondió: “yo soy el chofer”, el oficial no podía creerlo pues le parecía imposible, que una mujer tan pequeña y joven estuviera manejando una unidad de ese peso y que fuera sola en carretera. Creía que el “verdadero” chofer se había bajado del tráiler y que había puesto a Elenita al volante para librarse de una posible multa.

Así estuvo discutiend­o un buen rato con el policía hasta que no le quedó más que creer lo que ella le decía. Con el tiempo Elenita se fue ganando el respeto de aquellos que la conocían pues en aquel entonces se necesitaba mucha valentía para dedicarse a manejar tráileres, con esfuerzo compró un camión de carga y luego otro y otro, hasta que se hizo de una flotilla.

Aunque Elenita dedicó gran parte de su vida a los tráileres, tuvo cuatro hijos que siempre la apoyaron en su trabajo y nunca le reprocharo­n que a veces no estuviera por andar en carretera o supervisan­do su flotilla de camiones de carga.

UNA MEMORIA QUE ABRAZA

Tal vez la memoria de Elenita no está como cuando tenía 20 años, pero logra recordar los sucesos importante­s de su vida, se esfuerza por hacerlo, se tarda un poco en dar detalles precisos pero lo consigue.

La vida de Elenita mejoró significat­ivamente cuando empezó a tomar las terapias en la Clínica de la Memoria. Escribe, dibuja, convive con sus compañeros y tiene la oportunida­d de contarles que durante mucho tiempo ella fue la mujer que no tuvo miedo de ser trailera, y que a pesar de que esos recuerdos se quieren alejar conforme pasa el tiempo, ella se aferra a no dejarlos ir, es muestra de que con sus casi 90 años, ella sigue luchando y no se deja vencer.

LOS RECUERDOS SE VAN

José Juan Bocanegra tiene 82 años, es compañero de Elenita en la Clínica de la Memoria, olvidó los nombres de sus nietos, cómo ir a la tienda, hasta cómo andar en bicicleta, aunque era algo que hacía a diario como pasatiempo, ya no podía ir solo a ningún lado pues no recordaba cómo regresar a su casa.

Contar dinero ya le era imposible, las calles no se le hacían conocidas, para él era como vivir en un mundo donde todo era desconocid­o.

Su nieto Héctor Adolfo Muñiz lo acompaña a sus terapias cada que puede. Desde hace tres años que José Juan va a la Clínica de la Memoria y ahora ya recuerda cómo pedalear en la bicicleta, cómo ir a la tienda y los nombres de cada uno de sus nietos.

Dedicó su vida a ser intendente en una escuela, pero en su tiempo libre disfrutaba de andar en bicicleta, hasta que hace tres años ya no recordó cómo subirse y mucho menos pedalear, pero desde que empezó a tomar las terapias en la Clínica de la Memoria ha vuelto a ser como antes, ya anda en bicicleta de nuevo, es capaz de ir a la tienda, cuenta dinero y recuerda cada uno de los nombres de sus nietos.

Su familia no lo dejaba salir de la casa, pues sabían que si eso pasaba podría perderse y nunca regresar. Al platicar con José Juan se puede ver a un hombre optimista, risueño como pocos, sociable y ocurrente, ya es capaz de recordar cosas de su vida, de contarlas como si su memoria nunca lo hubiera abandonado.

Ahora puede volver a hacer lo que tanto le gusta, dar un paseo por la ciudad en bicicleta.

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Terapia. Los pacientes que toman terapias en la Clínica escriben, dibujan y conviven con sus compañeros.

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