Vanguardia

DE GUATEMALA A ‘GUATEPEOR’ ‘SI CORRES, TE MATO’

La insegurida­d y la pobreza con la que se vive en Guatemala obligaron a Tracy a buscar trabajo para darle una mejor vida a su familia, pero en el camino encontró un ejército de zetas que la secuestró... ahora vive para contarlo

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Obligadas por la insegurida­d, familias enteras abandonan sus tierras y seres queridos a quienes quizá nunca volverán a ver... son centroamer­icanos cuya osadía muchas veces la pagan con su vida.

Fue ahí donde los lugareños dijeron que en un lugar llamado Managua arreglaban las vías y eso retrasaba el paso de los trenes. Junto a Tracy viajaban más migrantes que eran guiados por un “pollero” que los hacía soportar el calor y varios días sin comer. En ocasiones no aguantaban y tenían que regresar a Monterrey para que comieran y se bañaran en un hotel, pero con la consigna de regresar en cualquier momento.

El 6 sábado de agosto sábado por la noche subieron al tren pero durante la madrugada unos hombres intentaron descarrila­rlo. Todas las personas que iban encima saltaron y se echaron a correr entre espinas y nopales del desierto cerca de Nuevo Laredo.

Durante unas tres horas caminaron hasta que salió el sol y el “pollero” los acercó a que tomaran agua de una laguna. Ahí también escucharon unas voces que les gritaron:

—“¡Hey, párense, pinche madre!”.

Apenas escucharon los gritos y salió corriendo el “pollero” junto con el resto de los migrantes entre las espinas y los mismos nopales por los que habían andado unos momentos antes. Esa correteada Tracy no la aguantó y aunque corrió lo suficiente, sus padecimien­tos de la presión no dejaron que alcanzara a las personas con las que había viajado.

Uno de los hombres que resguardab­a celosament­e el desierto fronterizo la alcanzó y le advirtió a Tracy: —“Si corres, te mato”. Él siguió atrás de los migrantes corriendo y lanzando amenazas porque era un miembro de los Zetas. Tracy se quedó quietecita para no enfurecer al hombre que no le quitaba la mirada de encima.

—“¡Dios mío!, ¿qué hago?”, se preguntaba angustiada y con la falta de respiració­n de quien ha corrido lo suficiente como para no ser asesinado.

Tracy se envalentó y se echó a correr de regreso, se escondió detrás de una nopalera seca en medio del monte. Entre sus cosas sacó un celular viejo, lo encendió pero no había señal. Lo único que se le ocurrió fue mandarle unos mensajes, así sin señal, a la chica que la iba a recibir en Estados Unidos.

—“¡Nos corretearo­n los Zetas, y hijos de su

estoy perdida en el monte! avísale a mis papás, por favor”, rezaba el mensaje.

Tracy seguía escondida cuando regresó el sicario a buscarla. Él estaba cerca y sostenía con una de sus manos un machete, mientras ella solo pensaba que con esa arma filosa la iba a matar. Ella salió de su escondite temerosa y lo miró:

—“¡Por favor, te lo suplico!, no me vayas a hacer daño”, le dijo.

—“¡Te dije que no corrieras, pinche vieja! ahorita mismo te mato, te voy a hacer picadillo”, la amenazó aquel hombre.

De castigo por haber corrido y esconderse, el hombre la agarró con fuerza del cabello, la arrastró entre la tierra y las nopaleras con espinas, luego le gritó que ella valía la cabeza del día.

También la desnudó para esculcarla y revisar si entre sus cosas cargaba algún teléfono o pertenenci­as de valor y encontró el celular con el que minutos antes de ser sorprendid­a había enviado los mensajes de auxilio.

—“Me quitó el teléfono mientras me maltrataba y me llevó caminando hasta donde ya no había nadie y el sol estaba muy fuerte. Ahí le reclamaba que con qué le iba a pagar la pasada por su territorio”, recuerda aún asustada—“yo no tengo dinero”, le dijo.

—“Yo no sé cómo le vas a hacer pero tienes que pagarme, porque si no yo te llevo con el patrón para que te mate y te pudras en el infierno; entonces sí te vas a arrepentir de haberte venido”, recibió como respuesta.

—“¿Qué te sacas con hacerme daño?, ponte en mi lugar”, le suplicó Tracy.

—“¿Qué nunca has visto en la tele lo famosos que somos?, ahorita te voy a llevar con mis jefes y vas a ver qué chinga te van a poner. Yo aquí mismo te puedo matar, te puedo cortar la cabeza y hacerte picadillo”, sentenció. CUATRO DÍAS EN EL INFIERNO >2 Tracy,

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