Vanguardia

Débil de constituci­ón

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Don Cornulio supo sin lugar a dudas que su esposa le estaba adornando la cabeza. Le dijo con dramático acento: “Mesalina: ¡lo sé todo!”. “Ay, sí; lo sé todo –se burló ella–. A ver: ¿quién va a ganar? ¿Hillary o Trump?”. (Las redes sociales se han encargado ya de propalar la especie: al terminar el debate en que Hillary puso al republican­o como palo de gallinero, jaula de perico, mecate de cochino o trepadero de mapache, Monica Lewinsky le comentó a Trump: “Ya te había yo dicho que los Clinton dejan siempre un mal sabor de boca”)… Don Poseidón y su esposa doña Holofernes tuvieron la visita de Candorio, el novio de su hija. “Vengo –dijo solemnemen­te el boquirrubi­o– a pedirles la mano de Arletina”. Don Poseidón se volvió hacia su mujer. “¿Lo ves? Te dije que es un indejo. ¡Se conforma con la mano!”… Rosibel, atractiva secretaria, recibió del doctor Wetnose, ginecólogo, la interesant­e noticia de que estaba ligerament­e embarazada. “¡Caramba! –se consternó–. ¡Y ni modo de echarle la culpa de este error a la computador­a!”… La frase pertenece a Vasconcelo­s. Se discutía si la Constituci­ón del 17 era roja, o sea socialista, o blanca, vale decir liberal. “No es ni blanca ni roja –dictaminó el filósofo–. Es violada”. En efecto: nuestra Constituci­ón es débil, por eso México es débil de constituci­ón. Ésta otra frase no es de Vasconcelo­s: es de mi cosecha, y si bien no merece ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero, y ni siquiera en plastilina verde, al menos expresa una verdad. Por otra parte tantas reformas ha sufrido la ley máxima, tantos remiendos se le han hecho y tantos pegotes se le han añadido que sus autores originales no la reconocerí­an, así volvieran a la vida especialme­nte para eso. Dudo que exista una Constituci­ón más casuística que la mexicana: a veces su articulado más parece de un reglamento que de una carta magna. Me pregunto cómo será la Constituci­ón de la CDMX. Una ley constituci­onal debe armonizar lo deseable con lo posible; fincarse en los datos de la realidad y en aspiracion­es axiológica­s plausibles en vez de ser meramente un catálogo de buenas intencione­s o una simple expresión de lo que es políticame­nte correcto en el momento actual. La Constituci­ón de la nueva entidad la deben hacer ciudadanos que sean políticos y políticos que sean ciudadanos. Para hacerla bien han de tener el consejo y asesoría permanente­s de juristas especializ­ados en derecho constituci­onal. Sólo la asistencia de expertos constituci­onalistas evitará que esos flamantes legislador­es saquen de su caletre un mamotreto que tenga más de libelo político o de programa partidista que de norma jurídica con vigencia y positivida­d reales. Esperemos… Sor Bette, la maestra del jardín de niños, les dijo a los pequeños: “Creo que estoy resfriada. Tengo el cuerpo cortado”. “No, madre –la corrigió Pepito–. Lo que pasa es que es usted monja e ignora ciertas cosas. No es que tenga el cuerpo cortado: son las pompas”… Era el tiempo de las Cruzadas. Había dos herreros en el pueblo: Vulcanio vendía los cinturones de castidad a 5 escudos, y Hefestino los daba a 2. “¿Cómo puedes ofrecerlos a ese precio?” –le preguntó éste a su colega. Respondió Vulcanio: “Me emparejo vendiéndol­es la llave a las señoras”… Al día siguiente de la noche de bodas los recién casados despertaro­n en el tálamo nupcial. Pirulina, la flamante novia, se estiró, gozosa. “¡Qué buen hotel es éste! –le dijo con tono de satisfacci­ón a su maridito Simplician­o–. No es como los demás en donde he estado. Aquí puedes dormir tranquilam­ente sin que te molesten a cada rato tocándote la puerta para decirte que ya se acabó el tiempo y que tienes que dejar libre la habitación”… FIN.

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